jueves, diciembre 20, 2007

La boca blanca

Azul el cielo inmenso. Una columna de garras de humo amanece incendiándose en el fondo de tus ojos. Y tú que esperas la luz azul para matar de nostalgia a las tinieblas entelarañadas de abrigos pestañeos, alzas tu rostro marchito. Y tú, que reposaste en la noche el sopor de la dicha de tus rimas ahogadas por el íntimo lamento de una desentonada lira que pretende rescatar ciertos murmullos de ultratumba. ¿Qué me vas a decir tú, distante eco de desgracias?
Cuentan que en esa casa acostumbraban a darle de comer a los difuntos. ¿Eres tú, quizás uno de esos densos sentimientos que desconocen el camino de la muerte aún después de fallecidos? A cada noche vuelves y traes contigo el peso de tus rancias lágrimas añejas, para partir el queso, dices. Mas ella no acepta la propuesta.
Cierra la puerta y entierra entre tus muslos esa forma de invocar los ocultos tañidos de los muertos. En tu sueño que alberga el cadáver de la muerte, ésta se deshace convertida en cal y arena. Una horrenda bicéfala criatura se pudre en el camino que ha venido decolorándose a través del tiempo.
En el fondo de la calle percibes cómo el crepúsculo se vuelve una apenas litografía de contrastes. Las venas enrojecidas del mundo caen secas como el antiguo pálpito de unas hojas marchitas. El chorro de luz emanado desde el túnel ha cegado el papel en una allanada masa de entramados posibles:
Allá, por ejemplo, se ven las gruesas espaldas de un hombre en decadencia fundido en el espectro del humo blanco emanado de su pipa. Una dama solitaria, al otro extremo, alza los trazos de un paraguas que oculta sus misterios nocturnos. Los edificios sucumben ante el incendio de hormigas que devoran tu sueño y los colores y las sombras... Sólo un recuerdo olvidándose en una vieja fotografía que no te pertenece, y jamás, ni en otro tiempo te ha pertenecido. No te tragues la historia de la oveja reencarnada, nada más los personajes de otros cuentos, de otras historias peregrinas tienen el don de regresar a su preciso instante. Mas tú no, tu condena es tan efímera que acuita menos tu infame sufrimiento. En esta historia la muerte duele tanto como se nos va la vida. Márcale a la muerte su número privado, si no te contesta, es que sigue viva.
La falta de memoria es blanca y tus ojos se sumergen en un ciego lago albino donde se esconde la locura de unas diosas desnudas dispuestas a destrozar en ti todo motivo, evocación o remembranza.
Sigues observando el cuadro desteñido. La falta de colores te confunde, te bamboleas, te tambaleas, nada es lo que pensaste, nada es ya de lo que viste. Vértigo presente es el papel en blanco. En ese instante azota tu cabeza en el duro escritorio como si una oscura norna aficionada hubiese cortado el delgadillo hilo de tu vida cual si fueses un títere más, pero un actor desechado. De pronto (pero ya no lo sientes) tu cabeza se hunde, está siendo devorada por el monstruoso papelillo en blanco. Grotescos vórtices de sangre remiendan la ausencia de color en esa hoja que ha engullido más allá de tu cuello, y va dispuesta a consumir todo tu triste cuerpo entero. Lo único que no le gusta es el sabor de tus zapatos y tus prendas. Las escupe pues prefiere más la comida seca. Cuando tu mujer entra a la alcoba cree que ya te has desnudado para demostrarle una nueva más de tus nocturnas faenas en el lecho. Supone que en este momento estás en el baño atizando tu miembro para golpear sus entumidas carnes. Ella también se desnuda y corre rumbo al armario para darte una sorpresa si saber que otra te espera.
La diabólica hoja que entonces ha adquirido cuerpo, anda sin dueño, si un autor que la domine dispuesta a devorar a tus hijos, y por qué no, a la misma madre, pero antes se le antoja una copa de vino, para poder digerirte con estilo...
En tanto, mientras se mueve con sigilo, en el fondo, en una esquina se alcanza a percibir a un extraño hombre desnudo, paralizado aún por el nefando estado de la digestión. Empero todo lo demás, sin embargo se mueve. El ritmo de la hoja adquiere un nuevo tono matizado. Aunque los colores que dejó impregnados el sabor del deglutido escritor se han mezclado con la ceguera de ese llano monstruo. Nunca había sabido nada acerca de una fotografía catastrófica, devoradora de hombres y de letras. De pronto sintió cómo su universo empezó a cargarse de imágenes que habían quedado congeladas en el más profundo olvido más allá de la memoria que podía contener su área. Nadie grito en el fondo que había un hombre desnudo, el único defecto del papel era que todavía su entorno era mudo. Su ánimo voraz quizás le hizo pensar que en cuanto devorara a la mujer comenzaría el drama. Luego podría ir por los hijos, y luego festejar su triunfo engullendo una botella de vino. Y así lo hizo. Cuando la hoja abrió la puerta del armario, todo el cuarto estaba semioscuro, la mujer que no se contenía más las ganas murmuró algo que no quedó plasmado en la voraz área pero fue sintiendo un placer que le comía los pies que hundida de gemidos no se dio cuenta que estaba siendo absorbida por la boca de un instante sin recuerdos. Así la hoja recorrió una de sus piernas, la mujer arqueada por profundos hormigueos en sus muslos, fue el acabose cuando se tragó su vientre y sacudió sus pechos, le hizo alzar los brazos y en un profundo clímax engulló su grito que hizo estremecer los edificios en la foto.
La hoja de pronto emitió un terrible eructo y se quedó dormida. En un aplanado sueño vio cómo las formas que antes estaban inmóviles y mudas comenzaron a narrar dentro de su vientre un mundo nuevo. La hoja, a través de su sueño, conoció la dicha de la palabra, y con ella, todos los miedos y dolores que el hombre viene a padecer al mundo. Pues todo acto carnal tiene su alto precio.
El hombre que fumaba de espaldas dio un giro de sesenta grados a su derecha y sintió una corazonada clavada como alfiler en el pecho cuando vio a la mujer del paraguas que se movía como un cisne en el lago. Estamos en el siglo XX, en sus principios, pero la forma de la foto vieja adquirió las tonalidades del pasado y se fundieron con los colores del presente. Ambos sabían que ya se habían conocido antes, en otro tiempo, pero no sabían como expresarlo. Una mirada, la mujer atraída por los imanes negros del fornido hombre elegante, sonrió y descubrió de la sombra del parasol, su rostro. (Porque era un parasol, y no un paraguas, como ahora lo conocemos. Y es que en aquellos tiempos el sol era feliz, el cielo, las aves, incluso los colores. No tenían necesidad de chillar tanto como los que existen en nuestro tiempo para llamar la atención o resaltar alguna que otra cosa.)
Pareciere como si la fotografía nos estuviese jugando una broma, pero recuerden que está dormida en un profundo sueño y más nos convendría no despertarla de su letargo, para evitar que nos devore también a nosotros.
No hace falta contar qué sucedió con las vidas de ese hombre y aquella mujer, pues sus destinos estaban entrelazados, pero una serie de leyendas surgieron a partir de esa unión nefanda. La hoja estaba celosa, se había enamorado de la dama y quizo vengarse de aquel vulgar caballero, olvidándose que esos trazos le dieron vida alguna vez. Pero la hoja lo odiaba, veía al hombre de la pipa como a un ordinario garabato del cual había que deshacerse en cuanto antes.

(...) Continuará.....

lunes, diciembre 17, 2007

Desvarío

Esta es la hora en la que los sueños se corren, mírate ahora dentro del espejo: ¿qué has visto? No soy lo que veo, yo soy tu sueño, más allá en el exilio no existe mi memoria. Por eso me mantienes encerrado en esta celda, una puerta de luz que prohibe mi silencio.

Esta es la hora, ¿no escuchas que llegan? Númen balsámico de imperios descarnados, cómo voy a dar vida a esas sombras malditas... Más daré sombra a las sombras, esas aves oscuras que pretenden robarte tus ojos de luna.

Esta es la hora.

sábado, diciembre 01, 2007

El cantar de Partida o las cantigas malditas del profeta blasfemo (Introito)

Dicen que traigo en mis venas sangre de navegante, sangre maldita. También vibra en mi pecho un canto lusitano que seduce a la amante voz marina que se entrega como las olas que acarician esta nave, la única que lleva aliento macho, Bustrófedon Violante, el de descubridor aliento.

En vida he navegado en tan terribles mares, opulento bramido de coletas olas donde los dioses libres hacen gracia y desgracia de la humana trova.

Me he liberado de los brazos de nereidas que ostentaban cubrir mi cuerpo enhiesto. Vencí de tajo a las sirenas gordas que alardeaban rodear mi verbo entero.

No conozco la dicha de volver el tiempo, soy la presa maldita de un naufragio en vano, en mis zurdas lusiadas llevo dentro, la sorda tempestad de un fatuo fado.

Nada he salvado en estas cuitas.

Dicen que cuando un mendigo muere ni se inmutan las estrellas, pero si un príncipe fenece desgraciadas van cayendo. Así se va llorando el cielo, la noche larga, inmensa toalla líquida de esquirlas constelada.

No pretendo virar este concierto, he dejado las velas a merced del viento, conozco el horizonte, la línea aquella muerta donde han de caer los soles algún día, destino corazón, conquistador aliento.

Bustrófedon, ¡oh mi barca de ornela fantasía! Lleva contigo esta memoria a donde descansan todos aquellos hombres muertos que recorren sin dicha este bestial mundo desnudo, de espalda al mar, de frente al universo.

Volveré como aquellos fieros marineros, con la única verdad a cuestas cual tesoro más oculto que perdido, y la lengua y la mirada, secas: mártir salado y peregrino.

miércoles, noviembre 28, 2007

Sustracción amorosa en tres Actos

"Entonces yo me dije: De todas las cosas ciertas la más cierta es la duda."

BERTOLT BRECHT

Acto I

Perdido (en menos de un acto.)

Acto II

La secuencia de la carne

A menudo he pensado salir de esta turgencia. Y besar los flamígeros labios de tu fuego y nadar en las sombras de carbón de tus ojos. He pensado fingir esta búsqueda en crescendo, navegar en las alas de nubes de tus brazos, sumergirme en los púrulos humos de tu boca de anegados resuellos.

Una grey de fantasmas onanistas fingen ruidos de catre entre tus uñas. Castañuelas boscosas remachan los recuerdos que se doblan como dedos traicionados de certezas. ¿Cómo voy a saber que te perdí en un acto?

Acto III

Restas

¿Sobre la mesa vacía, recuerdas aquel vaso de leche vacío? Eran las ocho cuando te lo dije por teléfono, eso nunca se me olvida, se quedó para siempre en la contestadora blanca: "Oye, es posible que mañana muera. Confírmame nada más si te quieres quedar con mis libros, lo más pronto posible. Descansa." De pronto en un oscuro y silencioso túnel cuando colgué la llamada, contestóme el eco que vive en el silencio de las sombras: "Túuuuuuuuuuuuuu.....-Tú.tú.tú.tú.tú.tú.tú.tú....." Aún espero tu respuesta.

sábado, noviembre 24, 2007

de Espaldas (Sueños destramados)

¿Quieren que les diga el secreto del mundo? Pues el secreto está en que sólo vemos las espaldas del mundo. Sólo lo vemos por detrás: por eso parece brutal. Eso no es un árbol, sino las espaldas de un árbol; aquello no es una nube, sino las espaldas de una nube. ¿No ven que todo está como moviéndose a otra parte y escondiendo la cara? ¡Si pudiéramos salirle al paso al mundo y verlo por enfrente...!

Syme -El hombre que fue Jueves-

Voy a comparecer ante los dioses y ante los hombres. Las nubes parecen cargadas con jugo de limón y un intenso viento frío sopla desde el sur. Traigo puesto un traje negro, anudada una corbata roja y pulcra la camisa blanca. En filo arden mis ojos cansados de mirarle nada más la sombra al mundo. Pero hoy voy a comparecer ante ellos y aceptaré el castigo o su perdón o indiferencia.

De frente marcha el Enemigo. Lo han esperado desde hace mucho tiempo. Trae consigo no más que sus palmas desnudas, avergonzadas de tanta culpa milenaria y un secreto. Pero de pronto los dioses desdeñaron sus ofrendas, arrancaron sus estatuas y mencionarlo está prohibido.

