martes, junio 24, 2008
Quema del tiempo esculpido en una gota de agua
de súbito como una roca viva. Era tiempo
tranquilo el de la lengua que vibraba...
JAIME LABASTIDA
Actuar para arder la historia.
Doblar el cielo en una hoja cuyas líneas trazadoras forman la incisión de un plano al despejar las nubes en el aire.
Virar un triángulo en un beso y repetirlo en tu lengua huracán de lava viva, distante, hoy encallado como la voz de un ave malva encajada en el preludio de tu boca blanca.
Virar para no ser amordazado con las arrugas de tus manos hembras.
Probar la sombra de tus labios negros y olfatear el coral de miel que se destila en tu soleada dermis que alborótase en gritos do se escurren las estrellas zarandeandose en tu cuello.
Capullo del mundo, ciudad de jade. Pierna por piedra se enhiesta el arco. No voy a reprochar el borde de tus lentos murmullos, allí donde el decreto dista azotes en un rostro, es allí donde junio calló apagado y yace en medio de paredes de agua, desnudo, contra el muro olor a espinas; fuiste tempestad de pianos despeñándose en una gota en la turbia barranca nocturna de una llaga anclada en una garra toda goznes.
Bajo el agua también se quema el tiempo en esta hoja de hierro. Se aprieta su gangrena torquemada inquieriendo a la inocencia ahora doblada en un fragmento ahogado que se estira acartonando las mentiras que brotan como saetas de piedra que se pudren bajo el húmedo eco de un sutil bostezo desenrredando terciopelos de humo.
Dime que no entendimos nada. Mas tu fantasma aún está en el mundo, ciega flor partera de la herrumbre.
Harás arder la herida.
Respira pozo petrolero, tubo mentido en la cuchara donde suerben los pobres por mitades.
-¿Dónde están los esclavos? Preguntas. "Ahora son drenaje y podredumbre. Otros cavarán en busca de nosotros." Contestó una voz ciega e intestina.
Bajo el agua también la cólera se inflama y aprende zurderías triturando metros secos.
En la hoguera los profetas desentrañan el fuego con cinceles de viento y ahí encontrarán un crepúsculo muerto, hediondo a tripas de árbol, a venas empuñadas en el olor dormido de la tierra.
Es allí donde ha encallado junio, vientre risueño tejido en hebras de agua roja, límite extraño donde bebe un pozo ciego, un naúfrago beso en el fulgor de unos labios que doblan el cielo para quemar la historia en una hoja de agua hundida en el metálico fulgor esculpido de un relámpago.
Que se desnuden las tinieblas de tus dedos, caricia de ámbar. Mira atroz la plaga de tus brasas mientras respiras piedras azotadas por la orilla del aire que de súbito hase endurecido.
jueves, mayo 29, 2008
Rev
Desperté de un letargo de treinta años
fui el sueño de alguien
la pesadilla de otro
(...)
ROBERTO VALLARINO
Hay una premonición que inventa el alma empeñada en un acuario. El aire se ha fragmentado en minúsculas burbujas cuyo peso vale más que el que se infla en mis ojos. El cielo no es más que una plástica película que distorsiona el universo tejido en sombras e hilos de luz.
El arco del tiempo se revienta transparente en el letargo que habito dentro de esta pecera que almacena mis latidos ahogados en una profunda calma y líquida agonía.
Soy una pesadilla soñada en un trago, un nervio ajeno estallando en la ruleta invisible del sueño de un pez moribundo. ¿Qué voces guarda la energía trazada mientras no despierto?
¿Será que el alma depende de una codificación eléctrica? Millones de partículas traman el hálito escondido en mis entrañas. Repto en un joven haz de luz siguiendo un antiguo camino donde los recuerdos dejaron ya de circular, un camino viejo lleno de escombros y rotas sustancias luminosas.
Arranco un ramillete de axones que le dan fin a una secuencia fresca en un acto. Soy el sueño de un pez y la pesadilla de otro en este sitio rotundo como el continuo vagar dentro de esta jarra que incuba la carne de mi espíritu en conserva. Yo sólo sé que es la agonía.
La materia elemental nunca olvida, siempre queda huella de algo, siempre. Yo soy la huella de muchas cosas y personas, contengo átomos que hablarían sin inmutarse de la creación del universo y sobre todo, del hombre. Soy una pequeña síntesis del mundo, así de simple. Isla, sí, mas no desierta.
Fui el sueño de alguien, la pesadilla de otro:
El mundo arde en mi pretérito y lo apago con mis ojos alados de futuro. ¿Te arden los ojos ahora que no cae la miel balsámica de mi mirada embebida en la tuya? Ahora mis ojos son ámbar y dentro de ellos tengo atrapados fósiles de todos los instantes. Quizás las lágrimas también se enduren con el tiempo, demasiado mar para tu nombre oculto en una gota del tiempo, este corazón de hombre demasiado poblado.
Y cuando desperté, mi alma ya no estaba allí.
miércoles, mayo 14, 2008
Plaza Azul de los Sueños
En las plazas azules de los sueños
duerme con nosotros
ROBERTO VALLARINO
Era el Infierno. Lo supimos desde siempre por las llamas que emanaban de aquella galería ácida cuando mirábamos su interior sorprendidos de su calidez a través del cristal. Esas flamas eran como el aire llenándose de partículas de plomo lamiendo nuestra piel.
No sé qué hacíamos ahí, pero parecía el lugar ideal para volvernos a encontrar, no había otro lugar, tú me lo dijiste mientras te abrazabas a mí y disimulabas hablar como una fresa para luego corregirte y decirme que no te arremedara pues no querías parecerte a "esa vieja" en específico.
El Infierno era un centro comercial. La gente caminaba tranquilamente observando lo que aparecía a través de las galerías: un coro de hermosas bailarinas de ojos verdes; un televisor con boca integrada en la pantalla de atari a la que le gustaba que le dieran miel de abeja y cocaína para... (no sé que utilidad tendría ese aparato, ahora que reflexiono); un mago orejón con voz de merolico que anunciaba las últimas ofertas del momento y una diabla vestida de angustia con traje sastre persiguiéndonos por todo el pasillo hasta que se le acabó la tienda y se quedó parada en la puerta.
De todo se hablaba en el Infierno, menos de lo que corresponde a un infierno decente. Parecía el lugar ideal, sí, me di cuenta. Sólo existíamos tú y yo congelados en ese momento eternamente a sabiendas de que mañana, es decir, ahora, nos esfumaríamos y no seríamos los mismos desde entonces.
Y tú me amabas, profunda y sin miedo. Eso me dijiste, abrazada a mi dorso. Y yo no podía sentir otra cosa. Teníamos que amarnos en ese mismo instante porque mañana ya no sabríamos de ninguno de nosotros. Un extraño despertar succionaría todo lo que fuimos en ese instante. Y no me refiero a morir, me refiero a otras causas que no nos importaron, para qué.
Te conté de mis sueños, me platicaste los tuyos y comprendimos que debíamosnos el uno al otro en ese vientre azul iluminado.
No sé por qué entraste a esa tienda extraña. Perdimos mucho tiempo mirándola hablar a esa boca maldita. Nadie lo sabe ni lo sabrá nunca pero hasta El Maligno se retiró temblando. Eso es lo que dicen en este departamento de sombras donde me mantengo anónimo esperando el eterno despertar de tus sueños. Aunque aquí dicen que una vez soñada esa materia prima tan volátil, se esfuma, que cuando regreses no serás ni la sombra de tu sombra. Podrás encontrarte conmigo en el camino, pero el destino juega con sus piezas y no sabremos que soñamos ese día o esa noche que nos contamos todos los misterios de nuestro apocalipsis, por eso era el infierno, no cabe duda, sólo ahí fuimos libres de no mirarnos en los otros, sólo ahí descubrimos la materia desnuda con la que estamos hechos todos sin compararnos como prisioneros en una refinería de almas.
No tengo idea de si era el Paraíso, pues no se parecía al que desde que tengo noción de vida me han descrito. Quizás también ahí llegó el progreso, era inevitable, quién lo creó tuvo que pensar en hacerlo mucho más atractivo y vendió el predio para hacerlo más rentable y suntuoso para la posteridad.
