Once upon a time there was a mistake
so silly so small
That no one would even have noticed it
VASKO POPPA
¿Quién se atrevería a decirLe: "Has hecho mal"?
Había una vez un error, tan bobo, tan pequeño, que en una ocasión, en un sempiterno santiamén lo inventó todo: espacio, tiempo, mundo, para poder probar su existencia. Aunque todo lo que inventó ni fue tan bobo, ni tan pequeño, mas sí fue errado a fin de cuentas. ¿Pudo haber sido de otro modo? Nadie se lo habría percatado. Ni el error a sí mismo.
Y hago de nuevo la pregunta:
¿Quién se atrevería a reclamarle: "Has hecho mal"?
La breve historia de un error pequeñito y pendejito que nadie pudo detectar ocurre a diario en nuestra vida cotidiana. Como si Pulgarcito se infiltrase en la guarida del Gigante y éste ni se inmutara de su estadía a menos que las condiciones que expone el minúsculo caso no sean ni tan estúpidas, ni tan pequeñas.
Había una vez un error... Mas lo único que no pudo crear fue la verdad, y es que a veces resulta ser tan boba, más que una nimia equivocación incluso.
Pues la verdad es esa, el error es lo único que existe y éste puede ser quizá el único traspié de la verdad, habitar en un universo donde se prueba la existencia del error para encontrarla. Pero quién se atrevería a reclamarle que Ha hecho mal... ¿Cuántas cosas perdidas no han sido rescatadas por error?
Érase una vez cierto error que de cierto no tenía nada. En cierta ocasión pobló el desierto de las ecuaciones de varios modos y modelos ingeniosos para que nadie se atreviese a cuestionarle si Lo ha hecho mal o bien. Para empezar, Él se gestó a sí mismo... quién le habría de reclamar a esa pequeña verdad generativa... Y construyó pirámides, museos y panteones para el descanso eterno de la fe errante.
Decían por ahí que algún error se cometió desde el Principio pero nada se ha comprobado de esa primer pisada izquierda hollada por algún dios vagabundo. Y nosotros los erróneos estamos en la incertidumbre. Aquí siguen su curso las mentiras. ¿Quién se atrevería a comprobarlo?
Somos la sed insípida de un triste ángel caído a falta de verdad, precipitado al abismo de los sueños donde los hilos de un violín diabólico son aserruchados por una araña ciega.
Se sabe que el límite ha sido la verdad, el error, esa transgresión a los límites de la libertad... límites de la libertad... menudo error tan grande, si la sed está perdida.
En cierta ocasión los erróneos declaráronle la guerra a los errantes. Los primeros quisieron congelar el tiempo deteniendo el curso de los vagos que amenazaban sus certezas. Los errantes no quisieron cometer un error más y decidieron abolirse y los consumió su sombra. Desde entonces, la verdad es esa y es lo único que existe.
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