Una aljibe de agua negra y espesa es un caldo cosmogónico. A los seres que habitaban ese pecera arrojábales soles, supernovas y nebulosas que se deshacían internándose lentamente en el fondo del pozo, alejándose para siempre de la superficie, muriendo más, cada vez, de frío.

¿Será verdad que vemos sólo las espaldas de las cosas? ¿En qué momento se cruzan nuestros sueños? ¿Será que dentro de ese espacio prohibido a la conciencia existe el verdadero rostro de las cosas, la verdadera cara del mundo? Fuera de nosotros hay una cáscara siempre en muda, como serpientes nos arrastramos buscando rosar alguna que otra superficie que nos ayude a limpiar nuestras espaldas, pues es lo único que todos se preocupan por mirar y nosotros en mostrar.

He alcanzado el Nirvana de mi sombra. Estoy en el páncreas absoluto, adentro, muy adentro en las membranas del destino. Un concierto de luces aglomeran el sonido de una fibrilación laxante que expulsa una canción paradigmática y perversa. El eco en el silencio se reproduce por mitosis y se traduce en cánceres de estruendos que se descuelgan por su boca: sangra su miedo, sangran sus costras, sangró su sueño. De pronto me doy cuenta de que no he mirado nada, no he sentido nada, estoy chupándome el mítico pulgar en los adentros de mi madre. Estoy vestido: un traje negro, corbata roja y la pulcra camisa blanca. Escucho en un idioma extraño, que he crecido demasiado y que ya es justo salir del huevo, me convierto en ave, corro como un pollo detrás de un plumero, me ahorcan, me limpian, me incuban en un sueño.

Voy a comparecer, voy a predicar. He descubierto según la tesis que me llevará a la Gloria, que el rostro de Dios no es de agua, que es de alcohol, volatil, soporífero. Y que los hombres son respuestas hechas carne, y que los ángeles sus mociones, al igual que sus demonias emociones. Voy a comparecer antes de mi muerte, que también la he visto, pero la muerte en vida sólo muestra sus espaldas, nada más. La muerte, esa oculta vanidad de los Etéreos y que de a poco nos comparten.

El día D será un domingo. Voy a enfrentar, antes de mi muerte toda esa luz marchita en las entrañas desnudas de mi rostro. Naturaleza muerta que se anida en mis pupilas agusanadas por violoncinescas notas crepusculares. Gotas de amor en mis labios vacíos, el cáncer del silencio ha brotado en espuma.

La espuma blanca, la espuma negra, la sal, el negro hervor de las tinieblas. Los sueños hechos roca, mis venas vueltas vetas. Soy un coloso en la tierra, un cerro muerto de pronto. En mí nacen las nubes, en mí las hadas lloran. De noche una colmena de duendes arremeten con sus cantos y bailes contra la razón de su belleza. las violan, las celan y esclavizan sus encantos. Se asegura que han sido sorprendidos bajando desnudos hacia la aldea. la otra vez se ahogó uno en un tiro y fue tal la conmoción que hasta el presidente municipal ordenó dos ambulancias para ver si lo podían revivir con los nuevos adelantos de la ciencia. Fue inútil y en vano, cuando en sus palmas lo cojió una niña, el cuerpo se desvaneció efervecente y alcalino: Una pastilla de cloro para purificar las aguas.

Me pasé de vivo, le he sacado ventaja a todo el mundo. ¿Ahora, para esperarlo y verle -al fin- la cara, en qué lugar me siento?

Lunes y martes y miércoles tres, jueves y viernes y sábado seis... Faltó el domingo. Dicen que por las noches acuéstase temprano para vestirse de lunes a cada rato en viernes. Dicen que por las noches no duerme y que envierna entre las piernas de las horas para sentirse tan sábado. Miércoles regresa para soñar que ha sido martes en minutos y que en segundos será Jueves y se verá asombrado, alimentando a los seres de aquella pecera espesa donde los soles y las lunas se deshacen para que aquellos peces sigan nadando en esa oscuridad taimada de lumbreras. Todo se ve de espaldas, y sin embargo se mueve.

Yace colgado el traje negro, la corbata roja y la pulcra camisa blanca en el armario. Dicen que a su dueño le dio por darle la vuelta al mundo. Quienes lo han visto aseguran que de tarde en tarde habla como la noche y llora como la luz del día. Que ha estado vagando por causas de amores y esas cosas. Pero lo que no saben es que sufrió otro tipo de decepción: cuando llegó al juicio, todo estaba vacío, los dioses en sus arcas y los hombres con sus mujeres. Nadie le tomó importancia, ahí estaban sus regalos, su nombre, sus espaldas. Dicen que ha olvidado de memoria. Y tenía razón, los dioses no son de agua, son de alcohol. Mañana, cuando despierte, estará colgado en el perchero de aquel sauce, traje negro, corbata roja y una pulcra camisa blanca rasgados por el tiempo infinito.

sábado, noviembre 17, 2007

Error

Once upon a time there was a mistake

so silly so small

That no one would even have noticed it

VASKO POPPA

 

¿Quién se atrevería a decirLe: "Has hecho mal"?

 

Había una vez un error, tan bobo, tan pequeño, que en una ocasión, en un sempiterno santiamén lo inventó todo: espacio, tiempo, mundo, para poder probar su existencia. Aunque todo lo que inventó ni fue tan bobo, ni tan pequeño, mas sí fue errado a fin de cuentas. ¿Pudo haber sido de otro modo? Nadie se lo habría percatado. Ni el error a sí mismo.

Y hago de nuevo la pregunta:

¿Quién se atrevería a reclamarle: "Has hecho mal"?

La breve historia de un error pequeñito y pendejito que nadie pudo detectar ocurre a diario en nuestra vida cotidiana. Como si Pulgarcito se infiltrase en la guarida del Gigante y éste ni se inmutara de su estadía a menos que las condiciones que expone el minúsculo caso no sean ni tan estúpidas, ni tan pequeñas.

Había una vez un error... Mas lo único que no pudo crear fue la verdad, y es que a veces resulta ser tan boba, más que una nimia equivocación incluso.

Pues la verdad es esa, el error es lo único que existe y éste puede ser quizá el único traspié de la verdad, habitar en un universo donde se prueba la existencia del error para encontrarla. Pero quién se atrevería a reclamarle que Ha hecho mal... ¿Cuántas cosas perdidas no han sido rescatadas por error?

Érase una vez cierto error que de cierto no tenía nada. En cierta ocasión pobló el desierto de las ecuaciones de varios modos y modelos ingeniosos para que nadie se atreviese a cuestionarle si Lo ha hecho mal o bien. Para empezar, Él se gestó a sí mismo... quién le habría de reclamar a esa pequeña verdad generativa... Y construyó pirámides, museos y panteones para el descanso eterno de la fe errante.

Decían por ahí que algún error se cometió desde el Principio pero nada se ha comprobado de esa primer pisada izquierda hollada por algún dios vagabundo. Y nosotros los erróneos estamos en la incertidumbre. Aquí siguen su curso las mentiras. ¿Quién se atrevería a comprobarlo?

Somos la sed insípida de un triste ángel caído a falta de verdad, precipitado al abismo de los sueños donde los hilos de un violín diabólico son aserruchados por una araña ciega.

Se sabe que el límite ha sido la verdad, el error, esa transgresión a los límites de la libertad... límites de la libertad... menudo error tan grande, si la sed está perdida.

En cierta ocasión los erróneos declaráronle la guerra a los errantes. Los primeros quisieron congelar el tiempo deteniendo el curso de los vagos que amenazaban sus certezas. Los errantes no quisieron cometer un error más y decidieron abolirse y los consumió su sombra. Desde entonces, la verdad es esa y es lo único que existe.

viernes, noviembre 02, 2007

Fuego adentro (En las crónicas malditas de María La Muerte)

Profecía:

"[...] toda sombra es mi cuerpo: adentro, fuego."

ROBERTO VALLARINO

"El hombre morirá", decía el primer verso y fue ese el precio por saber comprender lo que es oscuro para los sabios. Sus entrañas se estremecerán llenas de lumbre y bajo un colérico designio vivirá en las tinieblas como un muerto pagano de muchos años cuyo recuerdo se ha perdido para siempre.

Acá, debajo del cielo, todo es correr tras el viento y de nada va a servirle admirar las vanas cuentas de sus recuerdos. Sobre la tierra todo es sombra, polvo que vuelve a la tierra. Aliento consumido son sus plegarias arrastrándose vípedas en tenebrosos círculos viciosos.

¿Qué de él será si anda solo bajo el sol? Si cae, perecerá, como todos los hombres en el mundo y como a todas las cosas en la tierra, se lo habrá el distante viento de llevar como aquél que se atrevió a mirarLe de frente. No sobrará esperar de más una limosna incendiaria cayendo con cruel suavidad sozobrando como una pluma naúfraga inflamada desde el fondo del cielo.

Allá, de luz las colinas, bajo un oloroso resplandor todo es correr tras el viento y de nada servirá sembrar toda la vida en sus sueños. Digna boca de costras, arrepiéntete y sangra.

Desnudo fuego adentro, llena de cielos las penumbras brasas de mis ojos y devora todo lo que veo, la vanidad combustible que todo a su paso lo calcina.

Hay un reino allá abajo donde todo es sombra, adentro, fuego. Si no fuésemos tan ciegos, lo veríamos tan claramente. Es un desierto helado donde habitan los árboles desnudos forjados con las venas y las entrañas de los poetas asesinos que el espíritu divino ha animado en la tierra.

Entonces, diose cuenta de su hechura, ser la síntesis sustantiva de la materia inerte. Y sabe que le pesa una gravedad de odio, plomo gentil en su sangre maldita manchada de espejos crepúsculos.

El hombre es un híbrido orgánico, un tejido urdido con los hilos de la vida y las punzadas alcahuetas de la muerte. En su lomo están tramadas tres tentaciones y en su frente, una marca que sólo un ángel podría recitar y no morir en el acto, mas sí caer en el abismo.

El hombre morirá..., citó el primer versículo y cuando sus entrañas se estremezcan luminosas como el espinoso collar constrictor de una serie navideña sobre el árbol de los muertos, espirúleo se alzará y bajo un colérico designio sembrará la tierra de cenizas e incontables ruinas a su pie lleno de etiquetas y fuegos fatuos de muerte.

Veneno para las crías que han de venir a repoblar el mundo. Afanarnos tanto para que otros lo disfruten y destruyan más lo que era antes. Simbolizar nuestro trabajo para cambiarlo por comida, humana tentación la de mirar representado el mundo; porque todo en la vida requiere de filtros uniformes, el dinero es una infecta enzima, el hombre, eterno niño, juego fatuo del mundo.

Fuego adentro,

el cuerpo sombra

y una impávida máscara

yace detrás de mi carne.

martes, octubre 30, 2007

Vía Literaria (Plan Mute-Tren Eléctrico Urbano de Guadalajara) Segunda Convocatoria

Aquí les subo esta convocatoria a la comunidad estudiantil en Letras Hispánicas del Centro Universitario en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara para que se animen a escribir y apoyen este proyecto que es para ustedes, usuarios del Tren Eléctrico y la ciudadanía tapatía.

2a copy

Probando, probando...

Acabo de adquirir un programita muy interesante para postear, incluso, si no quiero o no puedo) estar on-line y me fluyan de momento las ideas.

Antes, las bicicletas y los videojuegos... ahora: notas, cuadernos, agendas, libros, IDEARIOS, una lap y un celular...

 

¿Por qué?

 

Bueno, mi profesión me lo exige. (Ja-ja-ja-ja-ja) [Sí, se la fusilé a Bodoque, el conejo rojo playboy de 31 Minutos. Much@s ya me entenderán. A fin de cuentas soy un playboyeaur.

¡Salud, pues!jani (antes de cortarme otra vez el pelo) ¡Cuidado niñas, que quemooo...!

