martes, septiembre 16, 2008

Ruth

¿Recuerdas cuando veíamos las nubes caminar

sin rumbo fijo?

Era verano el cielo, una colina verde

y en la tarde en suspenso pasearon nuestros sueños

cual selenofanías que al recorrer tus ojos

negros se anidaron encantando de tu vientre

los pliegues del abismo que dejaste al marcharte.

 

Disolviste el amor en la bruma del alma.

Descendimos la sierra

para después besar la arena

Era el mar con sus gritos quien clamaba tus huellas.

Abrazamos la noche misteriosa y fantasma.

 

Te colgaste a mi cuerpo cual sirena que a Ulises

endulzábale el fuego amarrado en su mástil

con su lengua de barro atada a sus oídos.

 

¡Querías ser sus huesos, oh, divina criatura!

¡Querías ser su sombra!

Silueta de humo oculta ceñida en piel de nieve

transparente y revuelto dolor en las sombrías

cruces del insomnio donde habita tu carne

emancipada del tiempo entregado

a las barcas sin almas que vagan en la cueva

del silencio perdido en la celosa noche amarga.

 

¿Recuerdas que te di la luna

cuando fuimos a nombrar ejércitos de nubes

a orillas de una fuente sonriente de burbujas?

Una colina el cielo era el verano verde

y en el alba en suspenso brotaron nuestras flores.

 

Era la mar un dulce, en tus mejillas fuego

disuelto en las estrellas estriadas de las noches

sin tiempo en donde tu y yo

sopesamos el cosmos

cortando collares orlados de nieve

como el blanco destino de los hombres que huyen

ante tantas conquistas de futuras sirenas

cuyas lenguas de barro y de confitería

alargaron la noche infinita del caos.

 

Silventas de humo ocultas en las huellas del sueño

caminantes del aire perfumadas de azahar

¿exactamente qué, decidme cómo olvidan?

 

Se han cortado las vetas cuyos puertos no nombran

¿por temor a qué, decid?

Nubes de polvo húmedo nublado han mi lucidez.

 

¿Recuerdas que te di la luna que te di?

Era un verano líquido en la colina verde,

un dios atroz fermento de luces y de sombras.

 

La mar era un caballo, negro como el destino:

yace muerto, y arrecia e inunda el sueño herido.

La mar era un cuchillo y de sauce sus cabellos

cortaron mi garganta profunda en agonía.

 

Crucé el insomnio oscuro, viré la noche plea:

¿Recuerdas cuando vimos las nubes caminar

bajo la sierra verde, sobre la arena entera?

sábado, agosto 30, 2008

Si despiertas... Visión infante (en Los sueños del Profeta Blasfemo)

Si despiertas, recuerda que no hay otro mañana.

Es el mismo de siempre que ya te está esperando.

Te levantas, ves la bruma. Tu Luna ya se marcha...

EL PROFETA BLASFEMO

Acto I

El primer pato

Viste cada episodio de tu vida reacomodándose al azar del tiempo. cada mujer y cada hombre vibraron en tu palabra sobre la alfombra roja ya perpetua de tu lengua. Viviste todas las desgracias, también toda la dicha. Viste a tu madre concebir la muerte y a tus amigos virarte las espaldas. Viste los días conseguir sus noches preñadas de estrellas como el mar lleno de perlas que son arena y conchas.

Eran viejos fantasmas anidados en la noche penando lumbre en las calles de tus sueños. Clichés de cada sombra, chinescas mocedades venían hacia ti para decirte nada como a una voz por teléfono a la que no le ves los ojos. Luego corrías con la mentira clavada inocente en tu oído y susurrábasle otra cosa a ti parlamentario. Crecías cada noche debajo de tu cama luego salías a la ventana para sentarte y ver cómo las figuras rancias se pasean de una acera a otra donde las puertas viven de par en par abiertas: te saludan, gritan y sonríen y se marchan y continúan palabreando sin despedirse como reza la costumbre hasta pronto doblar y dar la vuelta en una esquina donde parten los murmullos como periódicos de fuego hacia algún horizonte donde ya está amaneciendo, donde todo se deslumbra y se deshace desde lo hondo. Te quedas en medio de la calle viéndote a ti jugar con el pasado en ese pantalón corto de tirantes y una camisa blanca rayada de espectros rojos congelados sobre la última cena y varias cajas de regalos sobre la mesa. Te levantas, ves la bruma, tu luna ya se marcha...

Era algún otro tiempo pero todo había cambiado en el pasado. Viste cada color vestido de otra forma, viste cada sonrisa entuerta y sordomuda y opacas ya a las horas ceñidas en el olvido que hollaban tu memoria también hecha de tiempo.

Acto II

El segundo pato

Hecho de tiempo es todo como la miel azul del día que se escurre y el azafrán nocturno y prieto dentro de un frasco oloroso de conserva para saber que todavía existes, para saber qué había antes, para encontrar las huellas húmedas donde surgió tu nombre cojo: debajo de un ladrillo aquella mañana de verano entre las ninfas y las tortugas cuyos caparazones eran piedras en la canícula y despertaban en la lluvia; colgado en una rama columpiándose mientras silba un estribillo a secas que azuza una fogata de gallos pintos para quemar las mieses de la vida talladas en tu rostro; quizás de cerca, muy de cerca de aquel molde donde mamá mayor tejía sobre el baúl de sus secretos aquél moreno dulce que divertía el paladar infante de la tarde y se anidaba en tus entrañas para siempre. Cómo olvidar las horas cocinadas solo a fuego lento en el horno del patio de ladrillo y lodo. Bolitas rosas y palitos de oro, qué binarias golosinas transformáronse ahora en esta sopa de letras de canela, harina y lumbre dulce.

