miércoles, julio 26, 2006

El enemigo

Anda bajo un mismo sol... Oculto en las penumbras del mito en la gruta de mis sueños.

Soñé al Diablo. Abrí la panza de su madre para evitar que este naciera. Aberrante feto. Me burlé de él llamándolo nonanto... pero se desarrolló, y creció y su maldad no tendría fin. Su madre se burló de mí, haciéndome gestos de muerte poniendo su pulgar al cuello.

Atrapado, tuve que perderlo todo, se robó mi identidad, mi persona, mi nombre, lo poco que tengo... ¡Me robó a mí!... Me quedé exiliado adentro-(y)-fuera de un laberinto de odio. Mi lucha fue en vano, la sonrisa del maligno pelirrojo infante de cara bonachona me sentenciaba hasta el fin de los tiempos mientras yo me alejaba de mi casa, con un solo cambio de ropa. Deje de ser el amigo, el amante, el hijo, el vecino... Mi lucha me ganó ser expulsado.

Anduve con un hueco en el alma, como el peso de traer el hueco de otro cuerpo. Malpartida sin horizonte, paso a paso desde otro lado. Desconocido y cifrado sin ningún valor. La tarde desvanecíase sin mi sombra, otoñal y sin prisa. Sólo él y ella me miraban, esperando que me difuminara ante sus ojos. Para mí todo todavía existía pero nada ya tenía sentido y sin embargo, me quedaba la esperanza de volver algún día otrora.

Buenas noches dije en silencio mientras compartía con nadie mi desdicha reservando mi sonrisa nunca de mañana mientras el viento ponía comas en mi silencio, como sentenció el poeta. Ya no era el momento, ya no era yo el momento, ni un instante; nada, nada... Y bajo una gramática simplónica me dijo el malparido:

-Idos.

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