 
 
 
 
 
 
 
 
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jueves, octubre 25, 2007

Parafraseando a los espejos

Sólo somos la sombra del mundo que nos mira.
Cuando abrimos los ojos hacemos real lo otro
y perdemos nuestra palidez propia.
Ignoramos el noventa por ciento de las veces
que los objetos están hechos de espejos:
al tocarlos nos quitan
lo poco que nos queda de memoria.
ROBERTO VALLARINO



Esta noche brilla la luna con toda su intensidad. También hace frío, no hace falta ver el pulido cielo para sentirlo mordisquear mis huesos. Mientras me fumaba un cigarrillo (se suponía que ya lo había dejado) me acordé de estos versos mientras exhalaba el humo azul que se divertía deshaciéndose bajo la bogante luz astral de ese suspiro blanco: "Sólo somos la sombra del mundo que nos mira." Si resulta ser cierto, se trata entonces de una tesis terrible. Aunque ya había sido planteada por Platón atrás tiempo, no hay que emocionarnos. Sin duda es cierto que cuando abrimos los ojos hacemos real lo otro. Como que perdemos ese don interior del sentimiento y realizamos nuestras dudas en lo que nos gusta, en lo que nos atrae, en ese extraño y misterioso magnetismo por lo desconocido y superfluo.

Como si la Luna de repente se dignase a ver el Sol y perdiese en la oscuridad su brillo que no le es propio, sino de su superficial aridez (y pérdóneseme la monotonía con que la escribo) que absorbe el calor amarillo de nuestra sacrosanta estrella. "Nuestra..." como si fuésemos señores de "nuestra" galaxia y del Universo. Mas eso ya quedó derrumbado hace unos siglos, ahora somos ni señores de la nada, ni del tiempo. Bueno, del tiempo nunca lo hemos sido. Estamos, como el ruido que emite la cadena de una bicicleta en ralenti, trabados en este instante movedizo y eso es todo; por lo tanto el tiempo para mí es ocupar este lugar en el espacio. Y que me regañen los científicos, pero no hay más instante que el que ocupamos un momento, el que respiramos, aire que los otros no inhalan porque ya es nuestro y está siendo procesado en nuestros pulmones llevado en cápsulas de oxígeno vitales entre nuestra sangre en el torrente desde el corazón hasta el cerebro y todo nuestro cuerpo alerta y receptivo gracias a ese soplo.

"Cuando abrimos los ojos hacemos real lo otro y perdemos nuestra palidez propia." Somos simples astros de nuestra percepción y nuestros sentidos. La única realidad es lo que está allí, ya que nuestro mundo está limitado por nuestro lenguaje y la infraleve cantidad de signos que nos mediatizan y conducen día con día en pos de un orden singular a través de la nada. Yo creo que el caos es esa falta de semántica, el desorden inherente desconocido y mostrenco, sin valor, sin razón, sin tiempo, sin pragmática. Nosotros somos las fatuas sombras del mundo de las ideas y no los que las miran, vemos como sombra lo que ya ha sido iluminado, la efigie e imagen nuestra; somos la silueta muda proyectada en el muro de ese antiguo teatro primitivo.

Los recursos que tenía el hombre en ese tiempo era representarse a sí mismo y a su mundo mediante ese universo de sombras con las que capturaba las esencias del cosmos y de sí mismo: sus miedos, sus dominios, sus hazañas, sus sueños. Pero sólo le faltaba capturar un elemento y era imposible obtenerlo o encadenarlo en las sombras, este fugitivo era el tiempo... Y eso que en aquella edad todo era más simple, todo era cíclico, había una lógica, una secuencia permanente, aunque el carácter bestial de la temporalidad era también su manera sorpresiva de arremeter contra los planes maestros del más sabio.

Hoy en día todo es inestable, presumimos la firme transparencia del tiempo pero no nos damos cuenta de la fragilidad que conlleva creer estas patrañas. Es imposible encapsularlo en edificios y altas torres de cristal que ostentan cierto poderío ante el mundo y la humanidad desperdigada a lo largo y ancho del globo como esquirlas de vidrio. Somos un excedente sin duda, y creo que en algún momento la naturaleza nos va a aplicar alguna ley de transparencia económica y bursátil que arruine nuestro desarrollo desmedido. Cuando realmente hayamos abierto los ojos ni nuestra propia palidez podremos reconocer, ni nos va a iluminar. Frente a un espejo cíclico veremos reflejado nuestro fracaso como especie y prevalecerá lo de siempre, un poco de sentido entre las cosas si afirmamos que ignoramos el noventa por ciento de las veces que los objetos están hechos de espejos, de ese brillo falso... Quizá nuestra propia perspectiva, más bien, está hecha de espejos; y sí, pues pensamos siempre sobre y desde especulaciones, este espacio que habitamos es un tiempo reflejo. ¿Por qué no reflexivo?

La misma razón tiene su germen incluso, aunque lo niegue la ingrata, en esas concepciones primigenias, indirectas e inciertas. La verdad no es más que un espejo progresivo, la hacemos real y perdemos nuestra palidez ante su frialdad, ya que absorbe la sombra de nuestras dudas y nos muestra lo otro como un luminoso objeto verdadero digno de confianza sobre la numinosa tenebrosa inmensidad. Pero la verdad es que "la verdad" es como una criatura lunar habitando diferentes partes del globo. Digamos que viene a ser como nosotros, criaturas lunares por antonomasia que miran aún el cielo y los astros mediante el espejo de su razón donde buscamos la transparencia de todas las cosas en esa imagen rota y ciega. ¿Verdadero o falso? ¿Verdad o fantasía?

Hoy en día nuestros ojos miran estrellados; fragmentados en la vana inmensidad no reconocen la abismal distancia hecha añicos entre esas dos preguntas. Estamos hechos de fantasmas conceptuales (ancestrales) de otras épocas (sin duda alguna) y estos aún dirigen nuestros actos como si tratasen de enmendar el tiempo perdido por medio de nosotros cuando ya el mundo ha cambiado, y no porque el mundo lo haya decidido, sino porque nosotros le hemos dado otro sentido a las cosas y al cosmos. "Cuando abrimos los ojos, hacemos real lo otro." Es decir, le damos prioridad a "la otra parte", a un-más-allá-extraño y desconocido en tiempo suspensivo, he ahí pues que nosotros nos convertimos en objetos y actantes de ese escenario ilustrado e ilustrador sobre el muro, las sombras ondulantes chamuscándose lejos del fuego, en esas criaturas especulares númen del sueño fantástico que despréndese de nuestros dedos y manos forjados de agua y polvo.

Nuestros miedos se mueven entre las sombras, también nuestros deseos; las bestias que ocultamos dentro de nosotros viven sin rostro y luego son proyectadas en ese anti-reflejo de alargadas planas figuras. Somos la cueva de los proyectos, encantados por así decirlo, con la misma esencia de esas profundas grutas llenas de tesoros custodiadas por algún mítico dragón o un cuélebre legendario. Las sombras vienen y van, prolíficas, misteriosas y oscuras devóranse a sí mismas proyectadas en la solidez ritual de un muro viejo. He ahí nuestra ignorancia; los objetos, todo está hecho de espejos, de sombras, de signos de cristal. Pero, ¿qué sucede si dichos espejos reflejáranse entre sí? ¿Cuál es el otro diez por ciento de las veces que ignoramos? ¿Qué nos pasa a nosotros al tocarlos con los ojos? ¿Qué ocurre en ese choque especular al contemplarnos a nosotros mismos? Creo que ahí radica lo poco que nos queda de memoria, un gélido espectro que cruza la firmeza especular, proyectado en un numinoso vacío. Cuando abrimos los ojos, de pronto nos transfiguramos en eso, en nuestra propia palidez desnuda.

miércoles, octubre 24, 2007

Miel noche madura (En las crónicas malditas de María la Muerte)

Círculos de liebres le han tomado por descuido. Su sombra ahógase ante el brillo de la luna, redondo cristal lúcido atrapado en las redes de un ojo de agua. Brutales diamantines salpican su delgada piel de costras féridas aletargada por el frío. El camino se torna sinuoso como la carne de un gazapo desfelpado y temeroso. La noche tiene sed y brama niebla de lumbre. Avanza y suda su certeza.

Caer es magullar el suelo en una lágrima oropéndola.

Se dice que fue tocado por el dedo divino. ¿Cuál de todos? ¿El del plenilunio?
Un demonio le ronda por la crisma aunque se niege aún oscurecerse al quitárse la auréola santa. Busca en la tierra, husmea. Todavía no sabe como caminar entre los hombres. Se arrastra sobre la yerba y con su lengua muerde el polvo, lo degusta y en su instinto traza el camino que ha de llevarlo hasta su presa.

La noche ha madurado y huele a pulque de membrillo. Pero él ha olido sangre, no sabe qué es, y un arte desesperado borbotéale furioso en el cuerpo. Ciego y frío arrastra su cuerpo constipado tras la invisible sombra calorífica de colores maduros. La noche sabe a miel para los dos amantes que se unen en un antiguo ritual bajo la luna. La noche sabe a cáncer, a púrulos negros leporinos mientras sigue su camino entre la hierba y el polvo.

De pronto un rayo blanco desciende desde la circunferencia blanca y se posa en una rama. Mecánicamente gira totalmente su cuello y traza el mapa de sus operaciones. Pega un salto y despluma sus alas para caer y rastrear al ciego que anda en busca de las liebres. Sobre la carretera a lo lejos, divisa un ancho corredor de muerte ingenua. Son los caídos en mal presentimiento y tiempo equivocado. Un coyote destripado yace hediondo e inerme sobre la línea del asfalto. Menuda final para un famoso teniente de las Huestes, quizás pensó, tal vez ni le importó. Siguió buscando al profugo que en su progeso nunca reparó en echar un vistazo atrás. La noche huele a miel de muertos, esa, la de los arces llorones en el cerro, cuya miel amarga atrapa a los insectos en una gota edulcórea para siempre.

Caer, pensó diciéndose a sí mismo aún con el último dejo de divinidad que ha estado desprendiendo en su rasposa piel que muda sobre las piedras y la madera muerta, caer es magullar el suelo en una lágrima oropéndola. El rocío comienza a desprenderse de las nieves eternas suspendidas en la noche y huele a viento de lumbre en un hielo oxidado.

El Agente avanzó sobre las ramas, no se iba a indignar manchar sus pies al pisar el suelo de sangre maculado por los siglos de los siglos amén de tantos muertes. En sus ojos ardía una espectral llama supina. Remozó el silencio y divisó a su reptante presa que estaba a punto de sorprender a los incautos en la cópula. Cuando ambos cazadores dispusiéronse sorprender sus objetivos, una monstruosa muralla blanca ascendió desde el suelo como una marabunta de garras y colmillos y destrozaron a los caídos del cielo. Sus sombras ahóganse bajo el brillo espeso de la bruma, lívido manto de humo atrapado en las redes de un ojo de agua en sangre condensado.

domingo, octubre 21, 2007

Desprender (En las crónicas malditas de María la Muerte)

He perdido el valor de la distancia.
ROBERTO VALLARINO


Este continuo desprender-me de todo
(de mi sangre, - mis besos a la vida)
me está comiendo el alma.

Purificar el silencio para poder quizá aclarar el cielo
y despertar en un valle donde el aire cae sin armaduras
en invisibles pétalos de nubes sobre el rostro
es mi última consigna.

Voy a llevarme ese último suspiro,
estertor cuando callas
(espada chupada)
de runas, tu lengua.

He perdido el valor de la distancia
en una tenue y voraz agonía vespertina
cálida en los ojos que reclaman:
tu serpentina ausencia.

El caos es el principio de la vida
el orden es su fin.

¿Qué más tenemos?
En el ombligo una luna.

Declama el tiempo pautado
en un antiguo mar oporto
abierto
de bruces clandestinas
como el desierto de polvo ocluido en tu garganta

Saca el corcho vulgar de tu voz coladera
y habla mar de vainilla
tu sordera ambarina de brumas coloidales.

Barrocas tintas uvas,
estuarios semilleros de certeza y muerte bruna
permanecen oscuras, inmóviles
esperando la melosa luz en un cristal teñida.

Abismal coqueta inerme,
fermento turbio incendiario de mis huesos,
pestilente oquedad de esbozos gestos,
duerme conmigo,
volátil en silencio
y dame viento
mi sangre enarbolada de tiempo,
dame mar,
mar y aliento.