Quizás la noche un día te lo devuelva todo: las mañanas de domingo coloradas y tiznadas de brasil y un cazo de bronce todo prieto sobre el carbón al rojo vivo cuyo olor abrazaba tu hambre con sus rellenos y anudados manjares de masa púrpura y un vaso blanco lleno de pura leche bronca para engordarte la sonrisa llena de recuerdos de tejabán húmedo donde gustábate mirar durante horas tu rostro en esa pila llena de monstruos verdes que emergían en la noche para bailar bajo las hojas de los árboles que resguardan todavía la sombra mágica del patio. Allá en aquél limón aun alumbra un tesoro, enfrente de ahí un perro blanco se aparece y más allá maullan los gatos aparéandose en las bardas mordiéndose los cuellos y las colas como si fuera lo más mágico del mundo. Hecho de tiempo es todo como la miel que sabe a noche. Te levantas, ves la bruma... ¡Tu luna! ¡Tu luna ya se marcha!

Acto III

El tercer pato

Debajo de la noche dentro de ese tejaban de musgo brillaban las canicas como las nanchis en el suelo. Encima de la noche también brillaban esos glóbulos de vidrio, ojos perdidos condensados en el cuerno del tiempo. Cada color crujía de diferente tamaño ya en la batalla, ya alineadas como un ejército imperial aguardando fiel por su rey como una épica máquina de guerra que ganó adeptos y prisioneros en combate victoria tras victoria llenando tus bolsillos, llenando frascos de vidrio, llenando baldes de agua para lavar su sangre de cristal derramada en aruñones sobre el campo de batalla que construiste sobre la tierra con estrategia pensando en las trampas que le tendiste al enemigo sistemáticamente entre todas tus ventajas para ganar la gloria.

Hasta que ese aciago día luminosa tu esférica victoria murió con su príncipe partido a la mitad luego de tantas legendarias lides se escindió su corazón de agua, vientre y coraza que encontró valientemente su desgracia y ruina. Su imperio se desmoronó luego de esa fecha. Se vaciaron los baldes de agua ya de agua, los frascos se rompieron ya vacíos y tus bolsillos de tela descosiéronse y no pudiste guardar nada pero tú crees que algún día cuando abordes tu luna encontrarás la médula de tus fuerzas sembrada en el gran patio cuando quizás la noche un día, quizás, te lo devuelva todo.

Epílogo

El niño y sus patos

Si despiertas, recuerda que no hay otro mañana.

Es el mismo de siempre que ya te está esperando.

Te levantas, ves la bruma: Tu Luna ya se marcha.

Y tú y tu corazón se parten: silbando, silbando.

jueves, julio 31, 2008

Rachas de tierra

Sobre la tierra amarga,

caminos tiene el sueño

laberínticos, sendas tortuosas,

parques en flor y en sombra y en silencio;

ANTONIO MACHADO

 

Criptas tortuosas de tamaño muy variable

son el daño parcial de su migrante ausencia

Arrumbado en las sombrías paredes

polvoriento está su aroma, está su ocaso

rosado como el cielo

rancio de otoño

 

Pero en algún beso detuve

el dolor siempre,

siempre fugitivo y siempre pálido

en estas rachas de amarga tierra

 

En algún cuerpo alivié la sed

abrevada entre dulces blancas sombras

para quedarme aquí

mudo y colgado

en un bostezo histrión vacío

 

Ahora julio se deshace a cántaros

trenzado en sueños

llenos de ti jugando al viento

y a la fuente marchita

donde una doncellita

arrancó una humilde flor

para recordarte, para recordarnos que

el alma brota llena y transparente

se lleva algunas cosas y regresa

ardiendo corazón silente, mago

de ojos negros que te ven cantar

aguda espina amada

clavada en mis costillas

 

Caminos tiene el sueño

tortuosas sendas laberínticas

donde las rosas flotan

en las manos fantasmas de cristal

que cuentan la leyenda de una rosa

en una plaza vieja

ante la ingenua sombra de unos niños

que nunca llegaron a la fuente

y fueron polvo, amargas rachas de tierra

martes, junio 24, 2008

Quema del tiempo esculpido en una gota de agua

El agua era muralla. El aire endurecía
de súbito como una roca viva. Era tiempo
tranquilo el de la lengua que vibraba...
JAIME LABASTIDA

