martes, junio 24, 2008

Quema del tiempo esculpido en una gota de agua

El agua era muralla. El aire endurecía
de súbito como una roca viva. Era tiempo
tranquilo el de la lengua que vibraba...
JAIME LABASTIDA

Actuar para arder la historia.
Doblar el cielo en una hoja cuyas líneas trazadoras forman la incisión de un plano al despejar las nubes en el aire.
Virar un triángulo en un beso y repetirlo en tu lengua huracán de lava viva, distante, hoy encallado como la voz de un ave malva encajada en el preludio de tu boca blanca.
Virar para no ser amordazado con las arrugas de tus manos hembras.
Probar la sombra de tus labios negros y olfatear el coral de miel que se destila en tu soleada dermis que alborótase en gritos do se escurren las estrellas zarandeandose en tu cuello.
Capullo del mundo, ciudad de jade. Pierna por piedra se enhiesta el arco. No voy a reprochar el borde de tus lentos murmullos, allí donde el decreto dista azotes en un rostro, es allí donde junio calló apagado y yace en medio de paredes de agua, desnudo, contra el muro olor a espinas; fuiste tempestad de pianos despeñándose en una gota en la turbia barranca nocturna de una llaga anclada en una garra toda goznes.
Bajo el agua también se quema el tiempo en esta hoja de hierro. Se aprieta su gangrena torquemada inquieriendo a la inocencia ahora doblada en un fragmento ahogado que se estira acartonando las mentiras que brotan como saetas de piedra que se pudren bajo el húmedo eco de un sutil bostezo desenrredando terciopelos de humo.
Dime que no entendimos nada. Mas tu fantasma aún está en el mundo, ciega flor partera de la herrumbre.
Harás arder la herida.
Respira pozo petrolero, tubo mentido en la cuchara donde suerben los pobres por mitades.
-¿Dónde están los esclavos? Preguntas. "Ahora son drenaje y podredumbre. Otros cavarán en busca de nosotros." Contestó una voz ciega e intestina.
Bajo el agua también la cólera se inflama y aprende zurderías triturando metros secos.
En la hoguera los profetas desentrañan el fuego con cinceles de viento y ahí encontrarán un crepúsculo muerto, hediondo a tripas de árbol, a venas empuñadas en el olor dormido de la tierra.
Es allí donde ha encallado junio, vientre risueño tejido en hebras de agua roja, límite extraño donde bebe un pozo ciego, un naúfrago beso en el fulgor de unos labios que doblan el cielo para quemar la historia en una hoja de agua hundida en el metálico fulgor esculpido de un relámpago.
Que se desnuden las tinieblas de tus dedos, caricia de ámbar. Mira atroz la plaga de tus brasas mientras respiras piedras azotadas por la orilla del aire que de súbito hase endurecido.