He perdido el valor de la distancia...
¿Será que falta poco
en mi sobria mirada
que declina en tu murmullo asesino?

miércoles, octubre 03, 2007

Alux (En las crónicas malditas de María la Muerte)

No me gusta la violencia
pero quiero ser tu agresor.
Adivina el color de mi alma.
¿Crees en el amor a primera vista?
ARMANDO ALANÍS PULIDO



En una gota los sueños anidan
el crepúsculo. (en tus ojos)
El día, cada vez más arcaico
turbio y minino desángrase arena.

Esa es la hora: (estás loco?)
y mueren niños, enfermos,
y leprosos e indigentes.
Es la hora del coágulo reventado
en la axila
Ese extraño dolor en el que se hunden
las cosas antiguas
bajo el vientre cuchillo de un ángelo fuego.

Espesacordilleraurdidaenhuesos.....:
cae la noche en tu rostro para siempre
Y me siento a esperar llenar la forma (divina)
en la petrona sala de burócratas grises.


Pienso en la etiqueta fría,
en la corbata de marca
que ahorca tu alux izquierdo
con vulgar simetría.

Dime a que sabe el metal en tu piel:
quizás mi licencia venza antes tiempo
y te encuentre retorcida
magullada en un árbol de hígados bestiales.

Mientras espero, ordenaré sacarte
los ojos,
dos crepúsculos ciegos aturdidos,
tus ojos...

Es la hora más arcaica
la que los bravos navegan y enfrentan
cuando se abre una puerta al otro lado
y ya no sueñas jamás.

Porque la muerte es eso, la otra vida
en la que ya no habrás nunca descansar.

He aquí mi discurso mientras pestañeas
debajo de tu piel
que púdrese en instantes minerales
de rocas religiosas.

Voy a ir a buscarte al centro del mundo,
derribar el gran muro de lamentos,
muralla pantanosa en el desierto
de sombras nebulosas.

Dicen que así es el otro reino,
y el otro,
y el otro...
Hiel de rameras dispuestas a amasar
el miedo en la cuna de entuertos hechizos,
untad en mí el bálsamo
de plomo gris resuello
de la muerte mercante (en mi frente marchita).

Y te voy a despertar para que andes
a solas hasta que el destino anude
cartílagos de cuitas en tus ramas
para que llegue yo y las quiebre, ¡puta!

Fracturaré un rosal en primavera
en tu nombre y voy a erguirlo en la tierra
en nombre de tu nombre de tu nombre...
¿Para qué darle "vidas" a las lápidas ("inertes")
si ya el alma perdídose ha en un voraz
negro agujero?

Mejor cortar retoños
y echar raíz en tierra
como enterrar tus dedos
gordos y esperarte a que renazcas.

Mientras espero ordenaré un café.
Voy a velar tus sueños
voy a robar tus ojos en la luna
y bollarle de cráteres bostezos
su espesa claridad
boyante y nautivo he
ralo y sin sombra en las dunas del tiempo.

martes, septiembre 25, 2007

Año Muerto 1492 - Año Nuevo 1942

-Dicen que los americanos no saben nada de historia.
-¿Y quién los va a educar?
-La Historia...
(Diálogo en el tren eléctrico)



Y así sucesivamente... Una nación en expansión siempre es violenta. Y ahora que todas están de oro y sangre llenas, ¿cuándo se verán enflaquecidas? Aún libran las misma guerra, ahora invisible, en intercambios monetarios y usura alimenticia. Devoran lo que pueden, se apropian las semillas. Y por pasar nuestra agua por sus tubos de acero alegan ya que ésta es extranjera.

El Caribe, Tenochtitlán, Cuzco, Dakota, el Viejo Oeste, las Pamplinas; En el norte una guerra mortal entre hermanos, el sur cargó con todo; mucho antes la Central Europa y sus flamantes guerras púnicas, el Imperio de la luz en decadencia por los bárbaros y sus fronteras en el Cáucaso perdidas; luego el África, el Oriente Medio; Asia insular, la China, India; Las costas del Pacífico asiático arrasadas y arrasadas por las imperiales hordas del este; La Europa Central y Verdún; la Batalla de Inglaterra y el Reich utópico que duraría mil años; El oso ruso devora al lobo germano, lo destroza en su territorio. Cubierto han los cielos avispas naves que cagan con dulzura su miel de ácimo fuego. Una arbórica nube se iergue en los cielos luego de arrasar la vida en kilómetros... ya fue historia, por suerte.

Las Naciones que se sienten agredidas tienen derecho a bien vengarse. Son necios monstruos, ciclópeos ciegos, bestias vestidas de pendones que no conocen entre sí la humanidad que las compone.

Un guante blanco en poz de ataque es contestado con el tan terrible frío zarpazo de un puño de hierro, luego la hoz, el cuchillo, la bala, bomba atómica...

-Me quedo con lo tuyo, allá están tus canicas, estos son mis tiros, mis billetitos apostados, mi moneda cruzando la frontera, la línea delgada de tiza, y ganaré mientras más me acerque a ella.
-No mi hermano, si te fijas, el que gana es quien coloca la moneda en mera raya, neutral plancha metálica, neutral espeso plomo circular, divisa antigua que suplantó al diálogo del trueque y la negociación.

-Mi flota bombardea tu infanteria. Millares de pipiolos arden doloridos a lo lejos, mutilados por el gran cañón mercante que regodéase desnudo y fálico ocicón frente a tus inmaculadas playas.

las líneas enemigas bombardean tu porta-aviones. Todos, menos uno, morirán. La Historia sabe que siempre hay uno que relata esas hazañas que la en-visten "moderna". Hipérbaton incauto es esta guerra celestina. Todos, menos uno, morirán.

Las dunas arrasadas, metralletas, obuses, bombas, armas; tanques, chispas, hombres muertos. la radio cambia la oda por el odio en órdenes dictadas por la Muerte a un alto precio: "venganza a tu enemigo". Entre todas las naciones la agresión no se perdona: Naciones animales, brutas, gordas, flacas, en plena infancia, antiguas... saben que sobrevivir es lo contrario.

El petroleo, el Libro, Dios, en el mundo aún queda una santa ciudad que enloquece a los hombres hasta el cáncer. Ciudad de sacrificios. Cuántas almas esperan en tus suelos tu reino. Comprimir el flanco en llamas conlleva a un holocausto eterno. No es cosa de elegidos tanta muerte, irresponsabilidad filosofal es la verdad.

-Aún seguimos en el juego. me quedan: un, dos, tres, cuatro tiros. Te apunto desde arriba, que sude el vidrio de agua; estalla la mirilla, revienta el cristal, me quedo con el hoyo, conquiste otra trinchera; estás fuera del fuego. Tus tropas arden deslumbradas al chocar contra esféricas minas que liberan coordenadas de truenos y torpedos de culpas por el suelo. Silencio crudo en el umbral de la guerra. Gaviotas asesinas se banquetean las mariposas que del norte continúan en paz hacia el sur, hacia el olvido.

Mas el mundo es una gran metamorfosis, una enorme crisálida: un dragón emergente barrerá tus formaciones. Nunca es viable tentar a los ases del tiempo.

A merced de mis fauces en el fondo de las nubes brilla un sol en el mar, es un pendón flotante, insignia engañada. Como Ícaro, violetas para tus pieles y consumo a tu armada.

me hago de los mares, abofetée tu otra mejilla. No me queda más que esperarte con mi insignia divina hundiéndote en el cielo. Vengarte- vengarme: venguemos nuestros celos. Los sueños de ambos han de teñirse y serán fundidas en el pleito. 2 banderas desgarradas son las prendas de la Muerte "a la moda" y harapienta.

una cruz condecorada en el pecho es arrojada en la moneda... arrojada en la moneda... en la moneda arrojada... moneda arrojada al aire, arrojada en la tierra, quiera Dios caiga en la línea...
¡Oh, Dios mío! ¡Estoy en guerra!

martes, septiembre 18, 2007

Hemorragia (En las crónicas malditas de María la Muerte)

Juro que no recuerdo ni su nombre,
mas moriré llamándola María, [...]
NICANOR PARRA



Es olvido, dice la semántica y para olvidarlo diré que un trueno abruma el silencio nocturno como un ronquido expandiéndose azul a través de todo el cielo. El suelo anaranjado empieza a llenarse de pequeños hoyos húmedos sombríos. El viento sopla. Aquí adentro, no hay otra cosa más que hacerme la misma pregunta de toda la vida debajo de la luz de la bombilla: "Dime cuáles son para ti las 10 palabras más bellas del castellano y te diré quién eres." Todos a quiénes les he hecho esa pregunta me nombran palabras básicas, casi como el agua, el huevo, el pan, la harina y los alimentos básicos, por ejemplo: madre, amor, felicidad, satisfacción, amistad, etc, etc, etc... Sí, son bellas en su concepto, mas no todas me gustan como suenan, o quizás no las comprenda en todo su valor. ¿Es la semántica pues, o la semiótica? Voy a re-educarme para eso.

Las mías son, también, palabras simples, las que más me gustan: caracol, laberinto, golondrina, aliento, susurro, óleo, andaluza, llaga, colibrí, relámpago. Sólo mencioné 10, me gustaría que fueran más pero respeto las leyes del misterio.

Cuando venga la muerte quizás me enseñe 10 nuevas palabras, quizás serán las últimas que voy a pronunciar, quizás mi lengua se enrede con el aire e inventen coplas infinitas encima del vacío; quizás serán las últimas que pueda yo escuchar. (De nuevo, vuelve a hacerme cosquillas en mi estómago, ¿y quién dice que los hormigueros acaso duermen por las noches?

Hormiga, es otra bella palabra, olvido procurando encontrar nuevas palabras que sepulten sonerosas los ronquidos de la noche. Tener sueños premonitorios no me dice nada. Recordar de vez en cuando no me dice nada. Juro que no recuerdo, mas moriré llamando lo que olvido. Y sé que no estará en ese instante percudido. Irme solo será lo mejor para mi recuerdo, no hace falta ver morir a un hombre, es un cantar tan cotidiano, y lo de siempre aburre para siempre. Que me cuenten otras cosas, quiero escuchar por ejemplo, que el infierno es el olvido, que el paraíso es el olvido, que la muerte al fin me olvida. Que no me recuerde, que no evoque el día de mi (des)gracia... Mejor decir, mi des-nudez. Al fin y al cabo es eso, al morir un individuo desnuda su esencia, el recuerdo que yacía a su lado se mofa de él en los velorios, llora con él, lo elogia, quizás lo insulte, le reproche, y por última vez, le ame con la mirada baja y aguardientosa... Luego, de nuevo, junto con la tierra se hunde para siempre a paletazos de polvo. Que el recuerdo fuera como hormiguero, que el olvido fuese como hormiga, que cargue el peso de los siglos en su lomo y de sus siglas.

Es olvido dice la semántica, y yo juro que no recuerdo ni su nombre, mas moriré llamándola y, tal vez no venga... es el precio de ceniza que he de pagar por atreverme a olvidarla lentamente como se olvidan las cosas de la vida en este hormiguero hemorragia de suplicios. Hemorragia, otra bella mas mortal palabra. se siente como el paso redoblado de un millón de hormigas sobre la pavesa de la vida. Desde ella se desprende uno de todo, erguido fuego hambriento. ¿Es olvido? Me pregunta. Y yo le digo, dime tus 10 palabras. ¿Y luego? Y luego calla.

Juro que no recuerdo ni su nombre mas, moriré llamándola María.

sábado, septiembre 08, 2007

Llamar (En las crónicas malditas de María La Muerte)

He vuelto a coquetear
(De cerca
Muy de cerca)
Con la muerte
ROBERTO VALLARINO


Un ardiente coqueteo insano yo lo llamaría. Llamaría... Como si clamare y flammare fueran primas hermanas... Llamar... Denominar entonces deviene en un grito apocalítico de grafos calcinados, en un grabado en cuero de ternera, por así decirlo, como esa moronga espuria que ostenta por nosotros, un grado y facultad en nuestros títulos cifrados. No cabe duda, si las flamas nos llamaran arderíamos para siempre (en un instante, aclaro, no se me emocionen).

Un húmedo coqueteo mudo, seca voz rumorosa de piélagas lenguas desertoras. Coquetear con la muerte es eso, mentirle a la verdad un poco.