No, era el Infierno, tú me lo dijiste. Cómo dudar de ti, verdad. Todo lo que dices es tan cierto, me dijiste que me amabas, puedo recordarlo. Te encontré mientras ibas caminando conmigo hacia esa galería amarilla que de pronto empezó a flamear por dentro. Y te pregunté, si era el infierno, tú me dijiste que no cabía duda, era un lugar con llamas, ¿no? Te abracé, no pude evitarlo, no pude resistirme a tu boca solitaria y medio abierta, tu boca analgésica llena de respuestas. No cabe duda que eras tú, resucitada y perpetua llena de cosquillas en la lengua matriz sin ese miedo buitre agudizado en mis costillas.
Cada vez que el tiempo se agotaba, es decir, nuestra lucidez de eternidad se disolvía, podíamos escuchar un par de guitarras judías cascando nueces brasas en medio de un herbajal de circuitos amontonados en un eco sordo al pie de un árbol solitario en la sabana africana o en la pampa argentina o en el llano de jalisco, así con gran minúscula.
Pero nunca se borró nuestra sonrisa, no teníamos otra cosa.
Alguien, quizás, soñará nuestro sueño. Alguien con más habilidad tal vez lo atrape y se lo quede para siempre. (No hay devoluciones) Sabías bien que yo no tengo los recursos para traerlo de vuelta. Por eso viniste, dijeron, por eso volviste para pasar unas horas que alguien más comprará en aquellas galerías sitiadas por un sin fin de ojos consumidores injertados en sus rostros vacíos.
Y tú recordarás que fui tu boca cada vez que el tiempo se agotaba.
Era el infierno y lo supimos ese instante a la deriva ardiendo en nuestros ojos.
sábado, abril 05, 2008
Visión profética (en Los sueños del profeta blasfemo)
Acto 1
Dios es una ola, el diluvio emergente del humor de las plegarias de nuestras carnes ahogándose sobre un tablón de náufragos dentro de la tormenta grabada en un pasaje bíblico.
Dios duerme en la ola, se crea en un sueño sepultado bajo el agua donde sabemos su presencia porque le pulsa la llaga del corazón como un capullo de luz en una alberca de larvas nocturnas que cultivan pesadillas en su rostro.
Sueño de Ofelia que no logra emerger bajo esa pesadez azul que rasga y aprisiona su rostro lastimado porque yace aprisionado bajo una pecera que fragmenta las opciones de salir vivo con los ojos estrujados y los labios exprimidos divaga entre diversos mundos en un sueño de agua salobre dentro de la piscina de un sanatorio vacío.
El agua es el portal inmarcesible que lo suspende flotando a la deriva en un desliz onírico patinando sobre una constelación de hielo llena de arcángeles morenos que rodean a la sirena gorda fragmentada en trazos verticales sobre una enciclopedia virgen.
Dios es una ola, los litros de hojas que estallan en el litoral de la nada impresa en el abismo neutro de una burbuja solitaria.
Es una ola, Es una ola, Es una ola...
(Alianza inmersa en la marea de nuestros ojos)
(Arca flotante sobre el diluvio mar que escucho)
...................Solo una ola.......................Solo una Ola
lunes, marzo 31, 2008
Rueca
Get out of my walled infinity
Of the star circle round my heart
Of my mouthful of sun
Get out I said get out
VASKO POPA
La infamia putrefacta
Amurallada en el silencio infinito
Deleítase catando probetes de embutidos fluidos
Torrenciales arraigados en la atestada sangría
Servida en una vil charola de degustación que sostiene una edecán
Patrocinadora de la muy poderosa emperatriz de los sepulcros.
Pruebas el estanque de los cielos ensimismados
Voceados en tus gritos subterráneos.
Vitales costras de mentiras abolengas
Ruecan tu paladar de empuñado polvo adusto.
Llevas en el carrito el alma atravesada de apetitos feroces reprimidos.
Circulas por los pasillos y detienes tus achaques en el límite de cada estante abreviado
Por el encallado testamento de culpas que derrámanse en el juicio apostólico en tu sangre.
“Voy a ofrecerte un calizgrama a tus labios
Para que descifres su sabor contenido y milenario:
Aquí yacen partidos los despojos de la muestra inmolada
Esparcida con equidad hacia los cuatro vientos estancados.”
La hilandera pedalea la rueda,
Los finos filamentos retuércense al ritmo del tambor
Arremolinado en tu pecho moribundo embotellado de negra suerte.
Cuentas las horas en tu pulso y no calculas con exactitud tu hora verdadera.
Debes continuar llenando el carrito vacío de tantas nimiedades que eyaculan sus precios vaciando tus bolsillos.
No consigues saborear la prueba y sisas una y otra vez hasta apurar el plato.
Tienes que llevarte otra mordida del vital abismo
Arraigado para siempre en el laxo paladar de tus entrañas.
Nadie sabe distinguir si la hilandera
Es una anciana que urde su grisácea cabellera
O si se trata de una princesa rubia
Que espera en vano liberarse al pronunciar un nombre tan malvado guarnecido de retortijones entripados como la trenza que cae al otro lado de la ventana .
Admites que olvidaste algunas cuantas cosas,
Rumores que quizás tendrás la gracia de volver a degustar en tus ansias otro día.
Tienes que marcharte
Surtido de esas golosinas indescifrables que la joven te ha ofrecido.
Tan sólo abrirás la caja para entregársela vacía.
lunes, febrero 18, 2008
Impresión fugaz
Do not greet me
do not look at me
do not seek me
I escape
I seek you
we do not exist
in any time
in any place
we are not in the realms of words
or love
(although our love is strong).
Take my hand,
love; hear the heart´s tympany
that beat long ago for you and me,
that we still don´t understand.
GABRIEL ROSENSTOCK
Me pediste escarbar la tierra para encontrarte un caracol. Nadie me dijo que los encontraría en la espuma de los ríos o en los mares o en la brisa vaporosa de las nubes en el cielo, ese impreso nido de galaxias donde habita oculto tu nombre impronunciable. Entonces me perdí escuchándote mientras labraba el suelo negro por ti.
Y fingir que no existías, que era un sueño fugaz donde en boca de tus labios reventaba mi angustia posada en tus histrionas alas de heroína, de cansada niña en aprietos moldeándose para vivir en un reino de hadas ermitañas.
Me pediste extraerlo de mis sueños. Lo encontré por sus huellas brillantes una noche lunar. Abrumado con lo que encontré, preferí guardarlo en mi jardín grabado en una piedra fría como un canto argéntico a la muerte en su envoltura de oscuridad.
Y fingir que no existimos, que era una visión extraída de mis entrañas, una intensa pesadilla prófuga que no escuchó mis ruegos de marcharse.
Me pediste renunciar a tus labios y beber del aire para siempre, tan fácil como hospedarme en un hotel menor.
Y arrumbé mis lamentos en la herida.
Y desperté acurrucado en el útero nupcial de una piedra de la muerte.
domingo, febrero 03, 2008
Identidad
Aboliu-se a identidade
Ficou
a equivalencia
(Galáxia
Floco
de neve)
Una silueta de aire gris que se deshace en la luz del azogue, el vaho de mis entrañas que obstruye esta imagen fatua pierde terreno revelando un sueño especular de aquél otro que me observa y se detiene temeroso de mi voz que no escucha pero intuye a través del viejo arte de leer los labios.
Y yo imagino "qué dice" en las borucas de silencio que repite al unísono de mi presencia. Como si una nube de tiempo arrumbara todo el futuro detrás de sí y en esa confusión nos volviésemos un poco menos invisibles.
No existe pues esa imagen fija. La bruma lo ha cubierto todo para entrar en un limbo sin presente, ni pasado. ¿De qué viven las sombras? No, ni siquiera eran sombras. Las cosas empezaron a desaparecer lentamente y como si entrara en un bosque sahumado de rocío me doy cuenta de que en ese lugar el futuro no está dicho y si algo quieres añadir, recuerda entonces...
