Una máscara blanca es un boceto en rostro.
Sólo una pálida luz aliena la distancia entre los aplausos y la soledad. Ocho tragos de vidrio y estoy al aire, improviso mi sentidos, les doy vida a mis vergüenzas y no hay nadie que me asista, pero estoy viviendo de aplausos que no me corresponden porque no sé recibirlos.
Pero voy solo a esperar al taxista que me lleva al otro infierno. Me espanto vomitando óbolos que son prestados. Igual, no puedo devolverlos, y de otra instancia, no tienen validez.
No le digo mi destino. Voy en camino atravezando un laberinto prismatoide.
Qué bueno que ya no volveremos a encontrarnos...
Caronte aguarda...
Renuncio a todo lo que ya he visto.
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