Actuar para arder la historia.
Doblar el cielo en una hoja cuyas líneas trazadoras forman la incisión de un plano al despejar las nubes en el aire.
Virar un triángulo en un beso y repetirlo en tu lengua huracán de lava viva, distante, hoy encallado como la voz de un ave malva encajada en el preludio de tu boca blanca.
Virar para no ser amordazado con las arrugas de tus manos hembras.
Probar la sombra de tus labios negros y olfatear el coral de miel que se destila en tu soleada dermis que alborótase en gritos do se escurren las estrellas zarandeandose en tu cuello.
Capullo del mundo, ciudad de jade. Pierna por piedra se enhiesta el arco. No voy a reprochar el borde de tus lentos murmullos, allí donde el decreto dista azotes en un rostro, es allí donde junio calló apagado y yace en medio de paredes de agua, desnudo, contra el muro olor a espinas; fuiste tempestad de pianos despeñándose en una gota en la turbia barranca nocturna de una llaga anclada en una garra toda goznes.
Bajo el agua también se quema el tiempo en esta hoja de hierro. Se aprieta su gangrena torquemada inquieriendo a la inocencia ahora doblada en un fragmento ahogado que se estira acartonando las mentiras que brotan como saetas de piedra que se pudren bajo el húmedo eco de un sutil bostezo desenrredando terciopelos de humo.
Dime que no entendimos nada. Mas tu fantasma aún está en el mundo, ciega flor partera de la herrumbre.
Harás arder la herida.
Respira pozo petrolero, tubo mentido en la cuchara donde suerben los pobres por mitades.
-¿Dónde están los esclavos? Preguntas. "Ahora son drenaje y podredumbre. Otros cavarán en busca de nosotros." Contestó una voz ciega e intestina.
Bajo el agua también la cólera se inflama y aprende zurderías triturando metros secos.
En la hoguera los profetas desentrañan el fuego con cinceles de viento y ahí encontrarán un crepúsculo muerto, hediondo a tripas de árbol, a venas empuñadas en el olor dormido de la tierra.
Es allí donde ha encallado junio, vientre risueño tejido en hebras de agua roja, límite extraño donde bebe un pozo ciego, un naúfrago beso en el fulgor de unos labios que doblan el cielo para quemar la historia en una hoja de agua hundida en el metálico fulgor esculpido de un relámpago.
Que se desnuden las tinieblas de tus dedos, caricia de ámbar. Mira atroz la plaga de tus brasas mientras respiras piedras azotadas por la orilla del aire que de súbito hase endurecido.

jueves, mayo 29, 2008

Rev

Desperté de un letargo de treinta años

fui el sueño de alguien

la pesadilla de otro

(...)

ROBERTO VALLARINO

 

Hay una premonición que inventa el alma empeñada en un acuario. El aire se ha fragmentado en minúsculas burbujas cuyo peso vale más que el que se infla en mis ojos. El cielo no es más que una plástica película que distorsiona el universo tejido en sombras e hilos de luz.

El arco del tiempo se revienta transparente en el letargo que habito dentro de esta pecera que almacena mis latidos ahogados en una profunda calma y líquida agonía.

Soy una pesadilla soñada en un trago, un nervio ajeno estallando en la ruleta invisible del sueño de un pez moribundo. ¿Qué voces guarda la energía trazada mientras no despierto?

¿Será que el alma depende de una codificación eléctrica? Millones de partículas traman el hálito escondido en mis entrañas. Repto en un joven haz de luz siguiendo un antiguo camino donde los recuerdos dejaron ya de circular, un camino viejo lleno de escombros y rotas sustancias luminosas.

Arranco un ramillete de axones que le dan fin a una secuencia fresca en un acto. Soy el sueño de un pez y la pesadilla de otro en este sitio rotundo como el continuo vagar dentro de esta jarra que incuba la carne de mi espíritu en conserva. Yo sólo sé que es la agonía.

La materia elemental nunca olvida, siempre queda huella de algo, siempre. Yo soy la huella de muchas cosas y personas, contengo átomos que hablarían sin inmutarse de la creación del universo y sobre todo, del hombre. Soy una pequeña síntesis del mundo, así de simple. Isla, sí, mas no desierta.

Fui el sueño de alguien, la pesadilla de otro:

El mundo arde en mi pretérito y lo apago con mis ojos alados de futuro. ¿Te arden los ojos ahora que no cae la miel balsámica de mi mirada embebida en la tuya? Ahora mis ojos son ámbar y dentro de ellos tengo atrapados fósiles de todos los instantes. Quizás las lágrimas también se enduren con el tiempo, demasiado mar para tu nombre oculto en una gota del tiempo, este corazón de hombre demasiado poblado.

Y cuando desperté, mi alma ya no estaba allí.

miércoles, mayo 14, 2008

Plaza Azul de los Sueños

En las plazas azules de los sueños

duerme con nosotros

ROBERTO VALLARINO

 

Era el Infierno. Lo supimos desde siempre por las llamas que emanaban de aquella galería ácida cuando mirábamos su interior sorprendidos de su calidez a través del cristal. Esas flamas eran como el aire llenándose de partículas de plomo lamiendo nuestra piel.

No sé qué hacíamos ahí, pero parecía el lugar ideal para volvernos a encontrar, no había otro lugar, tú me lo dijiste mientras te abrazabas a mí y disimulabas hablar como una fresa para luego corregirte y decirme que no te arremedara pues no querías parecerte a "esa vieja" en específico.

El Infierno era un centro comercial. La gente caminaba tranquilamente observando lo que aparecía a través de las galerías: un coro de hermosas bailarinas de ojos verdes; un televisor con boca integrada en la pantalla de atari a la que le gustaba que le dieran miel de abeja y cocaína para... (no sé que utilidad tendría ese aparato, ahora que reflexiono); un mago orejón con voz de merolico que anunciaba las últimas ofertas del momento y una diabla vestida de angustia con traje sastre persiguiéndonos por todo el pasillo hasta que se le acabó la tienda y se quedó parada en la puerta.

De todo se hablaba en el Infierno, menos de lo que corresponde a un infierno decente. Parecía el lugar ideal, sí, me di cuenta. Sólo existíamos tú y yo congelados en ese momento eternamente a sabiendas de que mañana, es decir, ahora, nos esfumaríamos y no seríamos los mismos desde entonces.

Y tú me amabas, profunda y sin miedo. Eso me dijiste, abrazada a mi dorso. Y yo no podía sentir otra cosa. Teníamos que amarnos en ese mismo instante porque mañana ya no sabríamos de ninguno de nosotros. Un extraño despertar succionaría todo lo que fuimos en ese instante. Y no me refiero a morir, me refiero a otras causas que no nos importaron, para qué.