De pronto el umbral se sella con un duro cristal cubierto de escamas blancas. Pongo mi mano en el borde para palpar la realidad en donde ya no existe mi presente, entonces llega algo así como aquella mancha que afirmó ser mi reflejo, pero que no le preguntara nada de mi vida, que él no sabía nada de mí, como yo ignoraba la suya. Quise entender de momento pero no hice más que seguirlo. Me convencí de que ambos eramos entre nosotros como dos simples mimos extraños.
En esa dimensión todo era más lento y vaporoso. Percibí que en algunos puntos todo era más iluminado que en otros. Pero eso sí, los colores que yo conocí en la realidad a la que pertenezco, no eran tan pálidos como los de aquí que a pesar de todo no estaban envueltos por las sombras. Aun en el verano, el sol del cenit parecía que era la luz invernal que tirita en los polos lactescentes. Las personas también eran más lánguidas, tenían una piel verduzca cuasi aceitunada y reflejaban en su rostro una terrible vanidad endemoniada que chispiábales dormida a través de sus ojos. Y cómo no si eran expertos en mirar a través de los espejos.
Cuando pregunté que lugar era ese y desde cuando ha existido me respondió con seriedad que, ahora yo era el que los labios leía, eran el vivo reflejo de la luna y que se trataba de simplemente criaturas especulares que habitaban una oscura transparencia, que los espejos son trozos del astro como la caspa caída de su piel albina y fría. Quise comprender y observé mejor a la silueta andante que me guiaba entre los pasadizos de su mundo.
Me dijo que tuviera mucho cuidado con pisar esos hoyos oscuros en el suelo, que eran agua pero que en esa lugar el agua no era más que el reflejo de alguien que eventualmente se mirase sobre ella. Entonces comprendí que aquellas ventanas hacia la oscuridad no eran más que el azogue en el cual yo me reflejaba y ellos nada más se asoman imitándonos con tal precisión que se dicen ser nuestros dobles inmediatos. Pero sucedía algo muy curioso, en aquellas ventanas apostadas en los muros, en esos charcos estancados en el suelo, en todas partes donde alguien se estuviera reflejando y hubiera un hueco oscuro, ellos simplemente imitaban lo que se suponía que un nosotros estaba haciendo. Pude ver que si alguien estaba en un escritorio escribiendo y se estaba reflejando, el de aquí hacía lo mismo pero sin nada en las manos. Allá en los restaurantes los comensales comían, pero era un acto mímico simplemente, un ensayo del comer, pues no tenían ni platos, ni cucharas, nada. A mí me pareció una realidad grosera, como una burla bizarra que se manisfestó ante mí con el único fin de enloquecerme. Ese universo era una mala comedia de la vida. Pude comprender que el diálogo, entonces, era inadmisible. Aquel mundo era sordo, el ruido sin lugar a dudas érase también un reflejo más que no había descubierto el eco mediante el cual pudiera reverberarse.
¿Cómo veían la realidad esos seres? Porque yo no veía nada, de pronto también perdí mi sombra, de pronto en el espejo era nadie, y nada. Dejé de escucharlo y de palparlo todo. La silueta que estaba fuera de foco fue adquiriendo forma. Era mi forma pero no esa imagen fija, su rostro era una máscara. Pude ver que sus ojos eran como una especie de nube, sus lácteas pupilas dilatadas eran dos copos de nieve que obturábanse en la noche. Pude verlo a los ojos y encontré en él el opaco silencio diletante de una abrumadora muerte blanca.
Las cosas empezaron a desaparecer lentamente y como si entraras en un bosque sahumado de rocío dísteme cuenta de que en ese lugar el futuro ya está dicho y si algo más quisieras añadir, recordarás entonces que el umbral se selló mientras la capa de niebla perdía terreno hasta absorverse girando en el vórtice de tus oscuras pupilas. Nomás mirando, detrás del impalpable velo tú te quedaste inmóvil/ el otro ya se iba.
Y la noche entró llena de galaxias en tu mirada derretiéndose pura en el reflejo de los astros. Condenado andarás en replicar sus pasos.
martes, enero 22, 2008
Ensayo de una muerte
Descubro tu mirada en el filo del último
instante de luz. Ni más acá ni más allá,
tu mirada inventa el rayo verde. Si fuera
posible el encuentro tendría esa duración.
SANDRA LORENZANO
Hay un poema en el horizonte que desdibújase en tus ojos: Fuego artificio de oscuridad.
Hay una estrella fugaz deshaciéndose en tu rostro: caída y vaporosa cicatriz agua de arroz.
-Nunca te enamores de los que se van.
-No digas eso, pendejo.
-Te lo digo por experiencia.
-Pero estoy que la pinche poesía me arrastra.
-Pues entonces enamórate de los que se van y paga el precio por adelantado.
Detrás de la horma de tus calcetines se esconde una caricia mía que viaja como un manco indigente de tu dicha persinada en las cerradas cortinas que ciegan la ventana donde inventamos el cocktail instantáneo de nuestro último encuentro.
Rayo en el cielo:
piel caída la tarde
oscura y verde.
No ganamos nada nomás por inventar palabras...
La cita era a las nueve, a la sombra de un naranjo. Perfumada de sueños prometí arribar un día...
No ganamos nada nomás por alinear palabras...
Ni siquiera vendría a ver aquel naranjo en flor, ni siquiera vendrá aquí, nomás a pisotear su sombra.
No ganamos nada, nomás por agrietarnos...
Debajo de tu pelo, en el filo de tu nuca aguarda el muñón blanco de una caricia griega. Mira el reloj, ¿no crees que ya es la hora? Solamente emitiste un por fin glauco tal vez. Y sí, tal vez ya es hora de volver al naranjo.
Encuentros apagados que silban un porvenir...
Detrás de la distancia yacen nuestros sueños. Tú no puedes probar el perfume de su muerte. Sería buscar suicidio en un leteo profundo como crucificar su malva rostro en el puente de tus manos. ¿Con qué barcaza iré a cruzar las huellas de tus dedos?
Dicen que el río jamás se cruza solo...
Alcatraces de rostros urdidos en mi pecho bajan desde mis ojos para en su lecho postrarse. Aturdida secuencia de plenarios placeres, rotonda de luces alcalinas reposan sobrias en el viejo anaquel de los recuerdos rancios:
Dicen que los sueños jamás navegan puros.
Anoche volvió el silencio y desangró mis palabras en el umbral de la noche y su piel vaga de nardos. Serpiente encantada que en el jarrón se ahoga de horizontes, vuélvete cris de sol y te daré mis entrañas.
Sopesar el tiempo en la balanza de tus manos como un yo-yo sin tregua.
En el columpio de las horas yo amanezco. Traté de corregir la intacta cita latente en un futuro bastardo de imperfectos cardinales. Mas no supiste, jamás, ni pronunciar tu sombra, renuncia a tu dicha de volver el tiempo.
Pulveriza la luz. Miéntele hasta al Diablo o sumérgete (por siempre) en su salino aliento subterráneo. Más no podrás salir, nunca de su fonda. ¿Detente sombra de mi bien esquivo? Púdrete incauto en las entrañas de tu ego.
Rayo en el cielo, amanece en tu noche... si se marchan los ángeles por fin oirás tu muerte:
Sobre tu glauca piel, lienzo horizonte, húmedo vuelco me pongo. Ya no sabré jamás nombrar el día. Arrancaste para siempre, con un grito, la mundana cicatriz de mi costra voz anclada en mi garganta nemorosa. Azahares afilados castraron de mi nariz tres vellos enraizados en la sima de mi suerte de traer en la mano un ramillete de sueños que contienen un instante que inventa una mirada.
Campanas de mis sueños, de bodas campanadas
En el columpio de las horas traté de corregir tus sueños empujándolos al viento que lee nuestros deseos. No soy más cazador que los sueños que me buscan. Cuando dejes de amarme, conmigo han terminado.
domingo, enero 13, 2008
La escalera que ascendía a los sueños
Todo comenzó con una visita al museo y un final incomprendido. Un museo extraño, lleno de lujosa basura si bien alcancé a percibirlo y un final al cual le fue vedado concluirse. Ahí no se exhibían las obras de artistas u hombres encomiables, ni mucho menos objetos prehistóricos o históricos que nos hicieran evocar a las bestias de algún tiempo pasado en el cual el hombre trataba de sacudirse la eterna estupidez de su caída ante la razón. No, se trataba simplemente de formas abstractas y uno que otro mueble o trapo viejo cuya historia inacabada tal vez, uno solamente podría concebir en su mente pero a futuro, y no me refiero nada más a una mente retorcida, por supuesto.