Pues he vuelto muy de cerca a hacerlo, engañando a la vida, sustentando mi cuerpo con la sangre del mundo y lo haré quizá por 20 ó 30 años mas, según los vaticinios del destino octopulario no dependo de esa suerte. Coquetear con ella es como sí bailara alrededor de un agujero negro, yo, quásar incauto que no siente cómo un invisible cáncer sideral succiónale la luz sin darle tiempo ni de moralmente colapsar.

Me mira con sus ojos lloviznados de rosas, en ellos titilan cuamperfectas brisas destellantes. Me asomo a sus sueños, rebuznan mis dudas y ella las aplaca con sus besos de luna en mi frente marchita. Me toma, me duerme, me arrulla entre sus seres y ofrenda mis palabras a la nada del mundo. Y yo no digo nada, me carga en sus brazos, paséame por la sala y tras quitarme del diván donde yacía mi insepulta vida, acuéstame en mi cama y libera en mi panza una flamenca voz acuchillada de músitos deseos abiertos en mi carne para siempre.

Y así fue cómo ese vivás devaneo inoculó un hormiguero feroz en mis entrañas. No fui testigo de su engaño, me enamoró su sombra y ahora como puta de Las Vegas alega con fervor que está casada conmigo y que hará todo lo posible por retenerme, aunque le cueste una eternidad a la muy cínica... y los Hados, al parecer, están dispuestos a darle el fallo a ella. Y quiere todo de mí la muy de cerca.


En la cuna mece un hondo silbido nauseabundo su belleza vespertina triste. Un antiguo pueblo nómada acampa bajo el cielo en el desierto de sus desventuras. A la luz de la fogata escuchan al anciano que destila en sus ojos el pasado y suerben la dicha ancestral que se derrama de sus labios.
"Aquella solitaria estrella es tu antepasado. Engárzala tú en las cuentas del éter y cuelga ese collar de arena en el cuello de la diosa nocturna. Sedúcela, evócala, mas no le ames por tu bien." Y así lo hizo cada morador de sus huellas hasta que de pronto un joven pastor se enamoró de una de las cuentas, que era una princesa atrapada en el firmamento hacía mucho tiempo por un malvado hechicero en venganza por no corresponderle su amor. La joven enclaustrada en su jaula brillante le suplicó al joven que la liberara.
-¿Y cómo he de hacerlo, yo, este humilde siervo de polvo?
-Tan sólo tienes que elevar hacia mí el canto sincero de tu corazón y en tu canción habrás de decir: mi amor es tuyo.
Y éste sin meditarlo alzó el brazo y elevó el más bello cantar de la desolación. Los otros ancestros despertaron y acongojáronse por el tremendo mal que caería sobre su raza en la tierra, pues el hechicero aún moraba, invisible, en la bóveda.
La princesa descendió como una luciérnaga de otoño, el polvo de luz que desprendíase de sus nupciales atavios blancos iluminó de humedad la noche y con un beso respondió a la petición del joven desposado.
Pero un terrible mal estaba ya augurado. El anciano de la tribu desterró a la pareja para evitar que ese terrible vaticinio cayera sobre todos. Y el joven y su mujer con obediencia lo acataron.
"La única manera de liberarte es que alguien te entregue con sinceridad su corazón. Mas el hijo primero que engendres, yacera con la nocturna diosa y conquistará a tus descendientes y los destruirá causándoles gran sufrimiento." Terrible profecía se anunciaba y la pareja convino en vivir solitaria y morir sin la dicha de criar un hijo sólo. Pero cierto día, el joven pastor llevó a su rebaño a las praderas de jade y prometióle a su amada que volvería en 20 días. Un joven cazador de otra tribu vecina pidió hospedaje en la casa del pastor y la mujer del pastor lo atendió y sorda al convenio con su esposo, yació en su lecho con el joven cazador, entendiendo ella que la maldición era más contra su amado que contra su vientre. La última noche el cazador se despidió prometiéndole jamás volverla a ver. Y así fue.
Cuando el pastor regreso encontró todo en su lugar, la tienda estaba intacta, y sus rebaños volvían llenos de júbilo con su dueña, la damisela celestial.
Ella le contó a su amado que mientras él no estaba allí, ascendió de vuelta al cielo y que con la daga que le otorgaron sus abuelos mató al malvado hechicero y que la maldición ya no tendría efecto.
Los amantes ardieron por noches enteras hasta que llegó el nefasto día de la consumación. Desde niño el vástago de la traición mostró aversión por las tareas que inculcábale su padre y prefirió dedicarse a la caza. LLegó el día en el cual el joven presentaríase ante la tribu, y en venganza por desterrar a sus padres mató con el mismo cuchillo que su madre uso para mentirle al pastor, al anciano venerable. Y subyugó a su pueblo, y al de su padre verdadero, y otras tribus vecinas y lejanas hasta formar una nación que subyugó a otras tribus, pueblos y naciones más lejanas aún a fuerza y sangre.
Un día, solitario, una princesa oscura de un reino lejano visitó sus dominios. El joven rey se enamoró al instante de la bella dama negra y se desposó con ella. Como muestra de su amor le entregó el collar de su madre, a la que mató en un ataque de furia fugaz y se la hechó a los perros. Con esa ternura otorga la insignia de su crueldad. De su padre, dicen que se perdió para siempre en las montañas, solitario, con sus rebaños sin saber la verdad. Al no saber administrar las riquezas de sus tierras, dilapido la salud de éstas y su pueblo entero enfermó mientras la reina y su esposo jugaban en la oscuridad del cielo a ser incienso en las redes del engaño. Un grito de fuego consumió para siempre a ese pueblo en ascuas.
Y así fue cómo ese vivaz devaneo causó la destrucción de los hombres.

Despierto, en silencio, y busco en mi boca el clamor proferido ya escapado. No reconozco ese sueño y me dirijo a la sala, solitario y atiendo a mi rebaño de libros. Y recuerdo la voz y el rostro del anciano y recuerdo los besos y la sonrisa de la reina, la ingenuidad de los hombres, la maldad de aquel hombre, el suplicio, la muerte...
La Muerte... He vuelto a coquetear de nuevo, de cerquita, con la Muerte. Ya es la dueña de mis labios. se apropió de mí en la última siesta:
Sonriente llamarada arrulladora de ojos lloviznados.

sábado, agosto 18, 2007

Consumption Fucktory

Calvarario No. 106
Consumption Fucktory


Era una aldea de tejados verdes:
Flores de ninfas juguetean en los jardines
Labios de sol sopean sus enaguas
Raíces ductas de retoños minerales

Avanzo y voy nombrando con mis manos:
Con las uñas abstractas del presente
Rasco el tiempo pasado en el leproso migajón albino del futuro

Anónima resaca...
Como beber la infinidad de un sueño
Y escuchar una canción de limbo dulce en la cuna anegada de misterios
Ahí donde el espíritu descansa pendiendo de la aguja segundera insostenible
Donde se guardan los deseos en diminutas cajas musicales a las que hay que darles cuerda
Para que brillen pulsares de requintos en tus ojos
Esos ojos pluvios de alcoba construída con los mártires huesos de hadas y de elfos
O un extraño hacedor que para no aburrirse dormitando con la muerte
Al despertar
Convoca, a fuego lento de las notas, la voz hermana de los dioses y los diablos
Y se alimenta de los frascos que contienen entes en conserva en su salario

Ahora habito una ciudad sin cielo azul ni blanco
De cuencas formas lisas y de brillo rutilante
Que se rasca la roña de resaca singular de tiempo
Con las garras leñadoras de una edad antigua:
Doce dioses de carne uniformados son su sustento

Yo soy el peatón de aquello que transcurre por los suelos
La sierpe voz de caucho cuya piel se muda
Sobre el asfalto de sombras percudido

Avanzo y voy nombrando con mis manos:
Polígonos amargos vinagretos
El pollino del leñero ha muerto y su lugar lo ocupa ahora un metálico rebuzno
Que detiene su furia de rutina
Y espera como triste cazador profundo que sus víctimas aborden su omnívora hambre de distancia

Atar ateos a tus torres no te da ningún prestigio
Allí consumo el arte de vivir con miedo
A tus espaldas, en el parque calvario de las consumaciones
Do despréndese en tus cúspides el humo de tus muertos
Proletarios devotos del silencio aplastados por el aire

¿Dónde habitan las niñas que fabrican sus besos?
A las 6 ó 7 de la noche esperan cuando salen del trabajo
A espaldas de la Fábrica en el Monte para M-E-D-I-R de hinojos tu destino,
Fieles costureras de la piel
Sí que saben planchar las arrugas de tus sueños que remiendan a tu cuerpo parchado de animales dudas, sed urbana salina de sombras capicúas

Desnudo es su uniforme laboral
Preñada su orfandad es hueca
No retener el hambre y codiciarlo como perros
Es su puesto destinado

Hay oraciones que las deidades etéreas han envasado en epitafios sin dueño

Más nutren la fe en lanzar la prima piedra y esperar que no regrese
Pero la ley de Murphy siempre es implacable

La Fábrica de las Consumaciones está abierta
Tú eres la próxima Vacante
Vulva voz de fuego rubio que ahora buscas tu oráculo en periódicos
Y de acuerdo a tu instinto maternal pretendes encontrarle sentido a lo que has leído
Mas recuerda que las voces te han abandonado
Ya no procede un vaticinio del infierno, así como el paraíso
Hay un infierno clausurado
Sólo un megáfono en un poste dicta la única verdad que ves apantallada sobre tus mismos ojos


Fuera del parque, habitas en un cementerio vacío lleno de signo en las esquinas
Regresas a la cuna, sueñas edipo que tu madre recoge en sus palmas milagrosas esta pesadilla
Que contraes de día a día

Mambrú se fue a la guerra,
qué dolor, qué dolor, qué pena...
Me he subido a la tumba,
qué dolor, qué dolor, qué tumba...


En caja de terciopelo arropa su duelo con tapa de cristal
[Para mirarte] (Ves que te mira?)
Gritarle (ya) no tiene eco
Eres un suspiro seco como una tabla rasa de reliquia olvidada en el desierto

Un biberón de etiqueta insertará en tu boca :

Ahora duerme y succiona
La blanca sustancia que aliviará la resaca con la que despertarás al otro día.

jueves, agosto 09, 2007

Lavandería Servida (En las crónicas malditas de María La Muerte)

Devoras tu tristeza como el pan de cada día.
Un amargo panal bisbisela tu sustento.
De sol rapaz tus brazos relumbran devastados
En la mesa de fuego donde amor se ha consumido.


La traición del doliente tu oreja ha cercenado.
Dos goteras de vino caen
Candentes en el vaso empañado de tiempo
En una rosa derramada de agua y sangre melcocha.

Soy la culpa pagada en abonos de silencio,
Sahumado, facilito, atrapado
En la cofia telaraña que sazona tu aliento.
¡Hay que hervir y sorber amarillas las patrañas!

Dos viudos platos de sombra hay servidos
Sobre el nupcial ataúd de tu vestido negro.
Regresas sin alma, te sientas en el centro,
Me invitas una copa que rechazo sin cuerpo.

Las persianas de carne nuestros huesos ocultan
-¡No te voy a querer sin la grey de tus garras!
A mediados del siglo dejé quizás de amarte
Amurallado en el sueño de tu boca maldita.


Ya no quedan testigos. Nos sacaste los ojos
Vulgar lechuza prieta que condensas la noche.
Volabas de bosques en bosques sin pasado
Metida en la bruma de mi vida sin lecho.


Ahora descansan nuestros húmedos restos:
Mancha gris en el mantel
Que los domingos de laundry jamás han descarnado.

lunes, julio 30, 2007

Visión de noche

He hides on his forehead
The other looks for him in the sky
He hides inside his forgetfulness
The other looks for him in the grass
VASKO POPA




Guardo el estuche de tus ojos
en el fondo (del asilo)
dos reliquias de agua al raz arrancadas del cielo.

Una aurora focal riela el astigmatismo
y de aumento se anegan de recuerdos los sueños,
corral de estrellas líquidas:
miradas, voces, risas.
Aquelarre:
Fantasmas en la noche
sobre la hierba,
la brisa de sus pasos,
en la nube, la ronda celebrando:

-Amó, ató,
Matarile, -rile, -ron.
-¿Qué quiere usted?
Matarile, -rile, -ron.

