martes, enero 24, 2006

De vuelta a La-Berinthya

Vuelvo al Laberinto...

Solo.

Llegas a creer en alguien. Lo haces sin espera de nada.
¿Por qué?
¿Por amor? ¿Por confianza? Ambas.

De pronto el mundo que creías ideal, se derrumba, o te lo quitan, o te lo tumban como a los tamarindos o a las frutas de un árbol que plantaste con todo el cariño y la esperanza de... que las semillas germinasen.

No tengo miedo a seguir solo. Pero lo arrostro porque tal parece, es mi destino.

Los solitarios y los vagabundos no merecen ni una pizca de amor. Mucho menos a los que tratan de robarse a las rosas del jardín prohíbido. (Para ellos sólo sacan sus espinas) Mas no sabía que éstas arrojaran espinas... en fin.

Tuve la esperanza, traté de arraigarme, asentar mi casita que cargo a mis espaldas, este refugio que abriga soledades... Pero hoy hace frío... y llueve... y la extraño pero me hago el fuerte y acepto la decisión. ...y a alejarme.

Todo el aire que respiraba...

¿Hacia dónde he de ir?



Esa es la historia de mi vida. El amor me encuentra y me vapulea.

Eso me pasa por blasfemo. Yo me divierto gastando bromas contra los dioses y en consecuencia, estas cosas me suceden por arrogante y loco.

Bien. No me retracto. Soy como Ulises, cébense conmigo. Al final, venceré.
A los dioses no les gustan los maricas, ya sabrán lo que les digo.

Ánimo.

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