Te conté de mis sueños, me platicaste los tuyos y comprendimos que debíamosnos el uno al otro en ese vientre azul iluminado.

No sé por qué entraste a esa tienda extraña. Perdimos mucho tiempo mirándola hablar a esa boca maldita. Nadie lo sabe ni lo sabrá nunca pero hasta El Maligno se retiró temblando. Eso es lo que dicen en este departamento de sombras donde me mantengo anónimo esperando el eterno despertar de tus sueños. Aunque aquí dicen que una vez soñada esa materia prima tan volátil, se esfuma, que cuando regreses no serás ni la sombra de tu sombra. Podrás encontrarte conmigo en el camino, pero el destino juega con sus piezas y no sabremos que soñamos ese día o esa noche que nos contamos todos los misterios de nuestro apocalipsis, por eso era el infierno, no cabe duda, sólo ahí fuimos libres de no mirarnos en los otros, sólo ahí descubrimos la materia desnuda con la que estamos hechos todos sin compararnos como prisioneros en una refinería de almas.

No tengo idea de si era el Paraíso, pues no se parecía al que desde que tengo noción de vida me han descrito. Quizás también ahí llegó el progreso, era inevitable, quién lo creó tuvo que pensar en hacerlo mucho más atractivo y vendió el predio para hacerlo más rentable y suntuoso para la posteridad.

No, era el Infierno, tú me lo dijiste. Cómo dudar de ti, verdad. Todo lo que dices es tan cierto, me dijiste que me amabas, puedo recordarlo. Te encontré mientras ibas caminando conmigo hacia esa galería amarilla que de pronto empezó a flamear por dentro. Y te pregunté, si era el infierno, tú me dijiste que no cabía duda, era un lugar con llamas, ¿no? Te abracé, no pude evitarlo, no pude resistirme a tu boca solitaria y medio abierta, tu boca analgésica llena de respuestas. No cabe duda que eras tú, resucitada y perpetua llena de cosquillas en la lengua matriz sin ese miedo buitre agudizado en mis costillas.

Cada vez que el tiempo se agotaba, es decir, nuestra lucidez de eternidad se disolvía, podíamos escuchar un par de guitarras judías cascando nueces brasas en medio de un herbajal de circuitos amontonados en un eco sordo al pie de un árbol solitario en la sabana africana o en la pampa argentina o en el llano de jalisco, así con gran minúscula.

Pero nunca se borró nuestra sonrisa, no teníamos otra cosa.

 

Alguien, quizás, soñará nuestro sueño. Alguien con más habilidad tal vez lo atrape y se lo quede para siempre. (No hay devoluciones) Sabías bien que yo no tengo los recursos para traerlo de vuelta. Por eso viniste, dijeron, por eso volviste para pasar unas horas que alguien más comprará en aquellas galerías sitiadas por un sin fin de ojos consumidores injertados en sus rostros vacíos.

Y tú recordarás que fui tu boca cada vez que el tiempo se agotaba.

 

Era el infierno y lo supimos ese instante a la deriva ardiendo en nuestros ojos.

sábado, abril 05, 2008

Visión profética (en Los sueños del profeta blasfemo)

Acto 1

Dios es una ola, el diluvio emergente del humor de las plegarias de nuestras carnes ahogándose sobre un tablón de náufragos dentro de la tormenta grabada en un pasaje bíblico.

Dios duerme en la ola, se crea en un sueño sepultado bajo el agua donde sabemos su presencia porque le pulsa la llaga del corazón como un capullo de luz en una alberca de larvas nocturnas que cultivan pesadillas en su rostro.

Sueño de Ofelia que no logra emerger bajo esa pesadez azul que rasga y aprisiona su rostro lastimado porque yace aprisionado bajo una pecera que fragmenta las opciones de salir vivo con los ojos estrujados y los labios exprimidos divaga entre diversos mundos en un sueño de agua salobre dentro de la piscina de un sanatorio vacío.

El agua es el portal inmarcesible que lo suspende flotando a la deriva en un desliz onírico patinando sobre una constelación de hielo llena de arcángeles morenos que rodean a la sirena gorda fragmentada en trazos verticales sobre una enciclopedia virgen.

Dios es una ola, los litros de hojas que estallan en el litoral de la nada impresa en el abismo neutro de una burbuja solitaria.

Es una ola, Es una ola, Es una ola...

(Alianza inmersa en la marea de nuestros ojos)

(Arca flotante sobre el diluvio mar que escucho)

...................Solo una ola.......................Solo una Ola

lunes, marzo 31, 2008

Rueca

Get out of my walled infinity

Of the star circle round my heart

Of my mouthful of sun

Get out I said get out

VASKO POPA

La infamia putrefacta

Amurallada en el silencio infinito

Deleítase catando probetes de embutidos fluidos

Torrenciales arraigados en la atestada sangría

Servida en una vil charola de degustación que sostiene una edecán

Patrocinadora de la muy poderosa emperatriz de los sepulcros.

Pruebas el estanque de los cielos ensimismados

Voceados en tus gritos subterráneos.

 

Vitales costras de mentiras abolengas

Ruecan tu paladar de empuñado polvo adusto.

Llevas en el carrito el alma atravesada de apetitos feroces reprimidos.

Circulas por los pasillos y detienes tus achaques en el límite de cada estante abreviado

Por el encallado testamento de culpas que derrámanse en el juicio apostólico en tu sangre.

