El hombre anónimo calla. Sigue adentro de la Metrópoli de los Sueños mirando lo que ha quedado de cielo: estrellas de silencio. Todo se lo han llevado, parece. Que ya no habrá más tiempo, fue lo último que escuchó.
El hombre anónimo camina con un extraño libro en su costado: soñando esto, soñando aquéllo, figuras, hologramas, dioses, ídolos que abandonan la seguridad del Absoluto. Escucha un lejano aleteo de palomas... parecen ser balas, cree histriónico. Sombras de tristeza deambulan por ahí, recuerda que hubiéronle dicho. Desatádose ha el Infierno que desfila detrás de la Muerte como cucarachas silentes sin concilio, leyó. Tres helicópteros guerreros pronunciando palabras feroces con un altavoz sobre la selva mostraban las carnes laceradas y desnudas de un cristo muerto clavado en la cruz helicoidal de la máquina volante del centro... No entiende ese sueño, y ya no existen pintores surrealistas que plasmen esa pesadilla, para que quizás, algún josé lo interpretase.
Ahora todo calla. No existe peor ruina que el silencio enmohecido. El hombre anónimo cruza la metrópoli aplastando pavesas y astillas de una multitud de cráneos rotos.
Suscribirse a:
Comentarios de la entrada (Atom)
No hay comentarios.:
Publicar un comentario