miércoles, julio 11, 2007

El hado a tu sombra

Pretencioso sonar de soledades vastas. Absuelvo la nostalgia viva que úrdese en mi pecho. La angustia tornasol de los misterios arruinados, sombras constructivas, plexos cubilechos.

Acúsome de retornar al barroquismo de mis ansias, arráiganse en mi lengua quistes lingüísticos más o menos necesarios.

Ahorco la conducta genitiva que revierte la broma intelecta que cruza la bóveda que pueden no-ver estos rictus ojos bramos. Un cometa de jade, algún poeta diría, arde verde en el cielo mordiéndose la cola. Uroboro sin tiempo, solitario circular sin otro horizonte que su propio ritornello.

He vuelto pues devuelto a traicionar la sustancia, lenguaje desmedido, demasiado adjetivo. Pero he de volver con el verbo deslumbrado, Prometeo de los siglos, hincaré tus palabras.
Otro ser ha de escribirse en estas páginas silicias. Otro ser, desesperado, busco adviento el otro nombre. En mí despertarse lo tiene sin cuidado. Colaré su suplicio cuando le ate con el lazo de sal que enarbola la hechicera de mi alcoba.

Busco vertical la poética acostada. En esta ciudad de Abstractos Santos no dudo encontrar la urticaria condena tan erguida en sus ruinas. ¡Ea, Bruja lunar! ¡Cébate en sus ancas! No des paso al silencio, conjura la memoria con instantes incubados, recuerda a tu manera el suceso de las cosas, no des tiempo a pensar lo que una máquina imagina, como las ondas radiales vagan esos eventos, como un rayo fantasma surge algún suceso humano. Huele a templo mi boca, sacrifico mis entrañas como incienso a tu nombre, también te doy mis huesos. Me poso en una muela donde yo filosófico, exhalo no mis culpas, mis lamentos marciales. Y pienso en la ballena devoradora, de jonases, de pinochos y geppetos, marionetas de dios, de los hombres, del destino; a todos por igual una mano los mueve y lleva a cabo sin tregua su voraz fantasía.

Soy puente holocausto en la polar holografía:
Yo no vengo a anunciarles ni ciudades destruidas, yo no vengo a aprender el proyecto del buen hombre, yo no vengo a buscar al hijo pródigo al abismo ni pretendo arrancarle su quijada al asno errante. ¿Qué designio me impulsa? Soy yo mismo el lunar en un instante de lodo... y lo dudo sin embargo:
Pasarán las palabras. Arderán los emblemas. Hay niveles jerárquicos más allá de la noche. Polvo eterno incandescente yace muerto en el cielo, y yo que muero lucerno ni recuerdo haber nacido.

Si pretendo buscarte, hechicera de mi lecho, ¿qué poción me tendrías preparada a mi regreso? ¿Un veneno potente que libere tu nombre? ¿Un blanco leteo que fulmine el amor que desnuda tu sonrisa en este vaso de estela? No pretendo volver a reclamar ese reino, lo perdí hace diez años cuando fuíme a la guerra. Sólo vuelvo al descanso que soporte a mis huesos, indigente, si te gusta, nada más reconocido por los locos y los perros. No matar, es la consigna, pretendientes sin gleba. Ya no están ahí mis hijos, a su madre suplantaron mientras yo me perdía ebrio entre circes morales.

A dónde vas, bello amor, soy guerrero, no poeta. Que si entro a ese mundo me espera otro destino. No me alcanza mi voz para vendérsela al Hades; ni vendiendo por mi puño a los caídos en batalla. Los muertos ya no cuestan, sólo el rito espectral, esa extraña catarsis que los libra de este mundo, dos monedas herradas a fuego en sus ojos.

Pero suerte tendrás si te encuentras un orfeo, ese orate blasfemo que suplica por sus muertas. No hay penélope o maría que resista a su encanto. En sus dedos lira lira la ingeniera caricia que horizonta risueño el arqueo de sus ojos. Si convence a la muerte, ¿por qué a ti no ha de llevarte?

En mi barco suspiro, ante el timón, solitario. Sé que eres la dueña de esta voz que blasfema, pero aún no te la entrego, los dioses hacen daño. He llegado a los confines que conozco en mi universo y una humilde flor azul he ahí de encontrarte, cigüeña, aunque tenga que cortarla entre las lozas del cielo.

Volveré no a tu lecho, al rincón que olvidaste. Observaré maquillarte las sombras que he dejado. Una lamia sonrisa ondinará en tu espejo roto el dolor coagulado de tu amor desvestido.

Volveré, no a tu lecho, sino helado a tu sombra.

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