lunes, julio 23, 2007

Octava profecía

"Cuenta la leyenda que algún día
morirá la luna y con ella
todos sus muertos."
J.P. EL PARAÍSO DE LAS SOMBRAS



Amplio el sendero oscuro de mis deseos se abre oculto ante los pasos lácteos de tus sueños más inocuos. No sé despertar aún la noche, ¿la has visto? Yo sé que hay en sus ojos una dama oscura que todo lo envuelve y se lo deja empeñado a las piedras que miran con recelo a las estrellas que se burlan de su insípido destino: dormir en la tierra como ángeles caídos que perdieron el rumbo hacia el infierno es una pauta más que yace grabada en su sólida ceguera. ¿Me escuchas? Recuerda. No hay eco despiadado más agudo que el silencio que vibra en sus misterios. ¿No hay una octava profecía? Pandora impide revelarnos todos sus secretos que se escapan como el humo que se desprende de tus vísceras en sacrificio.

Remiendo la hecatombe de los sueños en tus manos y doy matiz y cuerpo al mapa impreso de esa antigua ruta de la seda que conduce a los bravos mercaderes a admirar el perfil de tu estatua salina en medio del camino hacia tu vientre. Terremotos de dudas sacúdenme al pensarlo y los cristales de tu imagen estréllanse en mi pecho. Cortinas abisales obstruyen tu santa desnudez dormida. Tu numen, mi pequeña, incluso al diablo ha sorprendido. ¿Por qué virar hacia las runas de tus ojos si estas son las sombras de mis sueños? ¿Lo sabes tú, voraz sedienta? Han salido de ti todos esos gigantes de hielo y ni el tuerto profeta que ahorcado en tu rostro suplica en mil destellos que desates tu lengua de su cuello rasgado esta vez podrá pararlos.

Llueve. Llueve sobre la seda. Llueve sobre la carta que te envuelve sucinta. Llueve sobre las costras de lodo en el rostro de tu luna herida. Llueve sobre el silencio glaciar que te contiene, una sábana de nieve oculta el piélago magma de tu cuerpo. Una vez llueve sobre tu nombre no pronunciado donde encalla mi sordera de sílex apedreada por los necios testigos que alimentan tu solsticio. De noches vengo a medianoche y no me pongo en todo un día, pero yo sólo sé diferenciar lo que es arriba y lo que hay abajo. Hay una noche en la que no verás mi rostro mas no significa eso que estaré muerto: lejos de ti, ya nada tiene sombra.

Amplio el sendero y no sé aún cómo despertar la noche. ¿La has visto? Todo lo envuelve con su pecho, un corazón ceniza se desgasta en la verde pizarra de tu océano, caen sobre el cielo sucios copos de harina, la luna pierde el rostro, de sal será la noche podridamente oscura. Un azul relámpago podrá salvar tus sueños si miras hacia el horizonte donde cielo y mar son uno. Ígnea tez de sol que en árboles encalla, arroja tus ángeles al fondo o devora este hígado albino, incéndialo en las llamas de tu boca.

No sé cómo despertar la noche, volátil luz, ¿le has visto? Nadie aún su velo ha levantado. Cae tu rostro lleno en mí, cilícia tela arraigada en las heridas, dos brunas gotas que vislumbran el elixir de tus sueños mancillados.

Ni tus cuernos alfanges prometen someter el tiempo, toro blanco de arena cuyo embudo lunar rezuma en mis oídos. ¿Recuerdas? ¿La has visto? Esta noche tocará a tu puerta e inundará de blancas tinieblas el pasillo de tu voz. Hablarás en lenguas nórdicas, soñarás no haber nacido, en la montaña, en el lago, en la mar de eternos hielos un lupanar de jaurías nubes devorará el pálido disco de fuego que tirita congelándose en el vacío blanco del cielo.

Y el ocaso poblará el camino. Fantasmas de arena trasumantes arderán en silencio desgranándose secos en una árida llovizna. Muda corriente de conjuros horizontes, hablarás lenguas sílfidas y barrerás sus legajos. Las piedras están sordas, no escuchan rascarse la risa a las estrellas pero saben que llegará la hora en que la noche no más va a sostenerlas y querrán matarlas. Pero las piedras son tontas y no saben el secreto, quienes se burlan son fantasmas que aparecen en el fondo para evitar la confusión de no poder ver nada. La lira de mi voz ahorcada palpitará en el cadalso de los sueños muertos suspendida en el éter, tañida por los dioses. La caja ya está abierta, mira arriba, el suelo, la nieve interna de tu voz de arena... Sólo una noche de ti estaré ausente, no cuestiones a la dama de ojos velcros.

Sólo un ocaso, ¿me escuchas? y volveré a desnudar el humo de tu sed en el oscuro estanque de tu lecho lleno de algas y tortugas y almas de viejos amores naúfragos en el piélago hálito de tu sorda soledad dormida.

1 comentario:

Marietta Dedalus dijo...

Ouch, siempre chingón pasar por aquí.. no mames, bonita literatura, honesta y honda, de esas que se agradece.

Puse tu sombra en mi pared bloguera.. echale un ojo a mi blog jeje por ahí andas, y por cierto, la original ahí está guardada si todavía la quieres, vale?

Saludotes, cuídate.