-Yo quiero un par de ojos
Matarile, -rile, -ron.
-¿Para qué quiere los ojos?
Matarile, -rile, -ron.

-Para alumbrar el cielo
Matarile, -rile, ron.
-¿Qué oficio le pondremos?
Matarile, -rile, -ron.

-Le pondremos narcisista,
Matarile, -rile, -ron.
-Ese oficio no le gusta,
Matarile, -rile, ron.

-Le pondremos voyeurista,
Matarile, -rile, -ron.
-Tampoco ese le gusta,
-Matarile, -rile, -ron.

-Para buscarme a mí mismo,
Matarile, -rile, -ron.
-Ese oficio sí le gusta,
Matarile, -rile, -ron.

(Y buscando se perdió a sí mismo)


Las blancas sombras se ocultaron
desvaneciéndose al unísono
cuando la luz de la luna
acostóse entre las nubes.

En el cerro brillaban
colmenares fatuos fuegos
asfixiado escozor:
arde verde, ocular
péndulo nocturno.

Guardó el estuche de tus ojos
en el fondo de su asilo:
dos reliquias de aguarrás
arrancadas del cielo
y las hundió para siempre en la lengua de la noche
al sopor del lícor de eucalípto y anís.


Sentado, afuera en la cabaña
solitario encima de la nada
de brazos cruzados
el humo denso envuelve
e ilumina mi rostro
el filo de una herida candelilla.

El fuego de la chimenea espera abrasar mis lentos pasos crudos.
Ardo al erguirme
Cierno las luces (la leña lucha contra su consumación.)
Me poso en el suelo y unto el velo del olvido
en mí:

(En el fondo guardas dos huecas reliquias,
miradas ya hace tiempo consumidas al vacío:
un leve par de lágrimas de plástico)

¡Arde, arde, arde!

lunes, julio 23, 2007

Octava profecía

"Cuenta la leyenda que algún día
morirá la luna y con ella
todos sus muertos."
J.P. EL PARAÍSO DE LAS SOMBRAS



Amplio el sendero oscuro de mis deseos se abre oculto ante los pasos lácteos de tus sueños más inocuos. No sé despertar aún la noche, ¿la has visto? Yo sé que hay en sus ojos una dama oscura que todo lo envuelve y se lo deja empeñado a las piedras que miran con recelo a las estrellas que se burlan de su insípido destino: dormir en la tierra como ángeles caídos que perdieron el rumbo hacia el infierno es una pauta más que yace grabada en su sólida ceguera. ¿Me escuchas? Recuerda. No hay eco despiadado más agudo que el silencio que vibra en sus misterios. ¿No hay una octava profecía? Pandora impide revelarnos todos sus secretos que se escapan como el humo que se desprende de tus vísceras en sacrificio.

Remiendo la hecatombe de los sueños en tus manos y doy matiz y cuerpo al mapa impreso de esa antigua ruta de la seda que conduce a los bravos mercaderes a admirar el perfil de tu estatua salina en medio del camino hacia tu vientre. Terremotos de dudas sacúdenme al pensarlo y los cristales de tu imagen estréllanse en mi pecho. Cortinas abisales obstruyen tu santa desnudez dormida. Tu numen, mi pequeña, incluso al diablo ha sorprendido. ¿Por qué virar hacia las runas de tus ojos si estas son las sombras de mis sueños? ¿Lo sabes tú, voraz sedienta? Han salido de ti todos esos gigantes de hielo y ni el tuerto profeta que ahorcado en tu rostro suplica en mil destellos que desates tu lengua de su cuello rasgado esta vez podrá pararlos.

Llueve. Llueve sobre la seda. Llueve sobre la carta que te envuelve sucinta. Llueve sobre las costras de lodo en el rostro de tu luna herida. Llueve sobre el silencio glaciar que te contiene, una sábana de nieve oculta el piélago magma de tu cuerpo. Una vez llueve sobre tu nombre no pronunciado donde encalla mi sordera de sílex apedreada por los necios testigos que alimentan tu solsticio. De noches vengo a medianoche y no me pongo en todo un día, pero yo sólo sé diferenciar lo que es arriba y lo que hay abajo. Hay una noche en la que no verás mi rostro mas no significa eso que estaré muerto: lejos de ti, ya nada tiene sombra.

Amplio el sendero y no sé aún cómo despertar la noche. ¿La has visto? Todo lo envuelve con su pecho, un corazón ceniza se desgasta en la verde pizarra de tu océano, caen sobre el cielo sucios copos de harina, la luna pierde el rostro, de sal será la noche podridamente oscura. Un azul relámpago podrá salvar tus sueños si miras hacia el horizonte donde cielo y mar son uno. Ígnea tez de sol que en árboles encalla, arroja tus ángeles al fondo o devora este hígado albino, incéndialo en las llamas de tu boca.

No sé cómo despertar la noche, volátil luz, ¿le has visto? Nadie aún su velo ha levantado. Cae tu rostro lleno en mí, cilícia tela arraigada en las heridas, dos brunas gotas que vislumbran el elixir de tus sueños mancillados.

Ni tus cuernos alfanges prometen someter el tiempo, toro blanco de arena cuyo embudo lunar rezuma en mis oídos. ¿Recuerdas? ¿La has visto? Esta noche tocará a tu puerta e inundará de blancas tinieblas el pasillo de tu voz. Hablarás en lenguas nórdicas, soñarás no haber nacido, en la montaña, en el lago, en la mar de eternos hielos un lupanar de jaurías nubes devorará el pálido disco de fuego que tirita congelándose en el vacío blanco del cielo.

Y el ocaso poblará el camino. Fantasmas de arena trasumantes arderán en silencio desgranándose secos en una árida llovizna. Muda corriente de conjuros horizontes, hablarás lenguas sílfidas y barrerás sus legajos. Las piedras están sordas, no escuchan rascarse la risa a las estrellas pero saben que llegará la hora en que la noche no más va a sostenerlas y querrán matarlas. Pero las piedras son tontas y no saben el secreto, quienes se burlan son fantasmas que aparecen en el fondo para evitar la confusión de no poder ver nada. La lira de mi voz ahorcada palpitará en el cadalso de los sueños muertos suspendida en el éter, tañida por los dioses. La caja ya está abierta, mira arriba, el suelo, la nieve interna de tu voz de arena... Sólo una noche de ti estaré ausente, no cuestiones a la dama de ojos velcros.

Sólo un ocaso, ¿me escuchas? y volveré a desnudar el humo de tu sed en el oscuro estanque de tu lecho lleno de algas y tortugas y almas de viejos amores naúfragos en el piélago hálito de tu sorda soledad dormida.

viernes, julio 20, 2007

El cuenta-cuentos de a tostada (fragmento incluido en Cuentos de a mordidas)

Escribo, escribió hace mucho tiempo cuando a la sombra a cierta hora del día debajo de un árbol cobijaba sus secretos. Me siento, se sentía extraído de una historia donde los muertos vaticinaban el pavoroso destino de los vivos. "Ser es ser retratado" en un mundo lleno de espectros colectivos, sin tergiversar al sabio continuó deslizando la suave punta de su bolígrafo sobre las holandas sedas de su libro en blanco donde simula adueñarse de su manuscrita vida dispersa. Trazó en el principio sus manos; tropezó pues tropecé sin querer por la izquierda y trató de enmendar el error uniendo paralelos puntos. Quiso iniciar desde la derecha pero ya se había acostumbrado al método de parafrasearse a sí mismo y en mí continuó desangrando sus palabras y pensó, yo pensé, que la tarde se había confundido con la densa suavidad de una brisa de verano cuando su tiempo apenas se gestó en las redes cristalinas en un ocre ocaso de otoño. De pronto creí pues creyó ver que las estrellas que deslizábanse en sus ojos pautaban en su ceguera la boca prieta de la noche con sus albinas y abisales rascachueras patas de grillo.

Escribí, escribió hace algunas horas que su vida ha de extinguirse como nacen las estrellas. Sin temor se argumentó a sí mismo que yo tenía que buscar la forma de prevenir el pasado, y cuál, si apenas está siendo construído. ¿Quién es el que anda ahí? Escuché burlona la voz de un cuenta-cuentos cuya vida sostenía masticando tostadas con chile y aire. Cuando pasaba por algún lugar donde vendían comida, éste tenía el don de absorver las esencias que las esclavas manos del viento servíanle a su nariz, más aguda que la de algún escamoso e insobornable pejespada.

Vagaba por La Ciudad Desnuda como los altos mandatarios de las editoriales circunspectas. Un bolígrafo azul, una flor blanca de papel prendida del pecho, un periódico del cual recortaba de los hitos efeméridos, las palabras con las cuales jugaba a ser poeta anagramista por las tardes y siguiéndole los trastabillados pasos de loco, un perro blasfemo que fue convertido en can por los dioses del abismo celeste a causa de su mismo adjetivo que le otorga el mismo nombre. Tiene el don de prever el futuro pero su desgracia, o su ventaja, es que perdió la mínima capacidad de hablar y vive feliz su amarga vida de perro.

Eso aconteció en La Ciudad Arqueológica, donde el cuenta-cuentos del aire con chile en la tumba sagrada de una pirámide maldita absorvió el olor de los huesos de una princesa calva a la cual sacrificaron hace mucho tiempo en honor a la diosa de la luna. Su abogado en ese entonces mientras el juicio se gestaba profirió una retahíla insulsa ante el juzgado divino que tachaba de ladrón y violador al quintaescente palabrero que les robó a su concubina acostándose con ella en el lecho peludo de su olfato. Ni los dioses podíanse imaginar las barbaridades que ambos seres en tan recóndito lugar llevaron a cabo a diestra y siniestra. El abogado defensor, en ese instante, aludió que la nariz es la extremidad más elocuente de todas, pero también la más débil ya que se halla expuesta a todo tipo de tentaciones psicoaromáticas afluentes y que si hubieran de acusar a su defendido, primero habrían de revisar las leyes de sus creaciones más adversas, y que si el hombre fue dado al mundo libre, no al mundo libre, sino libre al mundo, entonces, su libre nariz en nada tenía la culpa de haber sido seducida por tan valiosa reliquia y que la lilith de su desgracia en esa huesa que ya no quiero recordar fueron los huesos de la susodicha que si les hubiera importado tanto la tendrían descansando donde debería de estar, a la luz del sol y no ahogándose en el lodo oscuro y moholiento de esa antigua estructura piramidal. Y todavía alegó que el narizado les había hecho un favor y no un atraco, contradiciendo a lo que el jurado aludía, violación de espacio y robo de quintaesencias más comunes, que si los minerales se huelen, entonces ese es un peso de la nariz y no del acusado y que no cabía en la lógica de toda la creación, o sea que señores, ustedes se han equivocado. Punto, puedo sentarme, señoría, tome asiento. Que pase el marido, que se encuentra aquí presente y demanda la pérdida. Que demande a la perdida. Qué ha dicho usted, que la demanda está perdida o ¿desde cuándo los dioses tienen esposas? ¿No es ridículo, su señoría? No cuestione nuestro sistema, sus palabras no son dignas de acusar nuestra utopía, mortal infame y lactero. Su tiempo litigante se ha acabado. Tiene algo más que decir el dios denunciante. Nada más, señor juez, en un lenguaje un poco común al que utilizamos hoy en la tierra pero se alcanzó a entender la intención de su soborno. Su eminencia dio dos martillazos y ordenó que se levante la sesión para abrir un receso y poder castigar por fin al acusado y de paso le tenía una sorpresa al leguleyo ese que qué se creía, que levantar el dedo índice en esta sala sólo está reservado a los que nunca mueren, que por eso ellos andan descalzos no como los mortales que llevan la muerte pegada en sus zapatos incluso mucho antes de que hayan pisado la inerte soledad del mundo.

