Existe un lugar que me espera. Y estoy en un lugar que jamás pisaré de nuevo... quizás.
Guardo un secreto que Nadie conoce.
Un signo apenas del destino de los Jandros.
Tan sólo un amigo lo sabe y vi su rostro acongojado. Para consolarlo, le prometí que volvería, pues después de todo en la vida, si faltaran mi madre, mi padre, mis abuelos, mis tíos, mis primos... Aún sin ellos, por él podré seguir, gracias a nuestra hermandad; si su amistad (si él) me faltara, con seguridad, creédeme, ya puedo ser borrado de esta cartografía.
Me iré a sacar cangrejos es ocultar mi destino. Aparentemente mi brújula no sirve. Es quizás porque yo mismo soy el norte magnético y la traigo loca. Pero sigo firmemente el derrotero que me apunta. Observo mi buena estrella con el sextante que me dieron (El cual tuve que reparar). Aunque la perdí un tiempo pues estaba nublado el firmamento, traía el sueño coagulado mas, después todo fue cielo...
Creo que encuentras más posibilidades si a tu cosmovisión le adaptas una inteligente perspectiva, un filtro geométrico inspirado en la poesía:
Mira, los ángeles sienten a través del espacio
sus eternos sentimientos.
Nuestra incandescencia sería para ellos frialdad.
Mira, los ángeles arden a través del espacio.
Rilke
¿Por cuánto tiempo? No estoy de nuevo a la deriva. ¿Lo estuve alguna vez? Siempre tengo la suerte que ya es más bien costumbre de arribar a algún buen puerto. Sé cómo navegar dentro de este laberinto de muros invisibles y mi nave es fuerte.
Parto de Nada.
Tan sólo tomo previsiones y trato de alejarme de las venenosas sospechas que son más bien una certeza a la cual prefiero no darle más vueltas, al menos este mes... ni el siguiente ni él último, jamás. Que se quede todo donde está, no puedo llevar sobrecarga. Los muertos se llevan nada...
Parece que los ángeles se hunden en el abismo. Los ángeles caen y se confunden en el mar. Pero mi estrella ahí permanece. No la señalo para que nadie la encuentre. Y quien lo haga llegará a mí, dónde ya no estaré jamás.
Y me llama mi estrella. Ninguna otra cosa puede atarme más aquí. Le daré nombre y gusto y acción a mi apellido: Partida. Séase quién regrese, nunca más podrá ser yo.
El hombre que soy dirán que se parece. No se cansen en buscarlo pues quedará esparcido como esos fantasmas que arden fríos en la bóveda mientras dure nuestra eternidad.
(Amigo, no te aflijas que aún no he pronunciado la partida, estoy partiendo simplemente.)
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