El lugar era oscuro, con un ligero olor a viejo y la humedad de todos los siglos orinándose allí. Lo más curioso fue que en cada pasillo, un grupo de comerciantes, mestizos, criollos e indígenas, exhibían las reliquias como si fuese un tianguis de antigüedades, pero intramuros.
En otro pabellón, las voces de los demás niños rechinaban en los goznes de las puertas cubiertos por la herrumbre que poco a poco todo lo invadía con su ferrucho tizne anaranjado. El eco de nuestros gritos sonaba como si el pasado que era como un viejo cascarrabias que dormitaba en esa casa quisiera descansar de nuestra presencia para siempre, pero imposible le era echarnos a la calle, poco a poco nos fue gustando nuestra nueva estancia. Las maestras trataban de contenernos mientras nosotros nos divertíamos jugando en las fuentes o en los árboles que prodigiosamente emanaban de los cuadros expuestos en esos amarillentos muros descarnados por el tiempo.
Seguimos avanzando observando algunos escaparates vacíos y una maestra nos explicaba hacia donde llevaba una escalera blanca común y corriente que ascendía hacia el segundo piso que por el momento estaba cerrado a las visitas pues el techo estaba siendo reparado. Pero extrañamente yo veía como algunos adultos podían ascender al mismo piso pero por otra escalera al otro extremo y compraban cuanto podían de la exposición. Mientras escuchábamos atentamente las instrucciones, seguí caminando y cuál vino a ser mi sorpresa cuando descubrí un anaquel lleno de chocolates y otros dulces debajo de esa escalera; pero eso no fue lo mejor, cuando me agaché para ver si podía tomar uno al menos, de pronto una luz sepia me encandila y percibo que si agachado me metía por el estante para salir por esa ventana en el rincón a ese parque lleno de inmensos árboles de hojas roídas por el otoño, descubriría un castillo que tuvo funciones de fábrica hace al menos unos cuantos siglos.
Mientras acá adentro la luz era pesada fría y oscura, allí afuera, en esa apacible y templada eternidad, la luz bañaba a las ruinas externas de esa inmensa construcción en decadencia. Mientras que los colores aquí eran varias tonalidades del color café, el blanco y el negro, ahí afuera los colores eran infinitos. Atraído por esas nuevas formas, opté por cruzarme hacia ese lugar y subir la escalera de piedra que estaba por el otro lado y ver como se veían los alrededores desde los balcones desnudos a la luz de ese sol congelado entre las hojas. Pues acá adentro, la escalera no tenía otra función más que llevarnos al segundo nivel, pero al asomarse uno allí, podría encontrar la salida especular hacia otro universo. Pues sin duda esa subida era lo opuesto a la de aquí aquí adentro, que se trataba de la misma escalera, mas la diferencia eran las dos subidas, ya que si uno le daba la vuelta por la izquierda dentro de esa ventana detrás del estante que intentaba encubrir el error de los albañiles, sin duda tendría acceso a un ascenso sin igual, hacia otra fantasía muy superior a los sueños.
Cuando me disponía a cruzar por esa ventana, y antes de todo, tomar un chocolate de la estantería para continuar por mi cuenta el recorrido, una anciana fea y regañona me reprendió diciéndome que esos dulces no eran para nosotros, que algunos estaban de adorno y que los otros eran de su hija a la que estaba esperando. Que más me valía que no faltara uno por que si no... En fin, tuve miedo y no pensé más en los dulces, pero sí pensaba adentrarme en ese pasaje cuyo paisaje se mantenía intacto, inmóvil, como una fotografía que espera que el tiempo dentro de ella sea evocado y se haga el movimiento.
Se trataba de otra dimensión, una dimensión que estaba latente en el insomnio que padece una imagen reflejada. Volví a observar adentro, todo seguía igual, oscuro, la escalera era simple. Y volví a asomar la cabeza por la ventana debajo de la escalera sosteniéndome de la rinconera cuidándome de no mover o tirar alguno de los dulces al otro lado y sí, la parte superior inversa de ésta me llevaba ante las ruinas de piedra llenas de musgo para observar un no sé qué horizonte detrás de los arces. Todo lucía prometedor y luminoso, tan sólo habría que esperar a que alguien se distrajera y zas, se haría realidad mi historia.
Pero eso nunca ocurrió, y ahora estoy aquí, encerrado en esta celda desde donde les cuento esta anécdota que me ha condenado a penar encerrado en este cuartucho saturado de recuerdos. Pero sé que los tiempos han cambiado y si quieren saber donde está la escalera que ascendía a los sueños, es aquella que está girando a la izquierda del pabellón de las ánimas, en el pasillo donde se encuentran los dormitorios. Es esa, la que lleva a los que están en el segundo piso de la estancia. debajo de ella no olviden asomarse y si encuentran una repisa de aluminio y bases de cristal ahumado que está adornada con frascos de chocolates, velas, fotografías y otros dulces, no olviden que detrás de ella se encuentra la ventana del rincón que nos muestra esa salida, pero eso no es todo, intenten sacar la cabeza por esa ancha abertura entre las bases del anaquel mirando hacia arriba y descubrirán que la escalera que lleva a los dormitorios, ahora los conducirá a un lugar desconocido, quizás al pasado del futuro de estas ruinas que son, éstas que ves de intensa soledad. Una última recomendación, los adultos sólo podrán asomarse y ver con dificultad, ya que entre las bases apenas pasa el cuerpo de un niño menor de ocho años y no sería bueno cometer la tontería de romper el mueble, ya que provocaría la ira de esa pobre bruja que espera a su hija que se quedó quizás del otro lado de la historia.
O también, simplemente no se trató más que de una imagen reflejada en el marco del espejo de tus ojos o bien pudiera ser otro de esos cuentos que jamás terminaron de contarse en alguna de tus otras vidas dentro de esos cuadros o historias que ahora flotan aquí como fantasmas en el último pliegue de la axila de este recinto clausurado por los sueños no alcanzados (por ti).
sábado, enero 05, 2008
Luna llena en Cáncer
Déjame contarte una historia.
Parece que el destino selecciona nuestros recuerdos, esas distancias que nos determinan. Como mirar una estrella: tener la gracia de poder mirar en el cielo el lugar al que perteneces y no poder acercarte ni en un millón de años.
Sostienes tu cansado cuerpo recargado en el barandal del balcón del sexto piso. Madrugada, cinco y cuarto, vistes un traje azul-grana descolorido y todo viejo. Miras las luces de la ciudad como si olvidaras que aquel lugar lejano ya no existe más que en la latente flama viva que consume tus recuerdos. Ahora fumas. Sigues fumando, nunca lo dejaste, de hecho. Una intensa enana roja pende de tus labios secos.
Seis y cuarto. Retoñan los luceros en la fresca mañana. De pronto, un limpio albor ha iluminado la Tierra. Celeste fugitiva la estrella equivocada permanece abasteciendo con su calor lejano, de lágrimas, tus ojos que atrás tiempo capaces fueron de fundir un corazón de hierro con solo una tibia mirada. Qué tiempos aquellos cuando los héroes existían... Se lo dices al viento que amenaza con arrancarte el bisoñé que cuelga anclado en tu cabeza. ¿O te lo dices a ti mismo? ¿Se lo dices a la estrella o a la vieja matrona que diario a esa hora, la pobre tiende ajenos cagados en aquella azotea donde alguna vez entraste en batalla contra un ciudadano hombre-araña o algún lacónico murciélago de aspecto legendario por aquella mujer maravillosa, esa camarera infame que ahora duerme roncando y espera tu regreso. Y es que para poder tocar el cielo tienes que vivir también de noche como un místico doliente enterrador de extraños sueños.
Libertad en los cielos derrochada en reproches. Una capa de sombras magulladas en el horizonte amenaza ocultarte tus anhelos.
