Te besé hasta la dicha, te mordí
hasta la muerte. Granada
fue tu boca,
tamarindo
tus labios.
Compartimos el sueño."
-El poeta de los 11 ríos-
Puse mi pie en la tierra, entré en la sombra... Estremecí el tiempo. Y perdóneseme si tergiverse al poeta de los once ríos. Tampoco quise imitar la frase de Julio César luego de anexar las Galias al Imperio. No se trata de eso.
Para ello tendría que convertirme en un simple narrador externo que finge saberlo todo... mas tampoco de eso no se trata, mucho menos de saber tejer el mapa de las sensaciones:
Compartimos el sueño, la misma tibia etérea sombra desnuda dentro del cristal.
Compartimos la falsa estrella azul que saluda nuestras tardes y despide amaneceres, que dura un sólo instante. No me contento y te pierdo tratando de alcanzarla como un Principito saltando de planeta en planeta detrás de una quimera. No me contento y te pierdo tratando de creerla...
Llego, me convenzo y dibujo una cajita para guardarla; adentro hay un espejo, un portal que nos deslumbra.
Se abrió la dicha degradándose de la realidad a la mitología y trazé tu cuerpo con la misma rebozada matemática del cielo, punto por punto, sal a sal, de grano en grano con las palabras de la noche sumergiendo mi hilo agudo en los poros de tu abismo.
Y perdimos la estrella confundida en la Galaxia.
Abierta está la ahumada noche y aún así quedó la sensación:
que comenzamos de vacío.
Dentro del cristal:
la misma etérea sombra... mas compartimos el sueño,
fuímos la misma sombra
y somos
en el azogue que no miente.
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