 

“Voy a ofrecerte un calizgrama a tus labios

Para que descifres su sabor contenido y milenario:

Aquí yacen partidos los despojos de la muestra inmolada

Esparcida con equidad hacia los cuatro vientos estancados.”

 

La hilandera pedalea la rueda,

Los finos filamentos retuércense al ritmo del tambor

Arremolinado en tu pecho moribundo embotellado de negra suerte.

 

Cuentas las horas en tu pulso y no calculas con exactitud tu hora verdadera.

Debes continuar llenando el carrito vacío de tantas nimiedades que eyaculan sus precios vaciando tus bolsillos.

No consigues saborear la prueba y sisas una y otra vez hasta apurar el plato.

Tienes que llevarte otra mordida del vital abismo

Arraigado para siempre en el laxo paladar de tus entrañas.

 

Nadie sabe distinguir si la hilandera

Es una anciana que urde su grisácea cabellera

O si se trata de una princesa rubia

Que espera en vano liberarse al pronunciar un nombre tan malvado guarnecido de retortijones entripados como la trenza que cae al otro lado de la ventana .

 

Admites que olvidaste algunas cuantas cosas,

Rumores que quizás tendrás la gracia de volver a degustar en tus ansias otro día.

Tienes que marcharte

Surtido de esas golosinas indescifrables que la joven te ha ofrecido.

 

Tan sólo abrirás la caja para entregársela vacía.

lunes, febrero 18, 2008

Impresión fugaz

Do not greet me

do not look at me

do not seek me

I escape

I seek you

we do not exist

in any time

in any place

we are not in the realms of words

or love

(although our love is strong).

Take my hand,

love; hear the heart´s tympany

that beat long ago for you and me,

that we still don´t understand.

GABRIEL ROSENSTOCK

Me pediste escarbar la tierra para encontrarte un caracol. Nadie me dijo que los encontraría en la espuma de los ríos o en los mares o en la brisa vaporosa de las nubes en el cielo, ese impreso nido de galaxias donde habita oculto tu nombre impronunciable. Entonces me perdí escuchándote mientras labraba el suelo negro por ti.

Y fingir que no existías, que era un sueño fugaz donde en boca de tus labios reventaba mi angustia posada en tus histrionas alas de heroína, de cansada niña en aprietos moldeándose para vivir en un reino de hadas ermitañas.

Me pediste extraerlo de mis sueños. Lo encontré por sus huellas brillantes una noche lunar. Abrumado con lo que encontré, preferí guardarlo en mi jardín grabado en una piedra fría como un canto argéntico a la muerte en su envoltura de oscuridad.

Y fingir que no existimos, que era una visión extraída de mis entrañas, una intensa pesadilla prófuga que no escuchó mis ruegos de marcharse.

Me pediste renunciar a tus labios y beber del aire para siempre, tan fácil como hospedarme en un hotel menor.

Y arrumbé mis lamentos en la herida.

Y desperté acurrucado en el útero nupcial de una piedra de la muerte.

domingo, febrero 03, 2008

Identidad

Aboliu-se a identidade

Ficou

a equivalencia

(Galáxia

Floco

de neve)

 

 

Una silueta de aire gris que se deshace en la luz del azogue, el vaho de mis entrañas que obstruye esta imagen fatua pierde terreno revelando un sueño especular de aquél otro que me observa y se detiene temeroso de mi voz que no escucha pero intuye a través del viejo arte de leer los labios.

Y yo imagino "qué dice" en las borucas de silencio que repite al unísono de mi presencia. Como si una nube de tiempo arrumbara todo el futuro detrás de sí y en esa confusión nos volviésemos un poco menos invisibles.

No existe pues esa imagen fija. La bruma lo ha cubierto todo para entrar en un limbo sin presente, ni pasado. ¿De qué viven las sombras? No, ni siquiera eran sombras. Las cosas empezaron a desaparecer lentamente y como si entrara en un bosque sahumado de rocío me doy cuenta de que en ese lugar el futuro no está dicho y si algo quieres añadir, recuerda entonces...

De pronto el umbral se sella con un duro cristal cubierto de escamas blancas. Pongo mi mano en el borde para palpar la realidad en donde ya no existe mi presente, entonces llega algo así como aquella mancha que afirmó ser mi reflejo, pero que no le preguntara nada de mi vida, que él no sabía nada de mí, como yo ignoraba la suya. Quise entender de momento pero no hice más que seguirlo. Me convencí de que ambos eramos entre nosotros como dos simples mimos extraños.

En esa dimensión todo era más lento y vaporoso. Percibí que en algunos puntos todo era más iluminado que en otros. Pero eso sí, los colores que yo conocí en la realidad a la que pertenezco, no eran tan pálidos como los de aquí que a pesar de todo no estaban envueltos por las sombras. Aun en el verano, el sol del cenit parecía que era la luz invernal que tirita en los polos lactescentes. Las personas también eran más lánguidas, tenían una piel verduzca cuasi aceitunada y reflejaban en su rostro una terrible vanidad endemoniada que chispiábales dormida a través de sus ojos. Y cómo no si eran expertos en mirar a través de los espejos.

Cuando pregunté que lugar era ese y desde cuando ha existido me respondió con seriedad que, ahora yo era el que los labios leía, eran el vivo reflejo de la luna y que se trataba de simplemente criaturas especulares que habitaban una oscura transparencia, que los espejos son trozos del astro como la caspa caída de su piel albina y fría. Quise comprender y observé mejor a la silueta andante que me guiaba entre los pasadizos de su mundo.