¿Sabes quién eres? Hay que ser honestos. Yo, ante ti, voy a confesarme. Soy la estrella con la que hablas todas las noches, pero déjame decirte otra cosa, no soy yo el polvo arraigado en tu memoria y no he sido más que un espectro blanco que ha tardado en pronunciar su muerte emitiendo un lamento luminoso. Y somos semejantes a ustedes cuando muertos, que son como nosotras las estrellas en este limbo frío y oscuro que ustedes llaman, espacio. Mientras nosotras dejamos la mancha de una hueca luz en el endrino manto, ustedes, no dejan más que sentimientos enterrados en la herida de un espacio gravitatorio cuya cicatriz puede perdurar tiritando en el tiempo externo del lugar moldeado por tus pasos. Las pasiones emitidas por tu sangre caliente se tornan frías, en gélidas brasas de instantes cuya caída perdurará menos que el aliento que emite tu carne, ramillete de venas reticentes. Ambos somos indicios de llagas encendidas sobre somnolientas fábulas de tormentos infernales.
La luna llena en Cáncer no es más que una marea intensa que extiende la borrachera de su oculto resplandor. Sé que no esperarás la mañana descarnada. Querrás amanecer en pleno vuelo superando las fuerzas que sostienen la distancia del eco de tus gritos rebotando en el suelo. Déjame decirte que cuando una estrella cae, la olvida el cielo, y no es más que un deseo derrochado. ¿Qué será de ti, moderno héroe sin nombre?
jueves, diciembre 20, 2007
La boca blanca
Cuentan que en esa casa acostumbraban a darle de comer a los difuntos. ¿Eres tú, quizás uno de esos densos sentimientos que desconocen el camino de la muerte aún después de fallecidos? A cada noche vuelves y traes contigo el peso de tus rancias lágrimas añejas, para partir el queso, dices. Mas ella no acepta la propuesta.
Cierra la puerta y entierra entre tus muslos esa forma de invocar los ocultos tañidos de los muertos. En tu sueño que alberga el cadáver de la muerte, ésta se deshace convertida en cal y arena. Una horrenda bicéfala criatura se pudre en el camino que ha venido decolorándose a través del tiempo.
En el fondo de la calle percibes cómo el crepúsculo se vuelve una apenas litografía de contrastes. Las venas enrojecidas del mundo caen secas como el antiguo pálpito de unas hojas marchitas. El chorro de luz emanado desde el túnel ha cegado el papel en una allanada masa de entramados posibles:
Allá, por ejemplo, se ven las gruesas espaldas de un hombre en decadencia fundido en el espectro del humo blanco emanado de su pipa. Una dama solitaria, al otro extremo, alza los trazos de un paraguas que oculta sus misterios nocturnos. Los edificios sucumben ante el incendio de hormigas que devoran tu sueño y los colores y las sombras... Sólo un recuerdo olvidándose en una vieja fotografía que no te pertenece, y jamás, ni en otro tiempo te ha pertenecido. No te tragues la historia de la oveja reencarnada, nada más los personajes de otros cuentos, de otras historias peregrinas tienen el don de regresar a su preciso instante. Mas tú no, tu condena es tan efímera que acuita menos tu infame sufrimiento. En esta historia la muerte duele tanto como se nos va la vida. Márcale a la muerte su número privado, si no te contesta, es que sigue viva.
La falta de memoria es blanca y tus ojos se sumergen en un ciego lago albino donde se esconde la locura de unas diosas desnudas dispuestas a destrozar en ti todo motivo, evocación o remembranza.
Sigues observando el cuadro desteñido. La falta de colores te confunde, te bamboleas, te tambaleas, nada es lo que pensaste, nada es ya de lo que viste. Vértigo presente es el papel en blanco. En ese instante azota tu cabeza en el duro escritorio como si una oscura norna aficionada hubiese cortado el delgadillo hilo de tu vida cual si fueses un títere más, pero un actor desechado. De pronto (pero ya no lo sientes) tu cabeza se hunde, está siendo devorada por el monstruoso papelillo en blanco. Grotescos vórtices de sangre remiendan la ausencia de color en esa hoja que ha engullido más allá de tu cuello, y va dispuesta a consumir todo tu triste cuerpo entero. Lo único que no le gusta es el sabor de tus zapatos y tus prendas. Las escupe pues prefiere más la comida seca. Cuando tu mujer entra a la alcoba cree que ya te has desnudado para demostrarle una nueva más de tus nocturnas faenas en el lecho. Supone que en este momento estás en el baño atizando tu miembro para golpear sus entumidas carnes. Ella también se desnuda y corre rumbo al armario para darte una sorpresa si saber que otra te espera.
La diabólica hoja que entonces ha adquirido cuerpo, anda sin dueño, si un autor que la domine dispuesta a devorar a tus hijos, y por qué no, a la misma madre, pero antes se le antoja una copa de vino, para poder digerirte con estilo...
En tanto, mientras se mueve con sigilo, en el fondo, en una esquina se alcanza a percibir a un extraño hombre desnudo, paralizado aún por el nefando estado de la digestión. Empero todo lo demás, sin embargo se mueve. El ritmo de la hoja adquiere un nuevo tono matizado. Aunque los colores que dejó impregnados el sabor del deglutido escritor se han mezclado con la ceguera de ese llano monstruo. Nunca había sabido nada acerca de una fotografía catastrófica, devoradora de hombres y de letras. De pronto sintió cómo su universo empezó a cargarse de imágenes que habían quedado congeladas en el más profundo olvido más allá de la memoria que podía contener su área. Nadie grito en el fondo que había un hombre desnudo, el único defecto del papel era que todavía su entorno era mudo. Su ánimo voraz quizás le hizo pensar que en cuanto devorara a la mujer comenzaría el drama. Luego podría ir por los hijos, y luego festejar su triunfo engullendo una botella de vino. Y así lo hizo. Cuando la hoja abrió la puerta del armario, todo el cuarto estaba semioscuro, la mujer que no se contenía más las ganas murmuró algo que no quedó plasmado en la voraz área pero fue sintiendo un placer que le comía los pies que hundida de gemidos no se dio cuenta que estaba siendo absorbida por la boca de un instante sin recuerdos. Así la hoja recorrió una de sus piernas, la mujer arqueada por profundos hormigueos en sus muslos, fue el acabose cuando se tragó su vientre y sacudió sus pechos, le hizo alzar los brazos y en un profundo clímax engulló su grito que hizo estremecer los edificios en la foto.
La hoja de pronto emitió un terrible eructo y se quedó dormida. En un aplanado sueño vio cómo las formas que antes estaban inmóviles y mudas comenzaron a narrar dentro de su vientre un mundo nuevo. La hoja, a través de su sueño, conoció la dicha de la palabra, y con ella, todos los miedos y dolores que el hombre viene a padecer al mundo. Pues todo acto carnal tiene su alto precio.
El hombre que fumaba de espaldas dio un giro de sesenta grados a su derecha y sintió una corazonada clavada como alfiler en el pecho cuando vio a la mujer del paraguas que se movía como un cisne en el lago. Estamos en el siglo XX, en sus principios, pero la forma de la foto vieja adquirió las tonalidades del pasado y se fundieron con los colores del presente. Ambos sabían que ya se habían conocido antes, en otro tiempo, pero no sabían como expresarlo. Una mirada, la mujer atraída por los imanes negros del fornido hombre elegante, sonrió y descubrió de la sombra del parasol, su rostro. (Porque era un parasol, y no un paraguas, como ahora lo conocemos. Y es que en aquellos tiempos el sol era feliz, el cielo, las aves, incluso los colores. No tenían necesidad de chillar tanto como los que existen en nuestro tiempo para llamar la atención o resaltar alguna que otra cosa.)
Pareciere como si la fotografía nos estuviese jugando una broma, pero recuerden que está dormida en un profundo sueño y más nos convendría no despertarla de su letargo, para evitar que nos devore también a nosotros.
No hace falta contar qué sucedió con las vidas de ese hombre y aquella mujer, pues sus destinos estaban entrelazados, pero una serie de leyendas surgieron a partir de esa unión nefanda. La hoja estaba celosa, se había enamorado de la dama y quizo vengarse de aquel vulgar caballero, olvidándose que esos trazos le dieron vida alguna vez. Pero la hoja lo odiaba, veía al hombre de la pipa como a un ordinario garabato del cual había que deshacerse en cuanto antes.