Continuó la sesión y el fallo fue a favor del demandante, por lo cual la condena se emitió de una manera más o menos no precisa, que el violador de esencias fuera castigado de por vida a no poder alimentarse más que de tostadas con chile y aire y que vagaría de ciudad en ciudad contando sus historias mas nadie más lo escucharía y que si se atrevía a narrar acaso un flato cuadrado, recordemos que los dioses no dicen groserías, que sería apedreado por los mismos ciudadanos que no se dignarán en escucharle, ni aunque fuera a acabarse el mundo o se lo topasen sentado oliendo las esencias de una cantina. Con valentía el cuenta-cuentos de las tostadas con chile asumió toda la responsabilidad de la culpa por el daño que su nariz les hubo causado a los inmortales, pero que gracias por no condenarlo a vivir la eternidad en una celda prolongando luengos pergaminos de oraciones que no llegaban a ningún lado, y el blasfemo abogadillo añadió que él estaba de acuerdo pues que si los hombres están ciegos los dioses están más sordos y eso encendió la irá del dios juez y condenó al servil hombre a vivitar para siempre al cuenta-cuentos mediante una vida de perro, y añadió que tendría el poder de vislumbrar la profecía pero que su boca jamás podría alumbrarla ya que si bien su ínfimo cerebro construyérala a su modo, de su hocico, pues ya se había convertido en un horrible perro, no saldrían más que ladridos debido a que la lógica de la creación no permite que los animales hablen, y que un mugroso perro como él mucho menos y que echen a este animal de aquí pues que con sus ladridos podrían despertarse hasta los muertos que en paz descansan en el cielo. Se levanta la sesión, caso cerrado y el par de vagabundos fueron devueltos a la tierra en una ciudad desconocida donde todo empezó todo lo demás que se ha contado hasta el momento en esta historia fantasmal que no tiene sentido pero que así ocurrió y que ahora escribo escribió escribiendo el cuenta-cuentos que también vive de aire y sueños.

martes, julio 17, 2007

LLaga de Agua

Los fantasmas pueden ser muy feroces e instructivos.
FLANNERY O´CONNOR



Yo soy un fantasma. No es un supuesto, es la infame tesis de mi vida. Un abismo ancestral reafirma el deambular de ruinas sobre la carne y este rostro de roca envuelta en frío celofán inherte de agua y fuego.

Escucho hoy la voz sofocada de la ciudad que se agita. Las nubes oriflamas cubren el cielo aparente... Sin este par de micas en verdad te lo digo, espejo de mi sombra, no existen las estrellas. ¿Y para qué nombrarlas si pretendes no escuchar las coordenadas del silencio?

Voy penando tus andares profiriendo huellas de caucho liso que limitan la memoria de esquina a esquina en derraparte. Mas no pretendo saber en qué rincones más oscuros de ti misma he de encontrar la galería onfálica de tus misterios. Sólo sigo el camino. ¿Por qué he vuelto a este instante?

No soy una mentira. Soy la fiebre ancestral lúdrica en tu boca. Esa larva de tiempo que descansa en tus ojos, soy el aire en tus dedos que a tu vientre delinean. Me enamoro del hueso que sujeta tus muslos, grial de sueños silentes de cuchillas raíces.

Un fantasma es el viento, su presencia marchita, luz sin aire sin sueños, navío blanco sin boca.
Una mancha de cuerda impulsada sin dueña, feroz línea instantánea paralela a tu muerte.

Hubo en ti aquella muerte... Ahora no estás para recordarlo. No eres más, ni lo otro, sino algo más tenaz que la memoria. Escapaste sin razón de ese vacío y ahora eres el hueco de tu nombre en estas hojas, en estas horas muertas que describen tus recuerdos en este solo espacio al que llegaste (pueda ser que) por instinto. ¿Quizás un murmullo en su enferma memoria? ¿No te has puesto a pensar que aquí hay cristales a tu alma? Aquello gris que se empaña ante tu insípido aliento es tu invisible y parco reflejo. Esas manchas de vidrio limitan tu silueta, congelan tus deseos, los que crees encarnados. No podrás regresar al reino de las sombras y condenado andarás tropezando con nada, mustio ante sus ojos.

Dicen que cuando un fantasma congela su mirada fijamente en algo, es que está evocando lo que más amó en la vida. Pobre ingenuo, aquello que abandonaste no te será jamás devuelto. Pero los fantasmas no se dan cuenta de estas cosas y continuarán devolviendo por instinto el rito fiel al pasado.

Los fantasmas no recuerdan a sus dioses y los diablos hacen caso omiso de ellos. Ser un fantasma es ser positivista. Quieren arraigarse en el futuro pero a veces ya no encuentran un pasado favorable a sus murmullos y lo niegan recordando el olvido a veces tan prohibido a los mortales.

Un fantasma es como un sueño quizás, soy la lluvia, el granizo que golpea en tu celda como mil y un yelos ojos que resbalan en la escarcha sutil de tu ventana de arena. Soy el trueno distante, la tormenta pasada que llevóse los miedos, la tristeza en tus lágrimas de esos lagos de cielo.

Me detengo y me voy recorriendo la lluvia, el camino que fluye sin memoria y sin tiempo. Pude verte dormir pero ya lo he olvidado. Regreso al mismo punto donde todo empezó. Sentado en los escalones, el único lugar que puede dar principio a esta historia sin dueño y sin tiempo son estos escalones en los que estoy sentado ahora, donde recuerdo que sentía el impulso por las ganas de fumarme un cigarro que de pronto olvidé y comencé a caminar ¿para conseguir uno al menos? La ciudad es la noche.

...

¿O no serán estos recuerdos memorias empañadas de mi invisible urbano aliento? No ha cesado el mismo ruido, hojas de arbustos lastimadas por alguna gota errante; un viento lejano que se ahoga enredándose en los pinos, cascadas de luz prístina deshacen las marquesinas; ahora que recuerdo, es como si no hubiese despertado nunca de algún sueño eterno. Pasan semanas y semanas diluviándose las horas y yo, aquí afuera no duermo y no encuentro lugar donde refugiar esta soledad que tirita de frío, o que recuerdo tiritar de frío alguno. No veo salir a las personas. Estoy solo en el mundo.Y sin embargo, no voy a despertarte, yaces tan dulce. Ese instante nocturno aunque me muera aquí sombrío no voy a arrebatarte.

¿Y quién dijo que no, que los fantasmas no sabemos de infierno? Olvidar sus recuerdos olvidados... Es una lluvia nórdica, sobre mojado tropical. Escuchar ese ruido de mar sobre el silencio, esa ola lunar que nunca, nunca llega a tierra pero que ya te está revolcando sin dejarte arrodillar en ella... El paraíso está en tus sueños. Procuraré (...) no despertarte (...) para que no salgas a caminar, mujer, bajo la lluvia, recuerdas... (...) Mientras soy este abismo que se llaga de agua, no salgas a caminar, mujer, no salgas.

miércoles, julio 11, 2007

El hado a tu sombra

Pretencioso sonar de soledades vastas. Absuelvo la nostalgia viva que úrdese en mi pecho. La angustia tornasol de los misterios arruinados, sombras constructivas, plexos cubilechos.

Acúsome de retornar al barroquismo de mis ansias, arráiganse en mi lengua quistes lingüísticos más o menos necesarios.

Ahorco la conducta genitiva que revierte la broma intelecta que cruza la bóveda que pueden no-ver estos rictus ojos bramos. Un cometa de jade, algún poeta diría, arde verde en el cielo mordiéndose la cola. Uroboro sin tiempo, solitario circular sin otro horizonte que su propio ritornello.

He vuelto pues devuelto a traicionar la sustancia, lenguaje desmedido, demasiado adjetivo. Pero he de volver con el verbo deslumbrado, Prometeo de los siglos, hincaré tus palabras.
Otro ser ha de escribirse en estas páginas silicias. Otro ser, desesperado, busco adviento el otro nombre. En mí despertarse lo tiene sin cuidado. Colaré su suplicio cuando le ate con el lazo de sal que enarbola la hechicera de mi alcoba.

Busco vertical la poética acostada. En esta ciudad de Abstractos Santos no dudo encontrar la urticaria condena tan erguida en sus ruinas. ¡Ea, Bruja lunar! ¡Cébate en sus ancas! No des paso al silencio, conjura la memoria con instantes incubados, recuerda a tu manera el suceso de las cosas, no des tiempo a pensar lo que una máquina imagina, como las ondas radiales vagan esos eventos, como un rayo fantasma surge algún suceso humano. Huele a templo mi boca, sacrifico mis entrañas como incienso a tu nombre, también te doy mis huesos. Me poso en una muela donde yo filosófico, exhalo no mis culpas, mis lamentos marciales. Y pienso en la ballena devoradora, de jonases, de pinochos y geppetos, marionetas de dios, de los hombres, del destino; a todos por igual una mano los mueve y lleva a cabo sin tregua su voraz fantasía.

Soy puente holocausto en la polar holografía:
Yo no vengo a anunciarles ni ciudades destruidas, yo no vengo a aprender el proyecto del buen hombre, yo no vengo a buscar al hijo pródigo al abismo ni pretendo arrancarle su quijada al asno errante. ¿Qué designio me impulsa? Soy yo mismo el lunar en un instante de lodo... y lo dudo sin embargo:
Pasarán las palabras. Arderán los emblemas. Hay niveles jerárquicos más allá de la noche. Polvo eterno incandescente yace muerto en el cielo, y yo que muero lucerno ni recuerdo haber nacido.

Si pretendo buscarte, hechicera de mi lecho, ¿qué poción me tendrías preparada a mi regreso? ¿Un veneno potente que libere tu nombre? ¿Un blanco leteo que fulmine el amor que desnuda tu sonrisa en este vaso de estela? No pretendo volver a reclamar ese reino, lo perdí hace diez años cuando fuíme a la guerra. Sólo vuelvo al descanso que soporte a mis huesos, indigente, si te gusta, nada más reconocido por los locos y los perros. No matar, es la consigna, pretendientes sin gleba. Ya no están ahí mis hijos, a su madre suplantaron mientras yo me perdía ebrio entre circes morales.

A dónde vas, bello amor, soy guerrero, no poeta. Que si entro a ese mundo me espera otro destino. No me alcanza mi voz para vendérsela al Hades; ni vendiendo por mi puño a los caídos en batalla. Los muertos ya no cuestan, sólo el rito espectral, esa extraña catarsis que los libra de este mundo, dos monedas herradas a fuego en sus ojos.

Pero suerte tendrás si te encuentras un orfeo, ese orate blasfemo que suplica por sus muertas. No hay penélope o maría que resista a su encanto. En sus dedos lira lira la ingeniera caricia que horizonta risueño el arqueo de sus ojos. Si convence a la muerte, ¿por qué a ti no ha de llevarte?

En mi barco suspiro, ante el timón, solitario. Sé que eres la dueña de esta voz que blasfema, pero aún no te la entrego, los dioses hacen daño. He llegado a los confines que conozco en mi universo y una humilde flor azul he ahí de encontrarte, cigüeña, aunque tenga que cortarla entre las lozas del cielo.

Volveré no a tu lecho, al rincón que olvidaste. Observaré maquillarte las sombras que he dejado. Una lamia sonrisa ondinará en tu espejo roto el dolor coagulado de tu amor desvestido.

