Recuerdo la leyenda del uno diagonal que cruzó el cero y que cayó acostado, desmoronándose en silencio. Esa unidad soy yo.
La imagen que de mí tenía no ha sido y fue más que un vil holograma. Ahora me descubro falso y lleno de errores. Sabía que estaban ahí pero que no eran tan inmensos como ahora que aseméjanse a hambrientos hoyos negros que amenazan con devorar la trémula luz mía. No hay nada que admirar en mí, adjetivo calificativo no merezco en esta carne cancerosa.
No soy mejor que los demás y eso, ya no me preocupa, me deja ser consciente y me libera de mí mismo y de ese peso ególatra.
eso me hace pensar que no les debo nada (a nadie) ni a mí mismo.
Ahora que vago con tan horrible certeza clavada en mi cabeza (maldita imagen cristiana) falta por saber que diablos voy a hacer letárgico, aquí en esta fría sombra que cobijo...
Al menos, no fallar es mi consigna, como antes... Pero yo entiendo que hay etapas en las cuales erramos porque es necesario aprender de eso para el crecimiento personal. (Mera superación, me avergüenzo de mí pero ya no me queda dignidad, estoy destruído). Prefiero verme ciego a volver a ver lo mismo de mí (espero que los encargados de los poderes divinos no tomen en cuenta esa blasfemia o me veré en serios problemas) No, al menos déjenme la dignidad de valerme por mí mismo, por mis propios ojos, mis sentidos, mis brazos y mis piernas.
La imagen que de mí tengo no es la que imaginaba cuando tenía veinte años. Me da vergüenza escucharme a mí mismo, no sé si digo la verdad o si digo una mentira. Aunque no me importa tenerla ya... ¿Alguna vez he tenídola acaso? Prefiero no escucharme (y no estoy aplicando la del secretario negón) o cada voz que de mí salga alimentará a esos titanes que me sumergen en mi propia y succionante oscuridad.
Más me vale estar ciego o mudo... o muerto... Así ni a mí ni a nadie afectaré.
De hecho tuve un sueño en el que los dioses me advertían que no hiciera nada que desatara la furia de las bacantes o me cortarían la cabeza y me sacarían los ojos; pero me dijeron que no me preocupara pues que ésta sola encontraría la manera de llegar al Parnaso (iba a decir Cielo pero no está muy de moda sentirse divino.)
Vaya mentira, no merezco llegar allá. Prefiero degradarme y no ver ni un átomo mío nunca más.
Mi voz es el espectro: apunta sin rumbo, fijo, sin sentido.
De: Lírica Inmersa (otro ideario más oculto)
martes, mayo 23, 2006
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