(...) Continuará.....
lunes, diciembre 17, 2007
Desvarío
Esta es la hora, ¿no escuchas que llegan? Númen balsámico de imperios descarnados, cómo voy a dar vida a esas sombras malditas... Más daré sombra a las sombras, esas aves oscuras que pretenden robarte tus ojos de luna.
Esta es la hora.
sábado, diciembre 01, 2007
El cantar de Partida o las cantigas malditas del profeta blasfemo (Introito)
Dicen que traigo en mis venas sangre de navegante, sangre maldita. También vibra en mi pecho un canto lusitano que seduce a la amante voz marina que se entrega como las olas que acarician esta nave, la única que lleva aliento macho, Bustrófedon Violante, el de descubridor aliento.
En vida he navegado en tan terribles mares, opulento bramido de coletas olas donde los dioses libres hacen gracia y desgracia de la humana trova.
Me he liberado de los brazos de nereidas que ostentaban cubrir mi cuerpo enhiesto. Vencí de tajo a las sirenas gordas que alardeaban rodear mi verbo entero.
No conozco la dicha de volver el tiempo, soy la presa maldita de un naufragio en vano, en mis zurdas lusiadas llevo dentro, la sorda tempestad de un fatuo fado.
Nada he salvado en estas cuitas.
Dicen que cuando un mendigo muere ni se inmutan las estrellas, pero si un príncipe fenece desgraciadas van cayendo. Así se va llorando el cielo, la noche larga, inmensa toalla líquida de esquirlas constelada.
No pretendo virar este concierto, he dejado las velas a merced del viento, conozco el horizonte, la línea aquella muerta donde han de caer los soles algún día, destino corazón, conquistador aliento.
Bustrófedon, ¡oh mi barca de ornela fantasía! Lleva contigo esta memoria a donde descansan todos aquellos hombres muertos que recorren sin dicha este bestial mundo desnudo, de espalda al mar, de frente al universo.
Volveré como aquellos fieros marineros, con la única verdad a cuestas cual tesoro más oculto que perdido, y la lengua y la mirada, secas: mártir salado y peregrino.
miércoles, noviembre 28, 2007
Sustracción amorosa en tres Actos
"Entonces yo me dije: De todas las cosas ciertas la más cierta es la duda."
BERTOLT BRECHT
Acto I
Perdido (en menos de un acto.)
Acto II
La secuencia de la carne
A menudo he pensado salir de esta turgencia. Y besar los flamígeros labios de tu fuego y nadar en las sombras de carbón de tus ojos. He pensado fingir esta búsqueda en crescendo, navegar en las alas de nubes de tus brazos, sumergirme en los púrulos humos de tu boca de anegados resuellos.
Una grey de fantasmas onanistas fingen ruidos de catre entre tus uñas. Castañuelas boscosas remachan los recuerdos que se doblan como dedos traicionados de certezas. ¿Cómo voy a saber que te perdí en un acto?
Acto III
Restas
¿Sobre la mesa vacía, recuerdas aquel vaso de leche vacío? Eran las ocho cuando te lo dije por teléfono, eso nunca se me olvida, se quedó para siempre en la contestadora blanca: "Oye, es posible que mañana muera. Confírmame nada más si te quieres quedar con mis libros, lo más pronto posible. Descansa." De pronto en un oscuro y silencioso túnel cuando colgué la llamada, contestóme el eco que vive en el silencio de las sombras: "Túuuuuuuuuuuuuu.....-Tú.tú.tú.tú.tú.tú.tú.tú....." Aún espero tu respuesta.
sábado, noviembre 24, 2007
de Espaldas (Sueños destramados)
¿Quieren que les diga el secreto del mundo? Pues el secreto está en que sólo vemos las espaldas del mundo. Sólo lo vemos por detrás: por eso parece brutal. Eso no es un árbol, sino las espaldas de un árbol; aquello no es una nube, sino las espaldas de una nube. ¿No ven que todo está como moviéndose a otra parte y escondiendo la cara? ¡Si pudiéramos salirle al paso al mundo y verlo por enfrente...!
Syme -El hombre que fue Jueves-
Voy a comparecer ante los dioses y ante los hombres. Las nubes parecen cargadas con jugo de limón y un intenso viento frío sopla desde el sur. Traigo puesto un traje negro, anudada una corbata roja y pulcra la camisa blanca. En filo arden mis ojos cansados de mirarle nada más la sombra al mundo. Pero hoy voy a comparecer ante ellos y aceptaré el castigo o su perdón o indiferencia.
De frente marcha el Enemigo. Lo han esperado desde hace mucho tiempo. Trae consigo no más que sus palmas desnudas, avergonzadas de tanta culpa milenaria y un secreto. Pero de pronto los dioses desdeñaron sus ofrendas, arrancaron sus estatuas y mencionarlo está prohibido.
Una aljibe de agua negra y espesa es un caldo cosmogónico. A los seres que habitaban ese pecera arrojábales soles, supernovas y nebulosas que se deshacían internándose lentamente en el fondo del pozo, alejándose para siempre de la superficie, muriendo más, cada vez, de frío.
¿Será verdad que vemos sólo las espaldas de las cosas? ¿En qué momento se cruzan nuestros sueños? ¿Será que dentro de ese espacio prohibido a la conciencia existe el verdadero rostro de las cosas, la verdadera cara del mundo? Fuera de nosotros hay una cáscara siempre en muda, como serpientes nos arrastramos buscando rosar alguna que otra superficie que nos ayude a limpiar nuestras espaldas, pues es lo único que todos se preocupan por mirar y nosotros en mostrar.
He alcanzado el Nirvana de mi sombra. Estoy en el páncreas absoluto, adentro, muy adentro en las membranas del destino. Un concierto de luces aglomeran el sonido de una fibrilación laxante que expulsa una canción paradigmática y perversa. El eco en el silencio se reproduce por mitosis y se traduce en cánceres de estruendos que se descuelgan por su boca: sangra su miedo, sangran sus costras, sangró su sueño. De pronto me doy cuenta de que no he mirado nada, no he sentido nada, estoy chupándome el mítico pulgar en los adentros de mi madre. Estoy vestido: un traje negro, corbata roja y la pulcra camisa blanca. Escucho en un idioma extraño, que he crecido demasiado y que ya es justo salir del huevo, me convierto en ave, corro como un pollo detrás de un plumero, me ahorcan, me limpian, me incuban en un sueño.
Voy a comparecer, voy a predicar. He descubierto según la tesis que me llevará a la Gloria, que el rostro de Dios no es de agua, que es de alcohol, volatil, soporífero. Y que los hombres son respuestas hechas carne, y que los ángeles sus mociones, al igual que sus demonias emociones. Voy a comparecer antes de mi muerte, que también la he visto, pero la muerte en vida sólo muestra sus espaldas, nada más. La muerte, esa oculta vanidad de los Etéreos y que de a poco nos comparten.
El día D será un domingo. Voy a enfrentar, antes de mi muerte toda esa luz marchita en las entrañas desnudas de mi rostro. Naturaleza muerta que se anida en mis pupilas agusanadas por violoncinescas notas crepusculares. Gotas de amor en mis labios vacíos, el cáncer del silencio ha brotado en espuma.
La espuma blanca, la espuma negra, la sal, el negro hervor de las tinieblas. Los sueños hechos roca, mis venas vueltas vetas. Soy un coloso en la tierra, un cerro muerto de pronto. En mí nacen las nubes, en mí las hadas lloran. De noche una colmena de duendes arremeten con sus cantos y bailes contra la razón de su belleza. las violan, las celan y esclavizan sus encantos. Se asegura que han sido sorprendidos bajando desnudos hacia la aldea. la otra vez se ahogó uno en un tiro y fue tal la conmoción que hasta el presidente municipal ordenó dos ambulancias para ver si lo podían revivir con los nuevos adelantos de la ciencia. Fue inútil y en vano, cuando en sus palmas lo cojió una niña, el cuerpo se desvaneció efervecente y alcalino: Una pastilla de cloro para purificar las aguas.