Volveré, no a tu lecho, sino helado a tu sombra.

martes, julio 10, 2007

El hombre anónimo en el fin del mundo

El hombre anónimo calla. Sigue adentro de la Metrópoli de los Sueños mirando lo que ha quedado de cielo: estrellas de silencio. Todo se lo han llevado, parece. Que ya no habrá más tiempo, fue lo último que escuchó.
El hombre anónimo camina con un extraño libro en su costado: soñando esto, soñando aquéllo, figuras, hologramas, dioses, ídolos que abandonan la seguridad del Absoluto. Escucha un lejano aleteo de palomas... parecen ser balas, cree histriónico. Sombras de tristeza deambulan por ahí, recuerda que hubiéronle dicho. Desatádose ha el Infierno que desfila detrás de la Muerte como cucarachas silentes sin concilio, leyó. Tres helicópteros guerreros pronunciando palabras feroces con un altavoz sobre la selva mostraban las carnes laceradas y desnudas de un cristo muerto clavado en la cruz helicoidal de la máquina volante del centro... No entiende ese sueño, y ya no existen pintores surrealistas que plasmen esa pesadilla, para que quizás, algún josé lo interpretase.
Ahora todo calla. No existe peor ruina que el silencio enmohecido. El hombre anónimo cruza la metrópoli aplastando pavesas y astillas de una multitud de cráneos rotos.

martes, julio 03, 2007

Entrada Gratis

Yo soy un haiku:

Sácame el de sïete.
Voy por el Quinto...



por:

Jandro Pardal
y
Perl Al-Meja

lunes, julio 02, 2007

dios jubilado o la breve reseña del dios de nuestros días (fragmento)

No tener de qué asirse demoniza a los hombres:
El dios de nuestros días es un turista gringo que pregunta por los precios de baratijas replicadas. Anda en short por el mundo y calza unas sandalias; cuélgale de su pescuezo una cámara reflex con la cual fragmenta el tiempo para salvar el esqueleto de su memoria en ruinas. Cubre su dorso una camiseta en cuyo centro amarillo sonríe un emo smile. Le gusta ver el mar, nada libre a sus anchas, luego descansa y bebe una margarita; toma el sol de los hombres, se yergue y desfila sobre la arena blanca. Descubre que la panza le ha aumentado su volumen mas que ya no tiene barba para ocultar su defecto. Por eso vaga infame paseando por el globo disfrutando lo poco que queda de sus cosas. El dios se aburrió de vivir en las montañas y ahora habita hoteles de tres a cinco estrellas. Platica con las putas y suerbe la charla de los viejos pensionados que relatan sus culpas de guerra. Regálale al barman unas cuantas monedas o un billete con su ojo triangular acuñado en el centro recordándole siempre en quien debe confiar. Los jóvenes del pueblo lo admiran como a un ser extraño al cual ya se han acostumbrado a ver rondar entre los caseríos que explora creyéndose las humanas mentiras que los ancianos de aquí cuéntale por antaña venganza. Dios escucha atento mientras los viejitos ríen como máscaras eternas que danzan cachondas frente al rostro divino.

El dios se ha jubilado. Es el dios de nuestros días y por eso vaga infame paseando por el globo. Anda como el viento barriendo los caminos bordados de trébol y juncos en flor en espera de nada por venir, flamable porvenir torturado en sal y lágrimas, espinas de luz que aplasta cuando avanza hollando el suelo.

Vaga infame, aburrido, el dios por nuestro globo. Nada hay que crearse ya, el mundo está perfecto... En el principio era el caos, pero eso era en el principio.

lunes, junio 25, 2007

26

El presente es perpetuo

Llueve sobre mi infancia
llueve sobre el jardín de la fiebre
flores de sílex árboles de humo
En una hoja de higera tú navegas
por mi frente

La lluvia no te moja
eres la llama de agua
la gota diáfana de fuego
derramada sobre mis párpados
OCTAVIO PAZ

Más allá del cuarto de siglo despierto y veo sombras, oigo voces, llego tarde al trabajo todo adolorido, me quedo a recoger tareas aún así. Me fumo un cigarrillo edulcorando el humo amargo con un Boing de fresa... Pero nadie me quitará el loco placer de andar bajo la lluvia en la última hora de la noche de San Juan. Érase una tormenta demasiado fría para mis huesos, aun así, seguía platicando con Axel (caguama en mano) sobre los múltiples destinos del universo íntimo. Nuestro destino en ese momento era estar ahí mojándonos en medio de la calle bajo ese chubasco nortesino sin temor a enfermarnos, probando nuestra capacidad humana de resistir los climas más adversos. Güey, ya estás temblando." "Sí. Sigo temblando, preocúpate si ya no tiemblo. Si voy a ir a la pesca mortal de alguna manera este chaparrón no se compara en nada con las turbonadas gélidas del Pacífico Norte. Resistiré sin enfermarme, me acostumbraré al frío, sigamos platicando; luego, a la sombra del agua nos fumamos un último cigarro antes de que los portales se cierren." No sé si entendió lo que le decía, pues yo estaba hablando en serio.

Varias puertas invisibles se abrieron esa noche. Del otro lado del espejo de mis llamas de agua surgieron mis duendiles abismos y danzaron con el mágico enjambre de gotas que caían como alfileres en mi rostro mientras hablaba tiritando bajo la tutela de nadie. Una pulmonia indeleble de existencialismo en el alma bien pudiera derivarse de esa agua profana.

Las puertas del cielo (sin metáfora) se habían abierto esa noche para que mi boca bebiese de su agua nocturna. Ardía mi espíritu en mi hálito, mi voz hablaba de futuro.

Sin embargo otras puertas se cerraron ese día, mas reconocí la tibieza de mi corazón y su resistencia a las adversas situaciones... Pues vale la pena estar con ellos, el signo de mi existencia, de este lenguaje, de estas notas en mi alma, es el significado de sus nombres grabados junto al mío. Si pude existir dirán (y yo diré) que fue debido a su existencia y compañía y podré morir por fin, yo solo.

Apuramos la cerveza, nos sentamos al calor de la luz y después de extinguir sendos cigarros, Axel subió a su coche luego de que amainase la tormenta. Cerrando el ritual, tuve que bañarme de nuevo para evitar que me diese un resfriado veraniego. No he estornudado, mi cuerpo está listo para comerse al mundo como si fuese un libro abierto.

No tuve miedo de la lluvia, era yo solo ante la líquida inmensidad de un cielo apretado en sus aguas derramándose en mi blasfemo y desafiante rostro. Al final, lluvia era simplemente y el cielo derramábase en mis ojos.

martes, junio 19, 2007

La resaca de Dios en una botella de ron

Los alumnos atraparon un diablo
lo llevaron al profe de física
el profe dijo: por qué diablos
me lo traen

Vayan mejor a mostrárselo a la profe
de ciencias naturales
-hay muchos aquí que no lo quieren-
sus rodillas le tiemblan, quería fumar
pero está prohibido en clase
además ya no tiene tabaco.
DANILA DAVIDOD



¿Qué de pronto mi vida de un giro bien dado y me ponga a atrapar diablos cojuelos de esos de mentiritas que andan en muletillas tentando al cielo? Bien podría excavarlos del discurso de todos los diablos... "Los alumnos atraparon un diablo, lo llevaron al profe de Metodología; el profe dijo: ¿Qué diablos, pues dejadlo chupar de vuestras conciencias!"





Me imagino que hubiera respondido el profe de química... o el de astronomía...





Optaré mejor por sobornar mi alma, profundo y filosófico pez de mis entrañas... Después de todo, no habitarán los héroes en mí y me vendrá mejor un viaje descalzo por el mundo sin sentir tan inhumano peso y sufrir el hambre de África hasta que los huesos de famelgos se me entuman; o quizás guerrear en nombre de los hijos de Dios o de la Libertad acabando con sus Elegidos con las bombas del cielo... Rascar la caspa de mis bolsillos e invertir un poco aconsejado por un loco europeo corredor de bolsa para que América Latina de la tina salga... O quizás mirar el mundo con ojos de chino mas, para fingirlo necesito hacer un gran esfuerzo... En gélidos estanques nadar y sentirme rico porque conozco bien el olor del dinero, el olor a pescado...



Saldré cantando con la resaca de Dios en una botella de ron y birlaré el camino recto mediante una oda de fuego...



Las babas del sueño emergerán por mis poros como diábolas gotas que brotan del abismo rabiosas y sedientas... libar la muerte arrodillada ante la amada sombra es la ambrosía del poeta... utópica deriva tener que zozobrar de vuelta para encontrar otro nudo enarbolado a la vida.



Cuando nací mi hogar fue echado a mis espaldas, profundo y vaciado, lleno de ecos y suspiros... A veces una caja con ojo de vidrio tutelaba mi existencia hundida en el sopor de una humedad licuada al horno. Mi voz quedó pringada en los muros del pasillo donde reclaman rasgándome los ojos, mi abandono. Me he marchado muchas veces, espectros de mi espíritu se han quedado tras el cancel blanco con temor a salir, a escapar, a romperse en el aire... cuando vuelvo me odian como al dios bueno y lisonjéanme como al malvado. Pero no sé de esas cosas y me interno en la casa, avanzo y en el patio, al filo de los escalones, admiro el pasado cubierto de hojas secas u oculto en las ladrilleras que bordean los árboles, como si estos fueran a derramarse.



Una ciruela solitaria arde prendida en la rama gris del árbol muerto y tiñe la luz del sol su ciega miel... La admiro como si mirase el principio de mi vida dentro de mi madre, ese huesito amarillo que puede asemejarse a las bolas de azafrán dispuestas como ojos sorprendidos en una yema de huevo.


La dejo reposar en mi memoria y una lluvia de hojas tiñe el viento de hierba... La palmera, cada vez más alta, aleja en ayunas el amargo rocío de su dulce rancia agua. Cae de tajada un aguacate y al besar el suelo de arrayanes constelado se abre al mundo.





Una nebuloso llorón de tamarindos suerbe el paladar blasfemo de mis ansias y canto el libre lamento de soledad enfrascada en una botella que viaja sorda de isla a isla, playa en playa, besando la arena.


Saldré cantando la resaca de un dios en una botella de ron... Alzo los brazos y huelo en mis axilas la sal entablada en la lengua de los muelles donde espíanme sobrias las putas mocedades de mi alcurnia pervertida, sal de hipocampo, fiel inquisidor del abismo que interroga a las muertas estrellas pegadas en las rocas donde frígidos azotan los látigos de espuma, oh oceánida esquela.



Saldré cantando dormido la vieja canción de las hojas, esas lágrimas secas del solar de mi boca... y ardera el hueso amarillo, carbonzuelo tejido en la roca de la rodilla genitiva de mi garganta... El polvo tiene su propia canción de terciopelo en un panal de abejas. La golondrina olvidó el canto de lodo debajo del tejabán que arrullaba a la pila de mis batallas submarinas e infante ingeniería. La fosa misteriosa que guardaba juguetes de rosa y mierdolaga, eran las tripas de mi casa dando asilo a gusanos y otras cosas demasiado vivas.

Una parvada de pericos parlantes hacen escala en el aguacate de mi tía, me llaman, me retan me instan a atraparlos pero soy pequeño y prefiero quedarme por siempre con la lengua de otras tierras y la suavidad verde de sus plumas en mi hálito... Me burlo del gato sigiloso que asciende por el árbol con la pícara inocencia felina de sus ojos... Tiempo de volar y para evitar la vergüenza se hace el dormido sobre una cómoda rama.

De bolas se llena el cielo, relámpagos furiosos inundan la calma vespertina, son el temor de la palmera que apunta sinvergüenza hacia el cielo despojado. En esa tierra parece que llora el cielo por la tibieza de sus lágrimas...

Cuando nací mi hogar fue echado a mis espaldas, vaciado, profundo, y es por eso que de ecos, noches tristes suspiro... "Con la certeza de que tú Cesáreo Verde, lo sentías. Yo lo siento humanamente, hasta las lágrimas." Volveré cada vez, mientras mi cuerpo tenga la certeza de poder mantener la energía de sus átomos, choque de partículas, miasma de dudas, alto destino transfigurado en una blanca flotilla veraniega que explora las raudas corrientes de la calle hasta el río, ese arroyo flaco donde hoy solamente cantan las ranas melancólicas una monótona canción que dicta un camino hacia otro vertiente. Me he marchado muchas veces, quizás no volveré algún día, ¿y por qué quizás, si esa es la certeza? Será que es que sí, mis sueños brotarán de los muros y las cosas.

Ante los escalones y el patio, doyme la vuelta y regreso al pasillo, llevo mi mano a mi frente y seco el sudor vespertino, soporífera red húmeda...

Hecho una sopa, recuerdo algo así como la tonada de una canción crepuscular, en mi dispersa memoria... se evaporan mis sueños, todo se vuelve sólido, todo regresa al tiempo e intento recordar pero en jamás, olvido.

Póngome de pie y me calzo los zapatos, tallo mi rostro y pienso en un viaje como fuera de este mundo, donde iniciaba una peregrinación sin retorno acompañado de una tonada, y una canción que ya he olvidado...


Me dirijo a la cocina, abro el refrigerador y saco una botella de coca-cola de su vientre frío, la destapo y luego de un largo, largo trago, cruzo el pasillo de las voces y las sombras cubiertas por capas tras capas de pintura y salgo a la calle, para ese momento olvidé que olvidaba una canción y una tonada, mas no la resaca de Dios y su lamento en un frasco cerrado...

Luego de una cruel tortura, ya veremos si no lo convierto en un diablillo cojuelo...