Estuve deambulando por ahí, en la amplitud del silencio que guardo y me he encontrado solo, como el viento genésico del primer instante mítico que se paseaba por encima del tiempo.
Sin duda llegué al límite de esta transparencia que es mi piel, y me quedé atrapado, acorralado como las mentes atormentadas detrás del vidrio engañosamente plausible de una sala de interrogaciones.
Extrañamente mi lucidez fuma tranquila, esperando una voz que se aloje de momento en ese espacio gris burócrata y le haga una pregunta… —La que sea pero que ya no me moleste.
Se presume que en este espacio en blanco no hay lugar para la mentira, todo parece tan sencillo, tan neutral, tan simple, que no existen desvíos en esta estancia clausurada y fría. Mi mente, en tanto, fuma en forma impersonal y se mezcla con el humo rígido afilado que respira restringida dentro de este monótono laberinto de aparentemente una sola cara.
Dicen las voces que no existen laberintos minimalistas. Que un laberinto ha sido fabricado mediante la mentira y que no cabe tal engaño en tan amplia sencillez. Yo digo que el vacío y la monotonía son el máximo engaño. Siempre queda algo, aún cuando la pupila se convierta en hoyo negro y absorba la última secuencia de la luz drogada.
Miro los muros y me encuentro conmigo, reflejado en una cuchilla de azogue apelmazado. Sin embargo sé que detrás del reflejo existe un algo que me observa, paralelo, “lo que sea, pero que ya no me moleste.”
Pero, el miedo es minimal. Tanta llaneza nos espanta, nos enclaustra la naturalidad. El llanto de una muñeca pelona asustada, la sombra del ruido en el silencio, la nota que respira industrial capacitada, el ala turbina del avión que sueña un trasatlántico, tañidos sepias mutilados por serruchas balas, el metálico canto de un delfín contenido en una copa de agua dulce, gotas latidos de un corazón extraño ondeante… Minimalista el miedo contenido en la corona de un eclipse acuoso, en el anuncio bizarro de las proximidades de las bombas, en la falsa fórmula matemática que se liquida humeante en un matraz, como el ruidoso sabor de la ceniza fantasmal que se pasea por encima de esta falsa mentira abismal como el espíritu de Dios que aleteaba por encima de las aguas en el principio de los tiempos según las voces dicen.
Todo se ha restringido en unas cuantas formas, la mesa, la silla, el cuadro, el espejo:
He ahí la infraleve estructura poética del vacío.
martes, enero 16, 2007
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