Me pasé de vivo, le he sacado ventaja a todo el mundo. ¿Ahora, para esperarlo y verle -al fin- la cara, en qué lugar me siento?
Lunes y martes y miércoles tres, jueves y viernes y sábado seis... Faltó el domingo. Dicen que por las noches acuéstase temprano para vestirse de lunes a cada rato en viernes. Dicen que por las noches no duerme y que envierna entre las piernas de las horas para sentirse tan sábado. Miércoles regresa para soñar que ha sido martes en minutos y que en segundos será Jueves y se verá asombrado, alimentando a los seres de aquella pecera espesa donde los soles y las lunas se deshacen para que aquellos peces sigan nadando en esa oscuridad taimada de lumbreras. Todo se ve de espaldas, y sin embargo se mueve.
Yace colgado el traje negro, la corbata roja y la pulcra camisa blanca en el armario. Dicen que a su dueño le dio por darle la vuelta al mundo. Quienes lo han visto aseguran que de tarde en tarde habla como la noche y llora como la luz del día. Que ha estado vagando por causas de amores y esas cosas. Pero lo que no saben es que sufrió otro tipo de decepción: cuando llegó al juicio, todo estaba vacío, los dioses en sus arcas y los hombres con sus mujeres. Nadie le tomó importancia, ahí estaban sus regalos, su nombre, sus espaldas. Dicen que ha olvidado de memoria. Y tenía razón, los dioses no son de agua, son de alcohol. Mañana, cuando despierte, estará colgado en el perchero de aquel sauce, traje negro, corbata roja y una pulcra camisa blanca rasgados por el tiempo infinito.
sábado, noviembre 17, 2007
Error
Once upon a time there was a mistake
so silly so small
That no one would even have noticed it
VASKO POPPA
¿Quién se atrevería a decirLe: "Has hecho mal"?
Había una vez un error, tan bobo, tan pequeño, que en una ocasión, en un sempiterno santiamén lo inventó todo: espacio, tiempo, mundo, para poder probar su existencia. Aunque todo lo que inventó ni fue tan bobo, ni tan pequeño, mas sí fue errado a fin de cuentas. ¿Pudo haber sido de otro modo? Nadie se lo habría percatado. Ni el error a sí mismo.
Y hago de nuevo la pregunta:
¿Quién se atrevería a reclamarle: "Has hecho mal"?
La breve historia de un error pequeñito y pendejito que nadie pudo detectar ocurre a diario en nuestra vida cotidiana. Como si Pulgarcito se infiltrase en la guarida del Gigante y éste ni se inmutara de su estadía a menos que las condiciones que expone el minúsculo caso no sean ni tan estúpidas, ni tan pequeñas.
Había una vez un error... Mas lo único que no pudo crear fue la verdad, y es que a veces resulta ser tan boba, más que una nimia equivocación incluso.
Pues la verdad es esa, el error es lo único que existe y éste puede ser quizá el único traspié de la verdad, habitar en un universo donde se prueba la existencia del error para encontrarla. Pero quién se atrevería a reclamarle que Ha hecho mal... ¿Cuántas cosas perdidas no han sido rescatadas por error?
Érase una vez cierto error que de cierto no tenía nada. En cierta ocasión pobló el desierto de las ecuaciones de varios modos y modelos ingeniosos para que nadie se atreviese a cuestionarle si Lo ha hecho mal o bien. Para empezar, Él se gestó a sí mismo... quién le habría de reclamar a esa pequeña verdad generativa... Y construyó pirámides, museos y panteones para el descanso eterno de la fe errante.
Decían por ahí que algún error se cometió desde el Principio pero nada se ha comprobado de esa primer pisada izquierda hollada por algún dios vagabundo. Y nosotros los erróneos estamos en la incertidumbre. Aquí siguen su curso las mentiras. ¿Quién se atrevería a comprobarlo?
Somos la sed insípida de un triste ángel caído a falta de verdad, precipitado al abismo de los sueños donde los hilos de un violín diabólico son aserruchados por una araña ciega.
Se sabe que el límite ha sido la verdad, el error, esa transgresión a los límites de la libertad... límites de la libertad... menudo error tan grande, si la sed está perdida.
En cierta ocasión los erróneos declaráronle la guerra a los errantes. Los primeros quisieron congelar el tiempo deteniendo el curso de los vagos que amenazaban sus certezas. Los errantes no quisieron cometer un error más y decidieron abolirse y los consumió su sombra. Desde entonces, la verdad es esa y es lo único que existe.
viernes, noviembre 02, 2007
Fuego adentro (En las crónicas malditas de María La Muerte)
Profecía:
"[...] toda sombra es mi cuerpo: adentro, fuego."
ROBERTO VALLARINO
"El hombre morirá", decía el primer verso y fue ese el precio por saber comprender lo que es oscuro para los sabios. Sus entrañas se estremecerán llenas de lumbre y bajo un colérico designio vivirá en las tinieblas como un muerto pagano de muchos años cuyo recuerdo se ha perdido para siempre.
Acá, debajo del cielo, todo es correr tras el viento y de nada va a servirle admirar las vanas cuentas de sus recuerdos. Sobre la tierra todo es sombra, polvo que vuelve a la tierra. Aliento consumido son sus plegarias arrastrándose vípedas en tenebrosos círculos viciosos.
¿Qué de él será si anda solo bajo el sol? Si cae, perecerá, como todos los hombres en el mundo y como a todas las cosas en la tierra, se lo habrá el distante viento de llevar como aquél que se atrevió a mirarLe de frente. No sobrará esperar de más una limosna incendiaria cayendo con cruel suavidad sozobrando como una pluma naúfraga inflamada desde el fondo del cielo.
Allá, de luz las colinas, bajo un oloroso resplandor todo es correr tras el viento y de nada servirá sembrar toda la vida en sus sueños. Digna boca de costras, arrepiéntete y sangra.
Desnudo fuego adentro, llena de cielos las penumbras brasas de mis ojos y devora todo lo que veo, la vanidad combustible que todo a su paso lo calcina.
Hay un reino allá abajo donde todo es sombra, adentro, fuego. Si no fuésemos tan ciegos, lo veríamos tan claramente. Es un desierto helado donde habitan los árboles desnudos forjados con las venas y las entrañas de los poetas asesinos que el espíritu divino ha animado en la tierra.
Entonces, diose cuenta de su hechura, ser la síntesis sustantiva de la materia inerte. Y sabe que le pesa una gravedad de odio, plomo gentil en su sangre maldita manchada de espejos crepúsculos.
El hombre es un híbrido orgánico, un tejido urdido con los hilos de la vida y las punzadas alcahuetas de la muerte. En su lomo están tramadas tres tentaciones y en su frente, una marca que sólo un ángel podría recitar y no morir en el acto, mas sí caer en el abismo.
El hombre morirá..., citó el primer versículo y cuando sus entrañas se estremezcan luminosas como el espinoso collar constrictor de una serie navideña sobre el árbol de los muertos, espirúleo se alzará y bajo un colérico designio sembrará la tierra de cenizas e incontables ruinas a su pie lleno de etiquetas y fuegos fatuos de muerte.
Veneno para las crías que han de venir a repoblar el mundo. Afanarnos tanto para que otros lo disfruten y destruyan más lo que era antes. Simbolizar nuestro trabajo para cambiarlo por comida, humana tentación la de mirar representado el mundo; porque todo en la vida requiere de filtros uniformes, el dinero es una infecta enzima, el hombre, eterno niño, juego fatuo del mundo.
Fuego adentro,
el cuerpo sombra
y una impávida máscara
yace detrás de mi carne.
martes, octubre 30, 2007
Vía Literaria (Plan Mute-Tren Eléctrico Urbano de Guadalajara) Segunda Convocatoria
Aquí les subo esta convocatoria a la comunidad estudiantil en Letras Hispánicas del Centro Universitario en Ciencias Sociales y Humanidades de la Universidad de Guadalajara para que se animen a escribir y apoyen este proyecto que es para ustedes, usuarios del Tren Eléctrico y la ciudadanía tapatía.
Probando, probando...
