martes, enero 22, 2008

Ensayo de una muerte

Descubro tu mirada en el filo del último

instante de luz. Ni más acá ni más allá,

tu mirada inventa el rayo verde. Si fuera

posible el encuentro tendría esa duración.

SANDRA LORENZANO

Hay un poema en el horizonte que desdibújase en tus ojos: Fuego artificio de oscuridad.

Hay una estrella fugaz deshaciéndose en tu rostro: caída y vaporosa cicatriz agua de arroz.

-Nunca te enamores de los que se van.

-No digas eso, pendejo.

-Te lo digo por experiencia.

-Pero estoy que la pinche poesía me arrastra.

-Pues entonces enamórate de los que se van y paga el precio por adelantado.

Detrás de la horma de tus calcetines se esconde una caricia mía que viaja como un manco indigente de tu dicha persinada en las cerradas cortinas que ciegan la ventana donde inventamos el cocktail instantáneo de nuestro último encuentro.

Rayo en el cielo:

piel caída la tarde

oscura y verde.

No ganamos nada nomás por inventar palabras...

La cita era a las nueve, a la sombra de un naranjo. Perfumada de sueños prometí arribar un día...

No ganamos nada nomás por alinear palabras...

Ni siquiera vendría a ver aquel naranjo en flor, ni siquiera vendrá aquí, nomás a pisotear su sombra.

No ganamos nada, nomás por agrietarnos...

Debajo de tu pelo, en el filo de tu nuca aguarda el muñón blanco de una caricia griega. Mira el reloj, ¿no crees que ya es la hora? Solamente emitiste un por fin glauco tal vez. Y sí, tal vez ya es hora de volver al naranjo.

Encuentros apagados que silban un porvenir...

Detrás de la distancia yacen nuestros sueños. Tú no puedes probar el perfume de su muerte. Sería buscar suicidio en un leteo profundo como crucificar su malva rostro en el puente de tus manos. ¿Con qué barcaza iré a cruzar las huellas de tus dedos?

Dicen que el río jamás se cruza solo...

Alcatraces de rostros urdidos en mi pecho bajan desde mis ojos para en su lecho postrarse. Aturdida secuencia de plenarios placeres, rotonda de luces alcalinas reposan sobrias en el viejo anaquel de los recuerdos rancios:

Dicen que los sueños jamás navegan puros.

Anoche volvió el silencio y desangró mis palabras en el umbral de la noche y su piel vaga de nardos. Serpiente encantada que en el jarrón se ahoga de horizontes, vuélvete cris de sol y te daré mis entrañas.

Sopesar el tiempo en la balanza de tus manos como un yo-yo sin tregua.

En el columpio de las horas yo amanezco. Traté de corregir la intacta cita latente en un futuro bastardo de imperfectos cardinales. Mas no supiste, jamás, ni pronunciar tu sombra, renuncia a tu dicha de volver el tiempo.

Pulveriza la luz. Miéntele hasta al Diablo o sumérgete (por siempre) en su salino aliento subterráneo. Más no podrás salir, nunca de su fonda. ¿Detente sombra de mi bien esquivo? Púdrete incauto en las entrañas de tu ego.

Rayo en el cielo, amanece en tu noche... si se marchan los ángeles por fin oirás tu muerte:

Sobre tu glauca piel, lienzo horizonte, húmedo vuelco me pongo. Ya no sabré jamás nombrar el día. Arrancaste para siempre, con un grito, la mundana cicatriz de mi costra voz anclada en mi garganta nemorosa. Azahares afilados castraron de mi nariz tres vellos enraizados en la sima de mi suerte de traer en la mano un ramillete de sueños que contienen un instante que inventa una mirada.

Campanas de mis sueños, de bodas campanadas

En el columpio de las horas traté de corregir tus sueños empujándolos al viento que lee nuestros deseos. No soy más cazador que los sueños que me buscan. Cuando dejes de amarme, conmigo han terminado.

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