Me dijo que tuviera mucho cuidado con pisar esos hoyos oscuros en el suelo, que eran agua pero que en esa lugar el agua no era más que el reflejo de alguien que eventualmente se mirase sobre ella. Entonces comprendí que aquellas ventanas hacia la oscuridad no eran más que el azogue en el cual yo me reflejaba y ellos nada más se asoman imitándonos con tal precisión que se dicen ser nuestros dobles inmediatos. Pero sucedía algo muy curioso, en aquellas ventanas apostadas en los muros, en esos charcos estancados en el suelo, en todas partes donde alguien se estuviera reflejando y hubiera un hueco oscuro, ellos simplemente imitaban lo que se suponía que un nosotros estaba haciendo. Pude ver que si alguien estaba en un escritorio escribiendo y se estaba reflejando, el de aquí hacía lo mismo pero sin nada en las manos. Allá en los restaurantes los comensales comían, pero era un acto mímico simplemente, un ensayo del comer, pues no tenían ni platos, ni cucharas, nada. A mí me pareció una realidad grosera, como una burla bizarra que se manisfestó ante mí con el único fin de enloquecerme. Ese universo era una mala comedia de la vida. Pude comprender que el diálogo, entonces, era inadmisible. Aquel mundo era sordo, el ruido sin lugar a dudas érase también un reflejo más que no había descubierto el eco mediante el cual pudiera reverberarse.

¿Cómo veían la realidad esos seres? Porque yo no veía nada, de pronto también perdí mi sombra, de pronto en el espejo era nadie, y nada. Dejé de escucharlo y de palparlo todo. La silueta que estaba fuera de foco fue adquiriendo forma. Era mi forma pero no esa imagen fija, su rostro era una máscara. Pude ver que sus ojos eran como una especie de nube, sus lácteas pupilas dilatadas eran dos copos de nieve que obturábanse en la noche. Pude verlo a los ojos y encontré en él el opaco silencio diletante de una abrumadora muerte blanca.

Las cosas empezaron a desaparecer lentamente y como si entraras en un bosque sahumado de rocío dísteme cuenta de que en ese lugar el futuro ya está dicho y si algo más quisieras añadir, recordarás entonces que el umbral se selló mientras la capa de niebla perdía terreno hasta absorverse girando en el vórtice de tus oscuras pupilas. Nomás mirando, detrás del impalpable velo tú te quedaste inmóvil/ el otro ya se iba.

Y la noche entró llena de galaxias en tu mirada derretiéndose pura en el reflejo de los astros. Condenado andarás en replicar sus pasos.

martes, enero 22, 2008

Ensayo de una muerte

Descubro tu mirada en el filo del último

instante de luz. Ni más acá ni más allá,

tu mirada inventa el rayo verde. Si fuera

posible el encuentro tendría esa duración.

SANDRA LORENZANO

Hay un poema en el horizonte que desdibújase en tus ojos: Fuego artificio de oscuridad.

Hay una estrella fugaz deshaciéndose en tu rostro: caída y vaporosa cicatriz agua de arroz.

-Nunca te enamores de los que se van.

-No digas eso, pendejo.

-Te lo digo por experiencia.

-Pero estoy que la pinche poesía me arrastra.

-Pues entonces enamórate de los que se van y paga el precio por adelantado.

Detrás de la horma de tus calcetines se esconde una caricia mía que viaja como un manco indigente de tu dicha persinada en las cerradas cortinas que ciegan la ventana donde inventamos el cocktail instantáneo de nuestro último encuentro.

Rayo en el cielo:

piel caída la tarde

oscura y verde.

No ganamos nada nomás por inventar palabras...

La cita era a las nueve, a la sombra de un naranjo. Perfumada de sueños prometí arribar un día...

No ganamos nada nomás por alinear palabras...

Ni siquiera vendría a ver aquel naranjo en flor, ni siquiera vendrá aquí, nomás a pisotear su sombra.

No ganamos nada, nomás por agrietarnos...

Debajo de tu pelo, en el filo de tu nuca aguarda el muñón blanco de una caricia griega. Mira el reloj, ¿no crees que ya es la hora? Solamente emitiste un por fin glauco tal vez. Y sí, tal vez ya es hora de volver al naranjo.

Encuentros apagados que silban un porvenir...

Detrás de la distancia yacen nuestros sueños. Tú no puedes probar el perfume de su muerte. Sería buscar suicidio en un leteo profundo como crucificar su malva rostro en el puente de tus manos. ¿Con qué barcaza iré a cruzar las huellas de tus dedos?

Dicen que el río jamás se cruza solo...

Alcatraces de rostros urdidos en mi pecho bajan desde mis ojos para en su lecho postrarse. Aturdida secuencia de plenarios placeres, rotonda de luces alcalinas reposan sobrias en el viejo anaquel de los recuerdos rancios:

Dicen que los sueños jamás navegan puros.

Anoche volvió el silencio y desangró mis palabras en el umbral de la noche y su piel vaga de nardos. Serpiente encantada que en el jarrón se ahoga de horizontes, vuélvete cris de sol y te daré mis entrañas.

Sopesar el tiempo en la balanza de tus manos como un yo-yo sin tregua.

En el columpio de las horas yo amanezco. Traté de corregir la intacta cita latente en un futuro bastardo de imperfectos cardinales. Mas no supiste, jamás, ni pronunciar tu sombra, renuncia a tu dicha de volver el tiempo.

Pulveriza la luz. Miéntele hasta al Diablo o sumérgete (por siempre) en su salino aliento subterráneo. Más no podrás salir, nunca de su fonda. ¿Detente sombra de mi bien esquivo? Púdrete incauto en las entrañas de tu ego.