Acabo de adquirir un programita muy interesante para postear, incluso, si no quiero o no puedo) estar on-line y me fluyan de momento las ideas.
Antes, las bicicletas y los videojuegos... ahora: notas, cuadernos, agendas, libros, IDEARIOS, una lap y un celular...
¿Por qué?
Bueno, mi profesión me lo exige. (Ja-ja-ja-ja-ja) [Sí, se la fusilé a Bodoque, el conejo rojo playboy de 31 Minutos. Much@s ya me entenderán. A fin de cuentas soy un playboyeaur.
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jueves, octubre 25, 2007
Parafraseando a los espejos
Cuando abrimos los ojos hacemos real lo otro
y perdemos nuestra palidez propia.
Ignoramos el noventa por ciento de las veces
que los objetos están hechos de espejos:
al tocarlos nos quitan
lo poco que nos queda de memoria.
ROBERTO VALLARINO
Esta noche brilla la luna con toda su intensidad. También hace frío, no hace falta ver el pulido cielo para sentirlo mordisquear mis huesos. Mientras me fumaba un cigarrillo (se suponía que ya lo había dejado) me acordé de estos versos mientras exhalaba el humo azul que se divertía deshaciéndose bajo la bogante luz astral de ese suspiro blanco: "Sólo somos la sombra del mundo que nos mira." Si resulta ser cierto, se trata entonces de una tesis terrible. Aunque ya había sido planteada por Platón atrás tiempo, no hay que emocionarnos. Sin duda es cierto que cuando abrimos los ojos hacemos real lo otro. Como que perdemos ese don interior del sentimiento y realizamos nuestras dudas en lo que nos gusta, en lo que nos atrae, en ese extraño y misterioso magnetismo por lo desconocido y superfluo.
Como si la Luna de repente se dignase a ver el Sol y perdiese en la oscuridad su brillo que no le es propio, sino de su superficial aridez (y pérdóneseme la monotonía con que la escribo) que absorbe el calor amarillo de nuestra sacrosanta estrella. "Nuestra..." como si fuésemos señores de "nuestra" galaxia y del Universo. Mas eso ya quedó derrumbado hace unos siglos, ahora somos ni señores de la nada, ni del tiempo. Bueno, del tiempo nunca lo hemos sido. Estamos, como el ruido que emite la cadena de una bicicleta en ralenti, trabados en este instante movedizo y eso es todo; por lo tanto el tiempo para mí es ocupar este lugar en el espacio. Y que me regañen los científicos, pero no hay más instante que el que ocupamos un momento, el que respiramos, aire que los otros no inhalan porque ya es nuestro y está siendo procesado en nuestros pulmones llevado en cápsulas de oxígeno vitales entre nuestra sangre en el torrente desde el corazón hasta el cerebro y todo nuestro cuerpo alerta y receptivo gracias a ese soplo.
"Cuando abrimos los ojos hacemos real lo otro y perdemos nuestra palidez propia." Somos simples astros de nuestra percepción y nuestros sentidos. La única realidad es lo que está allí, ya que nuestro mundo está limitado por nuestro lenguaje y la infraleve cantidad de signos que nos mediatizan y conducen día con día en pos de un orden singular a través de la nada. Yo creo que el caos es esa falta de semántica, el desorden inherente desconocido y mostrenco, sin valor, sin razón, sin tiempo, sin pragmática. Nosotros somos las fatuas sombras del mundo de las ideas y no los que las miran, vemos como sombra lo que ya ha sido iluminado, la efigie e imagen nuestra; somos la silueta muda proyectada en el muro de ese antiguo teatro primitivo.
Los recursos que tenía el hombre en ese tiempo era representarse a sí mismo y a su mundo mediante ese universo de sombras con las que capturaba las esencias del cosmos y de sí mismo: sus miedos, sus dominios, sus hazañas, sus sueños. Pero sólo le faltaba capturar un elemento y era imposible obtenerlo o encadenarlo en las sombras, este fugitivo era el tiempo... Y eso que en aquella edad todo era más simple, todo era cíclico, había una lógica, una secuencia permanente, aunque el carácter bestial de la temporalidad era también su manera sorpresiva de arremeter contra los planes maestros del más sabio.
Hoy en día todo es inestable, presumimos la firme transparencia del tiempo pero no nos damos cuenta de la fragilidad que conlleva creer estas patrañas. Es imposible encapsularlo en edificios y altas torres de cristal que ostentan cierto poderío ante el mundo y la humanidad desperdigada a lo largo y ancho del globo como esquirlas de vidrio. Somos un excedente sin duda, y creo que en algún momento la naturaleza nos va a aplicar alguna ley de transparencia económica y bursátil que arruine nuestro desarrollo desmedido. Cuando realmente hayamos abierto los ojos ni nuestra propia palidez podremos reconocer, ni nos va a iluminar. Frente a un espejo cíclico veremos reflejado nuestro fracaso como especie y prevalecerá lo de siempre, un poco de sentido entre las cosas si afirmamos que ignoramos el noventa por ciento de las veces que los objetos están hechos de espejos, de ese brillo falso... Quizá nuestra propia perspectiva, más bien, está hecha de espejos; y sí, pues pensamos siempre sobre y desde especulaciones, este espacio que habitamos es un tiempo reflejo. ¿Por qué no reflexivo?
La misma razón tiene su germen incluso, aunque lo niegue la ingrata, en esas concepciones primigenias, indirectas e inciertas. La verdad no es más que un espejo progresivo, la hacemos real y perdemos nuestra palidez ante su frialdad, ya que absorbe la sombra de nuestras dudas y nos muestra lo otro como un luminoso objeto verdadero digno de confianza sobre la numinosa tenebrosa inmensidad. Pero la verdad es que "la verdad" es como una criatura lunar habitando diferentes partes del globo. Digamos que viene a ser como nosotros, criaturas lunares por antonomasia que miran aún el cielo y los astros mediante el espejo de su razón donde buscamos la transparencia de todas las cosas en esa imagen rota y ciega. ¿Verdadero o falso? ¿Verdad o fantasía?
Hoy en día nuestros ojos miran estrellados; fragmentados en la vana inmensidad no reconocen la abismal distancia hecha añicos entre esas dos preguntas. Estamos hechos de fantasmas conceptuales (ancestrales) de otras épocas (sin duda alguna) y estos aún dirigen nuestros actos como si tratasen de enmendar el tiempo perdido por medio de nosotros cuando ya el mundo ha cambiado, y no porque el mundo lo haya decidido, sino porque nosotros le hemos dado otro sentido a las cosas y al cosmos. "Cuando abrimos los ojos, hacemos real lo otro." Es decir, le damos prioridad a "la otra parte", a un-más-allá-extraño y desconocido en tiempo suspensivo, he ahí pues que nosotros nos convertimos en objetos y actantes de ese escenario ilustrado e ilustrador sobre el muro, las sombras ondulantes chamuscándose lejos del fuego, en esas criaturas especulares númen del sueño fantástico que despréndese de nuestros dedos y manos forjados de agua y polvo.
Nuestros miedos se mueven entre las sombras, también nuestros deseos; las bestias que ocultamos dentro de nosotros viven sin rostro y luego son proyectadas en ese anti-reflejo de alargadas planas figuras. Somos la cueva de los proyectos, encantados por así decirlo, con la misma esencia de esas profundas grutas llenas de tesoros custodiadas por algún mítico dragón o un cuélebre legendario. Las sombras vienen y van, prolíficas, misteriosas y oscuras devóranse a sí mismas proyectadas en la solidez ritual de un muro viejo. He ahí nuestra ignorancia; los objetos, todo está hecho de espejos, de sombras, de signos de cristal. Pero, ¿qué sucede si dichos espejos reflejáranse entre sí? ¿Cuál es el otro diez por ciento de las veces que ignoramos? ¿Qué nos pasa a nosotros al tocarlos con los ojos? ¿Qué ocurre en ese choque especular al contemplarnos a nosotros mismos? Creo que ahí radica lo poco que nos queda de memoria, un gélido espectro que cruza la firmeza especular, proyectado en un numinoso vacío. Cuando abrimos los ojos, de pronto nos transfiguramos en eso, en nuestra propia palidez desnuda.
