domingo, julio 23, 2006

Falso equilibrio

Hay reencuentros inesperados que producen
en nosotros una inevitable y demoledora
sensación de tiempo transcurrido.
SANTIAGO FABREGAT BARRIOS



A veces nos traiciona(n) la(s) memoria(s)... Las "jóvenes memorias" se nos resbalan oriflamas en la lengua... Un reflejo de luz inesperado pone en evidencia muchas cosas... Taladradoras de sentido (diría el poeta) a veces las palabras que usamos nos remiten a cosas o personas que aún tenemos presentes, como si estuviesen compartiendo la realidad con nosotros cuando están ya de por sí, alejados, (se supone).

He visto muchas cosas; ya he escuchado lo suficiente y me he percatado de que yo soy la transición nada más... vil puente de espalda a las estrellas que se tiende de orilla a orilla para que no caigas en la abismal corriente del olvido. Mientras, como Tántalo, yo nomás las suerbo reflejadas y acepto de caricias tus pasos.

Pero que a nadie le pese recordar... Allí estás presente: Hechizado cuerpo de ciudad.... Y tú por la locuaz distancia de tu boca en la ternura brisa de esas cartas de sal... y tú por tus labios almendrados y el oleaje de tu aliento... y tú que me buscaste y diste con mi situación más alejada, exacta retentiva... Y tú que decidiste nombrar al futuro con mi nombre... Y tú... ¿Y tú...?

"Y es que hay algunos reencuentros, [...] que nos permiten tomar conciencia del paso del tiempo, de su marcha inmisericorde, de su “no hacer mudanza en su costumbre”.

Todo da vuelta en círculos concéntricos... La realidad de cada día es un profundo y pesado agujero cargado de vacío que nos remite a la presencia falsificada. Tres veces es suficiente para saber que el día ya estaba marcado por la figura de dos niños que juegan a quererse, a odiarse, a amarse... matarse... El niño del tambor roto que carga y pasea a la blanca y suave muñequita de trapo encadenada a su tullida discapacidad a través de un agreste territorio vacío cuasimítico y absurdo laberinto sin muros. -¿Y si te rompo las bolas, Fando, qué harías? En realidad el niño-adulto se la hubiera pensado antes de contestar esa infantil pregunta. O quizás un angél loco le pidió a Lis que callase esa duda... Y ésta le rompió el tambor al niño... Y éste, la mató fingiendo a golpes.

Sin duda el día tocó y vaporizó el umbral de los brumosos recuerdos. Y la noche, condensó los hologramas en nubes de luz sucia sobre un límpido cielo.

Son reencuentros innevitables con la realidad: Los pasos cortos del recuento, pies desnudos a la orilla de mi deseo.

(Estoy de versos endeudado)

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