Rayo en el cielo, amanece en tu noche... si se marchan los ángeles por fin oirás tu muerte:

Sobre tu glauca piel, lienzo horizonte, húmedo vuelco me pongo. Ya no sabré jamás nombrar el día. Arrancaste para siempre, con un grito, la mundana cicatriz de mi costra voz anclada en mi garganta nemorosa. Azahares afilados castraron de mi nariz tres vellos enraizados en la sima de mi suerte de traer en la mano un ramillete de sueños que contienen un instante que inventa una mirada.

Campanas de mis sueños, de bodas campanadas

En el columpio de las horas traté de corregir tus sueños empujándolos al viento que lee nuestros deseos. No soy más cazador que los sueños que me buscan. Cuando dejes de amarme, conmigo han terminado.

domingo, enero 13, 2008

La escalera que ascendía a los sueños

Guardar el universo en el último pliegue de tu axila: no hace falta más.                                                                                                                                                                  Sandra Lorenzano

Todo comenzó con una visita al museo y un final incomprendido. Un museo extraño, lleno de lujosa basura si bien alcancé a percibirlo y un final al cual le fue vedado concluirse. Ahí no se exhibían las obras de artistas u hombres encomiables, ni mucho menos objetos prehistóricos o históricos que nos hicieran evocar a las bestias de algún tiempo pasado en el cual el hombre trataba de sacudirse la eterna estupidez de su caída ante la razón. No, se trataba simplemente de formas abstractas y uno que otro mueble o trapo viejo cuya historia inacabada tal vez, uno solamente podría concebir en su mente pero a futuro, y no me refiero nada más a una mente retorcida, por supuesto.
El lugar era oscuro, con un ligero olor a viejo y la humedad de todos los siglos orinándose allí. Lo más curioso fue que en cada pasillo, un grupo de comerciantes, mestizos, criollos e indígenas, exhibían las reliquias como si fuese un tianguis de antigüedades, pero intramuros.
En otro pabellón, las voces de los demás niños rechinaban en los goznes de las puertas cubiertos por la herrumbre que poco a poco todo lo invadía con su ferrucho tizne anaranjado. El eco de nuestros gritos sonaba como si el pasado que era  como un viejo cascarrabias que dormitaba en esa casa quisiera descansar de nuestra presencia para siempre, pero imposible le era echarnos a la calle, poco a poco nos fue gustando nuestra nueva estancia. Las maestras trataban de contenernos mientras nosotros nos divertíamos jugando en las fuentes o en los árboles que prodigiosamente emanaban de los cuadros expuestos en esos amarillentos muros descarnados por el tiempo.
Seguimos avanzando observando algunos escaparates vacíos y una maestra nos explicaba hacia donde llevaba una escalera blanca común y corriente que ascendía hacia el segundo piso que por el momento estaba cerrado a las visitas pues el techo estaba siendo reparado. Pero extrañamente yo veía como algunos adultos podían ascender al mismo piso pero por otra escalera al otro extremo y compraban cuanto podían de la exposición. Mientras escuchábamos atentamente las instrucciones, seguí caminando y cuál vino a ser mi sorpresa cuando descubrí un anaquel lleno de chocolates y otros dulces debajo de esa escalera; pero eso no fue lo mejor, cuando me agaché para ver si podía tomar uno al menos, de pronto una luz sepia me encandila y percibo que si agachado me metía por el estante para salir por esa ventana en el rincón a ese parque lleno de inmensos árboles de hojas roídas por el otoño, descubriría un castillo que tuvo funciones de fábrica hace al menos unos cuantos siglos.
Mientras acá adentro la luz era pesada fría y oscura, allí afuera, en esa apacible y templada eternidad, la luz bañaba a las ruinas externas de esa inmensa construcción en decadencia. Mientras que los colores aquí eran varias tonalidades del color café, el blanco y el negro, ahí afuera los colores eran infinitos. Atraído por esas nuevas formas, opté por cruzarme hacia ese lugar y subir la escalera de piedra que estaba por el otro lado y ver como se veían los alrededores desde los balcones desnudos a la luz de ese sol congelado entre las hojas. Pues acá adentro, la escalera no tenía otra función más que llevarnos al segundo nivel, pero al asomarse uno allí, podría encontrar la salida especular hacia otro universo. Pues sin duda esa subida era lo opuesto a la de aquí aquí adentro, que se trataba de la misma escalera, mas la diferencia eran las dos subidas, ya que si uno le daba la vuelta por la izquierda dentro de esa ventana detrás del estante que intentaba encubrir el error de los albañiles, sin duda tendría acceso a un ascenso sin igual, hacia otra fantasía muy superior a los sueños.
Cuando me disponía a cruzar por esa ventana, y antes de todo, tomar un chocolate de la estantería para continuar por mi cuenta el recorrido, una anciana fea y regañona me reprendió diciéndome que esos dulces no eran para nosotros, que algunos estaban de adorno y que los otros eran de su hija a la que estaba esperando. Que más me valía que no faltara uno por que si no... En fin, tuve miedo y no pensé más en los dulces, pero sí pensaba adentrarme en ese pasaje cuyo paisaje se mantenía intacto, inmóvil, como una fotografía que espera que el tiempo dentro de ella sea evocado y se haga el movimiento.
Se trataba de otra dimensión, una dimensión que estaba latente en el insomnio que padece una imagen reflejada. Volví a observar adentro, todo seguía igual, oscuro, la escalera era simple. Y volví  a asomar la cabeza por la ventana debajo de la escalera sosteniéndome de la rinconera cuidándome de no mover o tirar alguno de los dulces al otro lado y sí, la parte superior inversa de ésta me llevaba ante las ruinas de piedra llenas de musgo para observar un no sé qué horizonte detrás de los arces. Todo lucía prometedor y luminoso, tan sólo habría que esperar a que alguien se distrajera y zas, se haría realidad mi historia.
Pero eso nunca ocurrió, y ahora estoy aquí, encerrado en esta celda desde donde les cuento esta anécdota que me ha condenado a penar encerrado en este cuartucho saturado de recuerdos. Pero sé que los tiempos han cambiado y si quieren saber donde está la escalera que ascendía a los sueños, es aquella que está girando a la izquierda del pabellón de las ánimas, en el pasillo donde se encuentran los dormitorios. Es esa, la que lleva a los que están en el segundo piso de la estancia. debajo de ella no olviden asomarse y si encuentran una repisa de aluminio y bases de cristal ahumado que está adornada con frascos de chocolates, velas, fotografías y otros dulces, no olviden que detrás de ella se encuentra la ventana del rincón que nos muestra esa salida, pero eso no es todo, intenten sacar la cabeza por esa ancha abertura entre las bases del anaquel mirando hacia arriba y descubrirán que la escalera que lleva a los dormitorios, ahora los conducirá a un lugar desconocido, quizás al pasado del futuro de estas ruinas que son, éstas que ves de intensa soledad. Una última recomendación, los adultos sólo podrán asomarse y ver con dificultad, ya que entre las bases apenas pasa el cuerpo de un niño menor de ocho años y no sería bueno cometer la tontería de romper el mueble, ya que provocaría la ira de esa pobre bruja que espera a su hija que se quedó quizás del otro lado de la historia.
O también, simplemente no se trató más que de una imagen reflejada en el marco del espejo de tus ojos o bien pudiera ser otro de esos cuentos que jamás terminaron de contarse en alguna de tus otras vidas dentro de esos cuadros o historias que ahora flotan aquí como fantasmas en el último pliegue de la axila de este recinto clausurado por los sueños no alcanzados (por ti).





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sábado, enero 05, 2008

Luna llena en Cáncer

Déjame contarte una historia.

Parece que el destino selecciona nuestros recuerdos, esas distancias que nos determinan. Como mirar una estrella: tener la gracia de poder mirar en el cielo el lugar al que perteneces y no poder acercarte ni en un millón de años.

Sostienes tu cansado cuerpo recargado en el barandal del balcón del sexto piso. Madrugada, cinco y cuarto, vistes un traje azul-grana descolorido y todo viejo. Miras las luces de la ciudad como si olvidaras que aquel lugar lejano ya no existe más que en la latente flama viva que consume tus recuerdos. Ahora fumas. Sigues fumando, nunca lo dejaste, de hecho. Una intensa enana roja pende de tus labios secos.

Seis y cuarto. Retoñan los luceros en la fresca mañana. De pronto, un limpio albor ha iluminado la Tierra. Celeste fugitiva la estrella equivocada permanece abasteciendo con su calor lejano, de lágrimas, tus ojos que atrás tiempo capaces fueron de fundir un corazón de hierro con solo una tibia mirada. Qué tiempos aquellos cuando los héroes existían... Se lo dices al viento que amenaza con arrancarte el bisoñé que cuelga anclado en tu cabeza. ¿O te lo dices a ti mismo? ¿Se lo dices a la estrella o a la vieja matrona que diario a esa hora, la pobre tiende ajenos cagados en aquella azotea donde alguna vez entraste en batalla contra un ciudadano hombre-araña o algún lacónico murciélago de aspecto legendario por aquella mujer maravillosa, esa camarera infame que ahora duerme roncando y espera tu regreso. Y es que para poder tocar el cielo tienes que vivir también de noche como un místico doliente enterrador de extraños sueños.

Libertad en los cielos derrochada en reproches. Una capa de sombras magulladas en el horizonte amenaza ocultarte tus anhelos.

¿Sabes quién eres? Hay que ser honestos. Yo, ante ti, voy a confesarme. Soy la estrella con la que hablas todas las noches, pero déjame decirte otra cosa, no soy yo el polvo arraigado en tu memoria y no he sido más que un espectro blanco que ha tardado en pronunciar su muerte emitiendo un lamento luminoso. Y somos semejantes a ustedes cuando muertos, que son como nosotras las estrellas en este limbo frío y oscuro que ustedes llaman, espacio. Mientras nosotras dejamos la mancha de una hueca luz en el endrino manto, ustedes, no dejan más que sentimientos enterrados en la herida de un espacio gravitatorio cuya cicatriz puede perdurar tiritando en el tiempo externo del lugar moldeado por tus pasos. Las pasiones emitidas por tu sangre caliente se tornan frías, en gélidas brasas de instantes cuya caída perdurará menos que el aliento que emite tu carne, ramillete de venas reticentes. Ambos somos indicios de llagas encendidas sobre somnolientas fábulas de tormentos infernales.

La luna llena en Cáncer no es más que una marea intensa que extiende la borrachera de su oculto resplandor. Sé que no esperarás la mañana descarnada. Querrás amanecer en pleno vuelo superando las fuerzas que sostienen la distancia del eco de tus gritos rebotando en el suelo. Déjame decirte que cuando una estrella cae, la olvida el cielo, y no es más que un deseo derrochado. ¿Qué será de ti, moderno héroe sin nombre?